Les digo que a éstos ya hasta les está gustando la derrota, porque se empeñan en seguir perdiendo una y otra vez.
(Sí voy a escribir de las elecciones gringas, pero después: primero nos hacemos cargo de lo que pasa en casa.)
Quiero aclarar que ya no es reforma; dejó de serlo el 15 de septiembre, que se convirtió en parte de la constitución. Es la constitución.
Nuestra patética y perdedora oposición seguirá pataleando, ahora yendo a chillar a instancias internacionales; que en primer lugar es posible los ignoren por completo, pero incluso suponiendo que no, pues nos harán lo que el viento a Juárez. La elección de jueces, magistrados y ministros es una demanda de la ciudadanía expresada explícitamente en las urnas este 2 de junio. Nadie puede decirnos a los mexicanos cómo gobernarnos: nosotros solitos lo decidimos, muchas gracias.
Fue extremadamente divertido ver a estos tarados retorcerse en el piso inventándose excusas y pretextos tratando de defender lo indefensible; de detener lo inevitable. Originalmente, queridos lectores, yo fui de los que dijeron que había que hacerles juicio político a estos jueces y ministros traidores a la patria; pero reconozco que estaba equivocado. Fue mucho más inteligente y fina la estrategia de mi Presidenta, que sencillamente se burló de ellos llamándole a sus torpes intentos de golpe de estado más bien un golpe aguado.
Se van a elegir a las personas juzgadoras. Se van a desaparecer a los institutos inútiles como el INAI. Se van a eliminar a los legisladores plurinominales (problablemente; se sigue discutiendo). Se van a cumplir las cosas bajo las que el movimiento de Transformación hizo campaña en las últimas elecciones; y que la ciudadanía del país apoyó abrumadoramente en las urnas.
Y como van a cumplir lo que prometieron, aunque seguramente no al 100%, aunque probablemente con modificaciones y negociaciones (porque se sigue escuchando a la oposición, aunque se le podría ignorar), pues yo me animo a predecir que van a volver a ganar en 6 años, en el 2030. Incluso si no funcionan perfectamente estos cambios; incluso si algunos funcionan de plano mal. La legitimidad de los votos justamente permite que en esta nueva forma de hacer política se valga cometer errores. Si esto pasa, veremos cómo resolverlos.
Mientras tanto nuestra patética y perdedora oposición (que sus dirigencias, responsables de la debacle en la que se encuentran, ni siquiera tuvieron la decencia de renunciar), al oponerse de manera empecinada a lo que la voluntad de la gente, reflejada en las urnas, exigía, están preparando su próxima derrota en 6 años, una vez más, de nuevo, otra vez.
Así es como funciona esto; si no lo quieren entender o no lo pueden entender, no estoy seguro de que tenga ni siquiera sentido discutir con ustedes.
