Bloodborne

Un mes después de obtener mi platino en Batman: Arkham Origins, obtuve el platino de Bloodborne.

Bloodborne

Bloodborne

Bloodborne fue el primer juego nativo que jugué en el PS4, no una remasterización. Mis registros de trofeos muestran que me llevó unas cuatro semanas obtener el platino; pero eso es una mentira vil; me llevó varios meses, nada más que el juego (especialmente para mí, que nunca jugué ninguno de los juegos Souls) es bastante difícil y obtener el primer trofeo me llevó varias semanas.

El juego es excelente en el combate, de los mejores que he jugado. El ambiente también es espectacular, en la gótica y decadente ciudad de Yharnam. La música le queda al tono del juego, si bien no es de las mejores que he oído. Los gráficos son de los mejores que he visto en mi PS4, si bien el juego a veces tartamudea un poco. Y todos los elementos RPG del juego son muy divertidos; de hecho es de los pocos juegos que he continuado jugando después de obtener el platino, para poder maximizar las estadísticas de mi avatar.

Dicho todo lo anterior, Bloodborne tiene una historia pendejísima. Y ya sé que mucha gente la defiende porque es del estilo de las mamadas que escribía H. P. Lovecraft; el problema es que esas mamadas nunca me han gustado a mí (además de que el racista de Lovecraft siempre me ha caído mal).

La premisa principal (tanto de Lovecraft como de Bloodborne) de que los seres humanos estamos destinados o bien a una feliz ignorancia o bien a una inevitable locura si obtenemos los conocimientos del universo va en contra de todo lo que soy yo, como científico. Me parece una herramienta terriblemente perezosa al momento de crear una narrativa: no podemos explicar todo, porque de hecho no podemos comprenderlo como simples mortales.

Mamadas.

Eso no quita que el juego esté muy divertido si uno perdona el oscurantismo pretencioso de nunca explicar realmente nada a fondo. Los monstruos están chistosos y el combate es espectacular, además de que hay una cantidad ridícula de armas y de pociones (todas girando alrededor de la sangre, por alguna razón) y de marcas y de mostros.

Y no puedo dejar de mencionar los calabozos de cáliz (chalice dungeons), que son calabozos generados de manera aleatoria, aunque se pueden reproducir si uno tiene la semilla del generador de números aleatorios que aquí se les conoce como glifos (glyphs); aunque después de un rato todos los calabozos terminan pareciéndose, la verdad es que sí le agregan un montón de horas de juego a Bloodborne, especialmente si uno anda cazando materiales para mejorar las armas del arsenal.

El juego me hizo querer jugar los de la serie Souls, así que probablemente compre la trilogía remasterizada que acaba de salir para el PS4. Y es un buen juego insignia de la consola; si bien la historia sigue siendo estupidísima.

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RAID

Alrededor de la fecha en que publiqué mi entrada de Tenochtitlán, Aztlán comenzó a actuar de manera extraña. Me metí a ver qué pasaba (era fin de semana, así que no estba en CU) y el sistema de archivos estaba en modo de sólo lectura. Rezándole a dioses oscuros decidí reiniciarla; y a los dioses oscuros les valió madre, porque no regresó a la vida.

Al otro lunes llegué con mis desarmadores y un lector USB 3 de discos duros SATA, porque supuse que un disco duro había pasado a mejor vida. Y efectivamente eso fue lo que pasó; después de que lidié con todo lo que voy a platicar en esta entrada, verifiqué en la red y resulta que el disco duro (de 500 gigabytes) es del 2009, así que tenía 9 años funcionando. Honestamente no recuerdo si me lo dieron con mi computadora viejita al llegar a la Facultad o si lo traje de mi casa. Ambas opciones son posibles.

Como sea; el disco estaba en una situación precaria: mostraba que tenía una partición, pero la misma ni siquiera podía identificarse a sí misma. Eventualmente pude recuperar la información del disco usando ddrescue, excepto por algunos mensajes de la bitácora, que probablemente fue lo que desencadenó el problema: el disco comenzó a dar problemas; lo que causó la generación de múltiples mensajes de error; que la bitácora trató fielmente de guardar; lo que hizo que diera más problemas; etc. El disco duro justo contenía la partición con /var donde viven los mensajes de la bitácora o log (en /var/log).

