Feliz año nuevo 2021

Este año, por si alguno de mis lectores se lo perdió, apestó enormemente. De hecho, decir que apestó es tal vez excederse en diplomacia.

En mi, bajo ninguna definición del término, corta vida, nada ni siquiera se aproxima a lo que este surreal y kafkiano año resultó: por la pandemia que azotó a México junto con el resto del mundo; el segundo año del sexenio del Peje; el (esperemos se cumpla) fin del periodo de Trump en gringolandia; la experiencia de tener que mover lo que es mi trabajo principal a realizarlo puramente en línea; el estar encerrados básicamente sin salir durante nueve meses; un montón de altibajos profesionales y personales; y las inevitables malas noticias de enterarnos qué tan cerca del círculo personal de cada uno había sido tocado por el Coronavirus.

No que importe demasiado, porque a este ritmo parece cada vez más inevitable, pero ni a mí ni a mi familia nuclear le ha dado el virus: pero sí a dos primas muy cercanas (que las muy burras se enteraron después de que les diera y de que potencialmente pudieran infectarnos) y a uno de mis coautores.

Se ve ya la luz al final del túnel; pero lo que nos queda de recorrerlo no se ve que nos vaya a ir muy bien… ni como país, ni como mundo.

Lo único bueno de todo esto es que será casi imposible que el año que viene sea peor que éste (toquen madera); en mi Facultad seguiremos en modalidad en línea al menos el próximo semestre, y si Marx es grande a lo mejor regresamos para agosto a algo que se asemeje a la normalidad… pero la verdad lo más probable es que nos sigamos en modalidad en línea hasta el 2022. Y dar clases en línea apesta; para nosotros los profesores, sin duda alguna, pero principalmente para los muchachos, en particular los que no cuentan con los recursos suficientes para poder estudiar en sus casas. Y ni siquiera me refiero a equipo de cómputo o conexión buena a internet; me refiero a algo tan sencillo como un lugar donde puedan concentrarse en sus tareas sin que sus familias los estén interrumpiendo.

Pero bueno; hoy más que nunca, feliz año nuevo. Que el 2021 sea mejor que este demencial 2020 (y que no amanezcamos mañana con el chiste de que es 32 de diciembre).

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Cuarenta y tres

Hace una semana cumplí 43 años.

El año de la respuesta a la vida, el universo, y todo lo demás, fue objetivamente bueno. No sólo por logros profesionales y cosas agradables en mi vida personal, sino que en general fue un buen año.

(Dejando de lado pandemias semiapocalípticas, por supuesto.)

Y sin embargo hubo una cosa innegablemente negativa que, para bien o para mal, me parece que definirá mi año número 42. Nada irreparable, pero ciertamente molesto y (en mi no tan humilde opinión) terriblemente injusta por la arbitrariedad y corrupción relacionadas que se hicieron evidentes para mí.

Pero pues siempre hay tropiezos en la vida; así que no quedará de otra más que arremangarse y seguir con la chamba.

¿Qué otra cosa podría hacer?

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Consecuencias de la emergencia

Hubiera esperado que estando encerrado pudiera tener más tiempo para actualizar mi blog, pero ese no fue el caso. Y de hecho no veo que la chamba disminuya; el tener que tratar de mover mis cursos a funcionar en línea ha sido más trabajoso de lo que yo esperaba.

Como sea, no es de eso de lo que quiero escribir (directamente); más bien es para comentar que, dada la emergencia, mi Facultad está ofreciendo varios libros de manera gratuita, al menos en su versión electrónica. Así que si todavía tenían dudas de cómo estaba mi libro, ahora lo pueden comprar en línea por el inmejorable precio de cero centavos cero.

A ver si por fin un día de estos comienzo a reseñar la bola de películas que tengo atoradas para escribir de ellas.

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Louis C.K. en el Metropolitan

Hace dos semanas (lo siento; vida complicada) fuimos al Teatro Metropolitan a ver a Louis C.K., que hasta donde tengo entendido fue la primera vez que vino a México a hacer un acto.

Louis C.K. en el Metropolitan

Louis C.K. en el Metropolitan

Supongo que podría decir que me gusta el stand up desde que era niño y mi hermano me puso cassettes piratas de Polo Polo; pero realmente mi gusto por el género surgió en mi viaje a Barcelona en 2009. En algún momento comenzó a circular entre los estudiantes de doctorado que estábamos ahí partes de un acto de Brian Reagan; en particular una parte muy divertida sobre concursos de ortografía en la escuela.

