Hace casi veinte años me compré una televisión Samsung de 46 pulgadas que usé alegremente durante cerca de una década. Y a partir de 2015, más o menos, resultó que comencé a comprar televisiones más seguido de lo que una persona normal lo hace, supongo.
No es que las coleccionara; mi mamá o mi papá o alguna tía me decían que querían una tele nueva, y yo procedía de inmediato a comprarla en Amazon. Me parece que todas las televisiones que compré así fueron Samsung; una vez acompañé a mi mamá en Morelos a comprar una televisión de emergencia (larga historia), y en esa ocasión fue LG; pero normalmente yo compraba televisores Samsung, y generalmente de 55 pulgadas (sólo esa primera televisión fue de 46 pulgadas).
Hasta que un día se me descompuso una tele Samsung más o menos vieja, y al llevarla a reparar y comentarle al reparador que normalmente yo compraba televisores Samsung de 55 pulgadas, el mismo me recomendó que ya no lo hiciera, porque algo había pasado con sus nuevos modelos que al parecer ya no convenía.
Así que hace año y medio que decidí comprar una nueva televisión en Amazon para mi recámara, me puse a ver alternativas. Rápidamente me quedó claro que en términos de precio y especificaciones, las televisiones HiSense sonaban como que una buena idea, así que pedí una HiSense de 43 pulgadas. La televisión llegó al otro día o algo por el estilo, la colgué de la pared en mi recámara (siempre cuelgo mis televisores, a menos que una ventana o algo así me lo impida), y la he venido usando desde entonces.
Siendo como soy, dejé la caja en la sala de mi viejo departamento acumulando polvo unas semanas, hasta que por fin procedí a tirarla. Y cuál sería mi sorpresa al tomar la caja y ver un pequeño sello en un lugar que poco llamaba la atención:
“Hecho en México.”
Resulta que la planta más grande (fuera de China) que tiene HiSense está en Nuevo León, y probablemente eso explique por qué son tan baratas aquí en México. No recuerdo cuándo había sido la última vez que vi una tele moderna (LED o similar) hecha en México.
Ahora que me mudé a mi nuevo departamento, colgué la última televisión Samsung que compré, de 55 pulgadas como era mi costumbre, en la pared que elegí para poner la tele. Y para mi sorpresa se veía diminuta; en mi viejo departamento la televisión estaba básicamente en el único lugar donde podía estar, y se veía confinada por el relativamente bajo techo y la cercanía de la puerta de entrada. En mi nuevo departamento tengo una padersota para colgar mi televisión, lo que hace que mi tele de 55 pulgadas se vea, comparativamente, pequeña.
Entonces hice lo único que alguien como yo podía hacer: procedí a comprar una televisión de 65 pulgadas, la primera vez que hago eso en mi vida. Y por supuesto la compré de marca HiSense; no sólo salió relativamente barata (de hecho doscientos pesos más barata que lo que me costó la Samsung de 55 pulgadas hace dos años), sino que sí me ha gustado la calidad y pues está padre comprar algo que armaron trabajadores mexicanos.
(Podría elaborar por qué esto es posible gracias a la Transformación; pero para este punto del partido o entienden o no entienden por qué apoyamos a este gobierno y por qué obviamente hay múltiples cosas que evidentemente está haciendo bien, así que mejor se los dejo de tarea).
Está muy padre la tele, y me alegra no tener que usar otra cuenta para el ecosistema de Samsung; las teles de HiSense sencillamente utilizan mi cuenta de Google. Lamentablemente, como en general ha sido con todas mis televisiones, no utilizo casi ninguna de sus características “inteligentes”, porque para eso suelo utilizar mis PlayStations.
Pero la tele se ve hermosa; es QLED, es por supuesto 4K y soporta HDR… que la verdad yo no veo gran diferencia, pero pues eso tiene.
Y no se ve diminuta.
Cada vez que cuelgo una tele a alguna pared, que para este punto he hecho un montón de veces, no puedo dejar de pesar en las inmortales palabras de Mark Renton:
Choose Life.
Choose a job.
Choose a career.
Choose a family.
Choose a fucking big television
Y pues eso hice. Hecha en México.