Un par de semanas antes del incidente tengo 1 mensaje de ata1: SError: { PHYRdyChg 10B8B DevExch } entre otros; una semana después tendría 37; y el día que murió el disco duro tenía 305.

Aztlán de hecho tiene una cantidad decente de disco duro, así que moví todo el contenido de esa partición al disco duro principal de la máquina y la reviví; una vez que recuperé dicha información, obviamente (es una maravilla ddrescue, sólo entendiblemente lento). Aztlán quedó algo apretada en espacio, pero funcional, así que pedí un disco duro de 2 terabytes a Amazon, que en cuanto llegó lo instalé y todo regresó a la normalidad.

Sólo quedé algo ciscado; en /var también están las bases de datos de mi instancia de GitLab (¡y del Pensadero!), así que pedí otro disco duro de 2 terabytes a Amazon y se me ocurrió ir haciendo en Tenochtitlán un espejo diario de básicamente todo Aztlán. Pero Enrique me dijo que por qué mejor no hacía un RAID, que debo admitir ni siquiera se me había ocurrido.

El nuevo disco duro entonces lo puse en Tenochtitlán, donde procedí a crear un RAID 1 con los dos discos de 2 terabytes que tienen. En los hechos entonces sigo teniendo el mismo espacio; pero en cuanto agregue otro disco duro al RAID puedo convertirlo a nivel 5 y entonces tendré 4 terabytes distribuidos entre 3 discos de 2 terabytes. El tercer disco provee redundancia; el RAID puede perder completamente uno de los tres discos (o de los 2, mientras lo mantenga en nivel 1) y en cuanto lo reemplace puede comenzar a regresar a la normalidad sin en ningún momento perder datos o tiempo arriba.

Y puedo seguir agregando discos hasta que me harte.

Sobre el RAID 1 tengo un volumen lógico (LVM) para tener dos particiones; la memoria virtual (swap) de Tenochtitlán la tengo ahí, que es medio ridículo, porque tengo tanta memoria RAM que la virtual literalmente nunca ha sido usada, pero pues siempre he tenido memoria virtual y con tanto disco duro no veo por qué escamotearlo. El resto del volumen está para varias cosas en Tenochtitlán, pero básicamente es para respaldos. Comparto vía NFS un directorio del RAID con Aztlán para que diario haga un respaldo de toda la información importante de ella; y por supuesto también respaldo a Tenochtitlán.

Tener el LVM encima del RAID me permite rápidamente cambiar el tamaño de las particiones, que supongo será necesario cuando comience a crecer el tamaño del RAID (la próxima semana, con casi toda certeza). Y el RAID me permite no tener que preocuparme de que alguno de los discos duros de mis máquinas se muera (que inevitablemente volverá a ocurrir). Si se muere un disco duro del RAID sólo lo tengo que poner en modo de sólo lectura mientras reemplazo el disco duro dañado; si se muere alguno otro de los discos duros de alguna de mis máquinas en CU, únicamente tengo que cambiarlo y restaurar el respaldo. Cabe la posibilidad de que pierda hasta 24 horas de información; pero lo que más cambio en Tenochtitlán son mis documentos y esos los tengo en Git, que actualizo casi religiosamente y el servidor está en la instancia de GitLab de Aztlán. En Aztlán podría perder un par de entradas en el blog, pero como no escribo diaro dudo mucho que eso ocurra.

Me está gustando la configuración; cuando era estudiante pobre ni siquiera me pasaba por la cabeza el sacrificar todo un disco duro para poder utilizar RAID; hoy en día me importan mucho más mis datos que el costo de un disco duro, así que tiene todo el sentido del mundo hacerlo. Tanto es así que estoy seriamente pensando en hacer lo mismo en mi casa; armar una computadora especial para que funcione como NAS exportando vía NFS directorios a mis otras computadoras. Podría reemplazar a Atom, mi servidorcito casero (o mejor dicho; sería la nueva encarnación de Atom) y a mí media center; o podría tener un media center chiquitito que al iniciar montara los directorios con videos y demás del NAS.