Desde ahí comencé a escuchar actos de stand up y medio inevitablemente llegué a Louis C.K., porque probablemente es el mejor representante del género hoy en día.

Por supuesto hace unos años Louis fue acusado como parte del movimiento #MeToo y cayó rápidamente de gracia; cancelaron sus especiales; tuvo que enlatar una película que dirigió y que estaba básicamente completada; y para motivos prácticos tomó asilo en Europa un par de años.

Louis no sólo no niega las acusaciones, sino que corrobora que pasaron las cosas de las que sus acusadoras lo acusan, que es la primera parte de por qué es interesante su caso. La segunda parte es que, aunque indudablemente fue malo lo que hizo, dentro de la gama de cosas mierdas que han hecho hombres con poder para abusar de mujeres con menos poder, lo que Louis C.K. hizo podría considerarse, a falta de un mejor término, de lo menos peor. Que en gran medida explica por qué el Metropolitan estaba retacado para el acto de Louis, y que se le despidió con una ovación de pie; si bien no lo recibimos con otra ovación de pie, cosa que sí ha ocurrido en otros actos que ha dado después de que pasó su escándalo.

Yo no lo dudé cuando mi novia me avisó que iba a venir a México; de inmediato puse un recordatorio y en cuando estuvieron disponibles los boletos compré los mejores que había, enmedio de la segunda fila. Y me parece que valió la pena, me estaba ahogando de la risa.

Louis es particularmente bueno en poner las cosas en sus bromas de tal manera que la serie de golpes finales que siguen sean cada vez más divertidos hasta llegar a uno que, aunque más divertido que los anteriores, sea sin duda alguna más bizarro, incómodo o sencillamente “políticamente incorrecto” que los demás, lo que causa que uno se ría no nada más de lo chistoso que es, sino de lo sinceramente incómodo que es reírse de ello. En general, la gente decente no se ríe de bebés muertos; con Louis es de las bromas más leves que dio ese día. Yo me estaba meando de la risa.

Disfruté enormemente el espectáculo, y sin duda alguna volvería a ver a Louis. Espero poder hacerlo, independientemente de que regrese o no a México. De la secuela de #MeToo, si espero que alguien pueda recuperarse y volver a su estado anterior (o lo más cercano que sea posible), justo sería Louis.

Además de Louis, dos comediantes le abrieron con actos cortos. Uno fue otro gringo que ya se me olvidó su nombre y que por alguna razón estaba increíblemente nervioso. Pero el primero fue Carlos Vallarta, que no sabía su nombre pero que he visto su jeta en algún otro lugar (esos lentes son bastante únicos). Me pareció genuinamente divertido; no al nivel de Louis, pero sí divertido. Como tiene un especial de Netflix, supongo que valdría la pena verlo… no lo hecho, pero no me niego a hacerlo.

Y para terminar; yo sólo quería ir a ver a Louis C.K., porque era genuinamente uno de mis deseos simples en la vida. Pero por la naturaleza del evento (una única presentación, mayoritariamente en inglés, de un comediante gringo de fama internacional), terminé acompañado de un sector de la banda mexicana con el que sencillamente yo nunca convivo: un montón de güeritos, me imagino con casi toda certeza de escuelas privadas de toda la vida, y varios representantes de lo que supongo es el “yetzet” mexicano. Mi novia tuvo a bien informarme que a mi lado se sentó Chumel Torres… a lo que yo tuve que preguntar que quién era Chumel Torres.

Si nunca más en la vida tengo que convivir con esa gente, yo sinceramente estaría agradecido.

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Veinte años atrás

Veinte años atrás la PFP me detuvo junto a cientos de estudiantes (y uno que otro colado), cuando rompieron la huelga más larga que ha sufrido la UNAM en su historia.

48 horas después de haber sido detenido, me encontraba en el Reclusorio Norte, donde pasaría varios días, en general, aburridísimos; lo emocionante ya había pasado.

He escrito bastante acerca de la huelga y del impacto que tuvo en mi vida; no creo que sea necesario machacar aquí una vez más mis ideas al respecto. Sólo repito que estoy muy orgulloso de haber participado en la huelga; que sigo sosteniendo que teníamos la razón al estallarla (e incluso mantenerla); y que estoy convencido de que la UNAM es hoy lo que es (la mejor universidad de Hispanoamérica), en gran medida porque sigue siendo pública y gratuita, y que esto es gracias a la huelga.