Pero eso será a largo plazo (y con una inversión de dinero no despreciable, si lo hago como se me antoja); por ahora al menos mis datos en la UNAM (que incluye información de cursos y demás) están protegidos.

A menos que se queme mi cubículo, por supuesto.

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Batman: Arkham Origins

Cuatro meses después de terminar The Saboteur, obtuve mi platino de Batman: Arkham Origins.

Batman: Arkham Origins

Batman: Arkham Origins

A pesar de haberme dicho que regresaría en serio a mi hobby de gamer, no me supe organizar y durante esos cuatro meses sólo jugué este juego y The Playroom, que ni siquiera tiene platino.

Origins lo compré usado en un BlockBuster antes de que tronaran; y me produce sentimientos encontrados: es un juego de Batman en la serie Arkham, así que me encanta; pero no le llega ni a los talones a City. Sin embargo, tampoco es una basura como mucha gente dice; sólo en comparación con su antecesor sí queda muy mal parado.

La historia ocurre diez años antes que Asylum y relata los primeros días de Bruce Wayne como el Caballero Nocturno. También relata la primera aparición de varios de los súper villanos de la galería de Batman, en particular Joker. El juego es muy similar a los del resto de la serie Arkham, pero agrega una opción de viaje rápido (fast travel) que eliminaron en Batman: Arkham Knight para reemplazarla con el batimóvil; y además incorpora una modalidad de multijugador en línea, que es probablemente de las peores ideas que a cualquiera se le podría ocurrir para un juego de Batman (pero lo hicieron también con un juego de God of War, así que no se los echo demasiado en cara).

También es de los juegos más inestables que he jugado en mi PS3; me tronó a la mitad de estar jugando en múltiples ocasiones.

El juego tenía demasiadas circunstancias en su contra para que le fuera bien: era la tercera parte de una franquicia terriblemente exitosa, lo que casi garantizaba que decepcionaría; estaba escrito, producido e implementado por otro estudio, lo que probablemente explique la inestabilidad del juego; y era una precuela, que generalmente es difícil que salgan bien. Además, no contaba con el elenco de actores originales (en particular el actor del Joker hizo su mejor esfuerzo, pero es obvio que es un imitador de Mark Hamill como el Joker) y fue el último juego en esa generación de consolas, cuando era obvio que todos los estudios importantes estaban trabajando en los nuevos motores para las nuevas generaciones.

En su favor tiene que sigue siendo un juego de Arkham; que la historia aunque sea mafufa está divertida; y que la música es espectacular; tiene la mejor idea del mundo mundial: utilizar una versión sin voces y oscura de Carol of the Bells como tema musical del Joker. Es espectacular, en particular cuando lo integran a las apariciones del personaje en la historia.

En trofeos es en general sencillo; pero como agregaron la opción idiota de multijugador en línea, tuve que interactuar con otros seres humanos para sacarlos, lo cual detesto. No fue difícil, nada más lento y tardado. Lo que sí es que tuve la suerte de que justo cuando me faltaban únicamente un par de trofeos, anunciaron que cerrarían los servidores del juego unas semanas después, lo que eventualmente imposibilitaría obtener todos los trofeos del juego. Terminé de coleccionar todos los trofeos un mes antes de que cerraran los servidores y justo en ese momento un montón de gente se lanzó a tratar de completar el juego antes de que fuera imposible hacerlo. Yo me salvé de todo eso.

Como sea, Origins es sin duda la entrada más débil de todos los juegos de Arkham… pero sigue siendo uno de los juegos de Arkham, así que si pueden juéguenlo.

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Tenochtitlán

Estaba esperando un hecho específico para escribir de la nueva encarnación de Tenochtitlán, pero está tardando más de lo que yo esperaba, así que mejor lo hago de una vez.

Tenochtitlán es la máquina de escritorio que utilizo en mi cubículo de la Facultad de Ciencias. Aztlán es el servidor, es la máquina que vive con una IP pública; de hecho está en la LAN del Departamento de Matemáticas, pero los de cómputo de la Facultad redirigen el tráfico que llega a la IP pública a la IP interna que tiene Aztlán en dicha LAN.

Aztlán tiene dos tarjetas de red: una que usa la IP de la LAN interna del departamento (y a la que le llega el tráfico de la IP pública); y otra que la conecto a un conmutador (swticher) que a su vez es un punto de acceso inalámbrico en mi cubículo. El punto de acceso está detrás de Aztlán para que el tráfico de mi red interna no contamine el tráfico de la LAN del departamento.

Del punto de acceso se cuelgan todos mis dispositivos personales; mi impresora, mi laptop, mi teléfono celular… y por supuesto Tenochtitlán, que como ya dije es mi computadora de escritorio.

Red del cubículo

Red del cubículo

Se llama Tenochtitlán porque le sigue a Aztlán.

Como sea; la historia de Tenochtitlán es interesante. Nada más debo enfatizar que ya tiene años que cuando hablo de computadoras, no me refiero al hardware; me refiero a la instalación de Linux que vive en esa computadora. Cuando actualizo mis equipos nada más muevo dichas instalaciones del hardware viejo al hardware nuevo; para mí (y en los hechos) la computadora sigue siendo la misma aunque tenga hardware completamente distinto.

En otras palabras, lo que me importa es el alma, no la carne.

Cuando llegué a mi cubículo, me dieron una computadora viejísima, una Dell Inspiron del año del caldo. Estoy casi seguro que tenía un procesador Celeron y como 512 megabytes de memoria; pero no lo puedo garantizar porque nunca usé esa máquina, realmente. Hacía poco que había actualizado la computadora de mi casa (a un Core i7-4790 a 3.60GHz en una placa madre Gigabyte Z97X-SLI-CF), así que llevé la placa madre, procesador y memoria del hardware viejo en mi casa (un Core 2 Quad con 4 Gb de memoria) y se los puse al gabinete de la Dell Inspiron. La placa madre, procesador y memoria de la Dell Inspiron los guardé en una caja en mi cubículo y me olvidé de ellos.

Esa fue la primera encarnación de Tenochtitlán, que debí usar como 15 minutos, porque me harté de la velocidad glacial (comparada a la de mi casa). Así que compré un clon un poco más modesto de la computadora que tenía en mi casa; placa madre muy parecida (un poquito peor, una Gigabyte H97-Gaming 3), procesor muy parecido (un poquito más lento, un Core i7-4770 a 3.40GHz) y exactamente la misma memoria, 16Gb. Tenía dinero de haber estado trabajando en el INE.

También compré el gabinete más barato que pude encontrar y llevé todo esto a mi cubículo, reportándolo propiamente. Ya corriendo la máquina en mi cubículo, procedí a transplantar Tenochtitlán a su segunda encarnación; y el hardware viejo de Tenochtitlán (el Core 2 Quad) se convirtió en Aztlán, que también fue de las razones para hacer todos esos movimientos.

El monitor, teclado y ratón eran los que me habían dado junto con la Dell Inspiron, aunque también llevé un ratón óptico viejo que tenía en mi casa, porque el de la Dell era de los que todavía tenía bola.

Así funcionaron las cosas un par de años, hasta que pedí un proyecto y del mismo saqué dinero para actualizar mi computadora de escritorio. Lo cual está muy bien, no tanto por mi máquina de escritorio, sino por Aztlán; entre mi blog, mi lector RSS, mi instancia de GitLab y varias otras cosas, la pobre máquina (con nada más 4Gb de memoria) ya estaba en las últimas.

Como en mi proyecto pedí un presupuesto razonablemente alto para mi computadora, esto me permitió comprarme una máquina bastante buena.

Tiene un procesador Core i7-7700k a 4.2Ghz, una placa madre Asus Sabertooth Z170 Mark 1 y 32Gb de memoria Corsair Vengeance a 3000Mhz de velocidad. Además tiene un disipador de calor Cooler Master Evo 212, un disco duro M.2 NVME Kingston SKC1000 de 240Gb para el sistema operativo, un disco de estado sólido Kingston 400 de 240Gb para mi ${HOME} y un disco de duro mecánico híbrido SeaGate Firecuda ST2000DX002 de 2 Tb para datos. Todo esto está dentro de un gabinete Cooler Master MasterCase Pro 5 con seis ventiladores de 120 milímetros (dos de ellos abrazando al disipador) y uno extra de 140 milímetros. Por último, pedí un ratón HP OMEN X9000 y un teclado HyperX Alloy FPS Cherry MX Red, junto a un monitor LG ultrawide (21:9 en lugar de 16:9) de 29 pulgadas; curvo, por supuesto. Todo está alimentado por una fuente de poder Thermaltake Smart M de 850 watts, semi modular. Ah, y unas bocinas Amazon Basics A100, nada más porque las bocinas USB que usaba antes eran realmente una tarjeta de sonido USB. Esto causaba que no funcionara nada más conectar y desconectar mis audífonos de la computadora; tenía que cambiar de tarjeta de sonido en mis aplicaciones, lo cual era muy molesto.