También debo agregar que México vive su primera presidencia de izquierda como consecuencia indirecta de la huelga, si bien un montón de participantes en la misma jamás se lo hubieran planteado como objetivo.

Es un aniversario importante, 20 años; y es bueno recordar ese conflicto cuando la Universidad se encuentra bajo ataque por obvios provocadores. Pero eso es otra discusión.

Hoy sólo quiero recordar el sacrificio que tuvimos que hacer para mantener la Universidad pública y gratuita, y las consecuencias positivas de haberlo hecho. Personalmente, valió la pena estar unos días en la cárcel, y lo volvería a hacer sin dudarlo un solo instante. Una y mil veces.

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Quince años

Hace quince años, el 26 de enero de 2005, escribí mi primera entrada en este blog.

En estos tres lustros he escrito miles de entradas y leído miles de comentarios, entablando discusiones con un montón de gente que cubren desde qué película de Star Wars apesta más, hasta cuál debe ser la política económica que debe seguir el país; pasando algunas veces por invitaciones para ir a tomar un café (o “ir a tomar un café”).

El Pensadero es parte integral de mí, si bien es cierto que en los últimos meses mi ritmo de publicación ha disminuido considerablemente. Tengo la firme intención de cambiar esto este año, pero la verdad no sé qué tan bien me salga; no bromeo cuando digo que estoy muy ocupado.

En estos quince años (la tercera parte de mi vida; tres quintas partes de mi vida adulta), el contenido de mi blog ha variado de manera anárquica; el cine es una constante, pero por ejemplo he dejado de leer cómics en los hechos, y no leo literatura como lo hacía en mis veintes. Los videojuegos entran y salen de mi esfera de atención, dependiendo de mi tiempo libre y otros factores externos. Y a pesar de que soy computólogo y me interesa la tecnología, nunca he escrito aquí regularmente de estos temas, probablemente porque no siento que tenga algo particularmente interesante qué contribuir a la discusión. Similarmente, aunque el aspecto más importante de mi vida sea el hecho de que soy profesor, casi nunca he escrito aquí de mis aventuras en ese ramo. Probablemente porque no me parece apropiado discutir dichas aventuras en el Pensadero.

Como sea, estamos en una nueva década y el segundo año de la 4T; y sinceramente espero poder seguir extendiendo el contenido de mi blog con todas las pendejadas que se me ocurre poner en mi caja de jabón. Vamos a ver si este año sí lo cumplo.

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Feliz año nuevo 2020

Como todos los años, le deseo un feliz año nuevo a todos mis lectores y a aquellos que me dejan comentarios inteligentes. A los retrasados mentales que me dejan comentarios idiotas, que se pudran.

Este año fue muy interesante en múltiples aspectos; por supuesto incluyo en eso a la vida política y económica nacional, pero en lo personal y en lo profesional también me pasaron cosas muy padres.

En particular por fin subsané una de las deficiencias que aún tenía en mi carrera académica; finalmente titulé estudiantes de licenciatura que hicieron la tesis conmigo. Para compensar que me había tardado fueron dos; y espero que este año que empieza se vayan acumulando más.

Además hice un par de cosas que tal vez debí escribir entradas al respecto, pero pues básicamente dejé de escribir la segunda mitad del año.

La primera: por primera vez en mi vida fui al Zócalo a dar el grito de la independencia junto con el presidente de la República.

En el Zócalo

En el Zócalo

El Peje por supuesto me sigue cayendo muy mal; pero fue la primera vez en mi vida que daba el grito un tarado por el que hubiera votado yo y que además ganara (de calle, para que no quedaran dudas).

Fue interesante; da un poco de miedo como adoran muchos mexicanos al Peje, pero fue innegable la electrificación en el ambiente cuando ya iba a aparecer el presidente.

La segunda: después de, me parece, décadas, volví a ir a un concierto. El del 30 aniversario de Café Tacvba.

Me siguen sin gustar mucho los conciertos; pero a esta edad, con la gota, la artritis y el lumbago, de hecho se convierten también en medio tortura para mí. Por no decir que el hecho de que los fans de Café Tacvba tienen un montón básicamente mi edad, así que parecía una reunión geriátrica.

Pero vamos a decir que también estuvo divertido.

Este año se ve interesante, como el anterior. Hay un montón de cosas que pueden ocurrir bastante divertidas; pero también se pueden dar tragedias terribles, especialmente con nuestros vecinitos norteños. Yo, como no me canso de decir, sigo cautelosamente optimista.

Vamos a ver cómo nos va en este nuevo año y en esta nueva década.

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