Si saben el estado actual del equipo de cómputo para escritorio moderno, exceptuando por la falta de una tarjeta de video discreta de alto nivel, acabo de describir una buena (aunque no excelente) plataforma para un gamer. Esto no es accidental; desde hace ya varios años resulta que el mejor equipo de cómputo para trabajar suele ser también el mejor equipo para jugar. Lo único malo es que todo incluye iluminación RGB, que desde mi punto de vista es de tan buen gusto como los microbuses con luces de neón.

Y hubiera comprado también una tarjeta de video discreta; nada del otro mundo, algo como una Nvidia GTX 1050 Ti, pero gracias a los mineros de criptomonedas el precio de los GPUs se ha disparado al cielo (aunque al parecer está a punto de caer de nuevo). Y realmente no la necesito; es una máquina para trabajar, no para jugar: esa computadora nunca va a tener Windows instalado.

La computadora llegó en piezas y la armé yo, porque he venido armando mis propias computadoras (excepto laptops) desde hace casi veinte años. Me llevó varios días por algunos inconvenientes que no preví; el procesador venía sin disipador (hasta ahora siempre había usado el disipador incluido en los procesadores Intel), así que tuve que ir de emergencia a comprar el disipador Cooler Master. Luego no lograba que la placa madre llegara a POST, porque el procesador no estaba soportado; tuve que actualizar el BIOS vía USB, pero además determinar que ese era el problema me llevó horas. Y por último decidí quedarme con el monitor ViewSonic de 24 pulgadas al que nos actualizaron a todos los profesores (me parece) en el departamento. Lo puse en modo vertical al lado del monitor ultra ancho y está excelente para escribir; puedo tener el PDF de salida de \LaTeX en ese monitor, lo que me permite ver una hoja en tamaño mucho mayor al natural.

Doble monitor

Doble monitor

Pero eso significó comprar un brazo para el segundo monitor. Por suerte, todos los extras también están cubiertos por el presupuesto de mi proyecto.

Una vez terminada la tercera y última (por ahora) encarnación de Tenochtitlán, procedí a reencarnar Aztlán en el viejo hardware de la primera, lo cual fue mucho más sencillo, pero aproveché que mi cubículo ya parecía zona de guerra para abrir la computadora y darle una buena limpiada. Por último, saqué mi Core 2 Quad del gabinete de la Dell Inspiron y le regresé su hardware original, que devolví al departamento.

Esta combinación de gabinete, fuente de poder y hardware en general me permitían hacer por primera vez algo a lo que nunca me he aventado; enfríar la computadora con líquido en lugar de aire. Pero la verdad, aunque un AIO sí me animaría a ponerlo (digamos, el Cooler Master Nepton 240m), cualquier otra cosa me daría terror que hubiera fugas: a veces pasan semanas sin que esté en mi cubículo (por ejemplo en vacaciones) y no podría ir de inmediato a reparar una fuga de líquido en mi computadora. Además, no planeo aumentar la velocidad de reloj (overclock) del CPU (aunque sí activé el turbo para que llegue a 4.5Ghz), no tengo GPU y con 7 ventiladores (dos al frente, dos abrazando al CPU, dos arriba y uno grande detrás), el CPU se mantiene bastante fresco, quedándose a no más de 46° cuando compilo Chromium con todos los núcleos utilizándose al 100%.

La nueva encarnación de Tenochtitlán es notablemente más rápida que la anterior (en particular el disco duro NVME es ridículamente rápido) y la verdad se ve bastante impresionante la configuración con 2 monitores, uno de ellos vertical. Es una buena máquina y espero que me dure al menos unos cinco años.

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Misión: Imposible Repercusión

El fin de semana fui a ver Mission Possible: Fallout, porque por qué no.

Se aplican las de siempre.

Mission: Impossible Fallout

Mission: Impossible Fallout

Esta última entrega de Mission: Impossible ha sido laureada como la mejor de toda la saga; algunos dicen que es la mejor película de Tomás Crucero. Yo la verdad no veo la razón de tanta alharaca; sin duda alguna está divertida, pero no creo que sea mucho mejor que las anteriores.

Como sea; la recomiendo ampliamente porque es hilarante en varias partes (las situaciones en las que la IMF se encuentra son tan, valga la rebuznancia, imposibles que no queda de otra sino reírse); porque Rebecca Ferguson es una mujer básicamente perfecta; porque está simpático ver de nuevo a Michelle Monaghan como la sufrida ex-esposa de Ethan Hunt; porque Vanessa Kirby es encantadora como la Viuda Blanca (y está muy simpático que sea la hija de Max, de la primera película hace 22 años; y que como su madre no pueda quitarle las manos de encima a Ethan); porque Henry Cavill es imponente como un mastodonte mirando al zotaco de Tom Cruise (aunque la verdad lo desperdician un poco); y porque tiene acción idiota todo el tiempo.

Pero no sé en buena conciencia quién podría decir que es una “buena” película. Es un churrito de acción muy bien hecho, divertido y que cumple su cometido. Y sí, es impresionante ver como Tom Cruise arriesga su vida con escenas de acción cada vez más ridículas y peligrosas, pero la verdad no voy al cine a ver eso. Si lo hubieran filmado todo en pantalla verde con CGI y sin arriesgar la salud de nadie, yo creo que me hubiera gustado igual.

De cualquier manera vayan y véanla; sin duda alguna vale la pena verla en el cine y nada más por las encantadoras féminas que aparecen se justifica el precio del boleto.

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The Saboteur

Una semana después de obtener mi trofeo en Uncharted: Drake’s Fortune Remastered, obtuve el de The Saboteur.

The Saboteur

The Saboteur

A pesar de que la diferencia entre este platino y su predecesor fue de una semana, el tiempo total que estuve jugando The Saboteur fue de nueve meses. Esporádicamente. The Saboteur es todavía de los juegos que compré en mi viaje a California en 2011; acostumbraba ir a GameStop y comprar juegos usados que estuvieran en menos de 5 dólares y que hubiera leído en línea que pudieran gustarme. No sé exactamente cuántos juegos compré entonces, pero sí fueron decenas; y (como puede verse) no he terminado con todos, todavía.

Me encantó The Saboteur, pero exceptuando hacia el final, nunca lo jugué con mucha regularidad. Fue hasta que compré mi PS4 y que me dije que era hora de retomar mi hobby de gamer que por fin me dediqué en serio a terminar el juego.

Como decía arriba, me encantó The Saboteur; como su nombre indica uno juega como un saboteador de la resistencia francesa (aunque el personaje es irlandés) durante la ocupación nazi de París en la Segunda Guerra Mundia. El juego es en blanco y negro (excepto algunos toques de color, como los rojos nazis) mientras uno no “libere” (le dicen “inspirar”) una zona y cuando uno por fin libera una zona, el juego es hermoso mostando en glorioso color un París casi caricaturesco

París

París

La música es espectacular; el modo de juego es bastante divertido, siendo de mundo abierto (bien podría llamarse Grand Theft Auto: French Resistance) y esto incluye manejar un montón de carros preciosos de los años 40s; el combate es pasable, pero las secciones de estar infiltrando bases nazis es divertidísimo; y la historia es medio mafufa, pero es al fin y al cabo un juego de matar nazis, que siempre se agradece.

Los trofeos además están muy divertidos, si bien como suele ser el caso con juegos de mundo abierto hay que hacer un montón de cosas, pero no me molestó porque el juego es muy entretenido.

The Saboteur es un juego altamente recomendable y que ha envejecido muy bien. Si tienen acceso a un PS3 y pueden juéguenlo, es de mis juegos preferidos de esa generación.

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