Estoy a punto de despegar rumbo a México. Este viaje estuvo muy divertido, pero también productivo. De cualquier manera, me alegra volver a casa.
Nos vemos del otro lado del charco.

Porque a veces tienes tantos pensamientos, que te gustaría sacarte algunos de la cabeza.
Estoy a punto de despegar rumbo a México. Este viaje estuvo muy divertido, pero también productivo. De cualquier manera, me alegra volver a casa.
Nos vemos del otro lado del charco.
Un par de semanas después de obtener mi platino en God of War III Remastered, obtuve el de Uncharted: Drake’s Fortune Remastered.
Uncharted: Drake’s Fortune es uno de los juegos insignia del PlayStation 3. La versión remasterizada es idéntica, sólo se ve más bonita.
Puede parecer irónico que mis primeros dos platinos en el PS4 sean versiones remasterizadas de juegos que ya había jugado en el PS3, pero para mí hace todo el sentido del mundo. Y de hecho he seguido comprando versiones remasterizadas de juegos que ya había jugado antes; dudo dejar de hacerlo: si un juego me gustó en el PS3, me va a seguir gustando en el PS4.
Como sea, el primer juego de Uncharted se juega bastante bien en el PS4 y agrega un par de trofeos interesantes que la versión del PS3 no tenía. Fuera de eso, es literalmente igual a la versión del PS3, así que no hay mucho más qué decir; nada más tal vez que sí disfruté bastante volver a jugar la primera aventura de Nathan Drake.
Una de las cosas que me gusta hacer en Barcelona (y que lamentablemente no hago nada similar en la Ciudad de México) es ir caminando al restaurante Paco Alcalde y comerme o bien una paella o bien un arroz negro junto con media botella de vino. Como normalmente me hospedo cerca de la UPC, esta caminata me suele llevar un par de horas y aprovecho para tomarme un café y meterme a librerías de viejo; llevo años buscando las ediciones en español de The Dispossessed de Ursula K. Le Guin y Hawksbill Station de Robert Silverberg, porque quiero que mi papá las lea.
Esta vez me tocó lluvia, que como suele ser normal en Barcelona cae fuerte sólo unos cuantos minutos y al rato el sol está de nuevo a todo lo que da; esto resultó en que mi caminata tardara más de lo normal y que me mojara un poco.
En verdad me gusta Barcelona, pero debo admitir que mis viajes aquí han adquirido cierta cotidianidad; aunque por supuesto no vengo nada más porque me gusta, vengo porque tengo con quién trabajar aquí y entonces encaja en mi vida académica. De cualquier manera, sí me sorprendió que cuando comenzó a caer la lluvia, no dudé un momento en abandonar mi plan de llegar por la Diagonal hasta la Sagrada Familia y dirigirme directo a Plaza Cataluña. No pensaba entrar de cualquier manera, iba a sólo ver los avances de la obra por afuera.
Mi punto es que no hay esa ligera angustia que existe al ir a otras ciudades, de sentir la obligación de ir a todos los lugares que se puedan porque quién sabe cuándo se pueda regresar (si es que es posible). Si esta vez no vuelvo a ver la Sagrada Familia, la iré a ver la próxima vez que venga. Porque siempre habrá próxima vez, dado que Barcelona es como mi segundo hogar.
Ocho meses después de que obtuve mi platino en God of War: Ascension, fue el turno de God of War III Remastered, la versión para el PlayStation 4.
A finales de 2014 estaba ganando muy bien, porque entré a trabajar al INE para los trabajos de redistritación. Al año siguiente fue que compré mi Mini Cooper, y para mi cumpleaños decidí regalarme un PlayStation 4; la consola llevaba para entonces dos años y medio de haber salido y me dije a mí mismo que ya era hora de comprarla.
Junto con el PS4 compré cuatro juegos: Bloodborne, Batman: Arkham Knight, Uncharted: The Nathan Drake Collection (que tiene las versiones remasterizadas de Uncharted 1, 2 y 3) y God of War III Remastered. Los cuatro (o seis) juegos me parecen extraordinarios, por cierto.
Había dejado de jugar bastante para ese momento (de ahí la pausa de platinos de más de medio año) y fue mi objetivo retomar mi principal hobby más enserio y además explorar qué es lo que tenía que ofrecer el PS4. En particular, también fue una especie de reconciliación que tuve con Kratos, porque es difícil simpatizar con el sicótico espartano; suele hartar después de un tiempo.
Además, yo creía que podía sencillamente levantar los trofeos de mis juegos de PS3 en las versiones remasterizadas; todavía no sabía que eso sólo es en algunos juegos. Como sea, me chuté de nuevo God of War III Remastered y fue mi primer platino en el PS4.
El juego es idéntico a la versión de PS3, sólo con mejores texturas y 60 FPS estables a lo largo del juego. Así que ahí no hubo nada nuevo.
Y pues es de nuevo Kratos destazando todo lo que se le ponga enfrente; al final de esta entrega (remasterizada), estaba de nuevo a punto de dejarle de hablar al espartano, pero el juego de 2018 cambió todo eso. Pero de eso hablaré después.
De nuevo estoy en el Aeropuerto de la CDMX esperando a abordar mi vuelo a Barcelona, vía Madrid. Este año el itinerario es mucho más sencillo que el anterior; voy a ir a pasear con mi mamá a Bilbao y a una estancia de investigación en Barcelona. Regreso a México el 29 de julio, persiguiendo el atardecer.
Como había mencionado que haría la última vez que me trepé a un avión, estoy en la sala de espera mamona que puedo usar por mi tarjeta de crédito. No sé si mi crédito aumentó desde la última vez o si ahora ando más guapo, pero esta vez sí me ofrecieron bebidas alcohólicas, por lo que estoy muy contento tomándome un tequila antes de treparme a mi avión.
Estas vacaciones han sido extrañas; entre las elecciones (que sí me tuvieron más preocupado de lo que me permito admitir), la bola de cosas que tengo pendientes y preparar el viaje, realmente no he descansado mucho. Y pues a Barcelona, como siempre, voy en gran medida a trabajar, no ha descansar. Pero espero sí disfrutar el paseo en Bilbao; nunca he estado ahí y es la primera vez que mi mamá y yo paseamos en Europa.
Independientemente, ir a Barcelona es como regresar a mi segunda casa, así que eso sí lo espero con ansias.
Los veo del otro lado del charco. Si el avión tiene el buen gusto de no caerse.
El martes fui a ver Ant-Man and the Wasp, porque aunque sigo y seguiré siendo fiel al Universo Marvel, varias de sus películas creo que no ameritan el “plus” de ir a verlas el fin de semana de su estreno. Ésta en particular no amerita ni siquiera que se vea en el cine.
Se aplican las de siempre.
Ésta debe ser una de las peores películas del Universo Marvel; la historia es patéticamente simple (hay que rescatar a mamá), así que la rellenan con un montón de historias secundarias la mayor parte intrascendentes; casi no hay acción y básicamente todo lo que hay de acción salía en el avance; y la trama tiene más hoyos que una red de pescar, con el aspecto “científico” en particular de las párticulas Pym tomando un papel para motivos prácticos mágico. La premisa de la película (el hacer cosas chiquitas o grandotas) es completamente inverosímil… y quiero decir, dentro de un universo con dioses nórdicos, gigantes verdes y armaduras con “nanotecnología” también mágica, lo que pueden hacer las párticulas Pym es sencillamente inverosímil. No tiene el menor sentido.
Y por supuesto me encantó la película.
Por más tarada que fuera la historia (hay que rescatar a mamá), me dio gusto dar un paso hacia atrás de todas las mamadas que afectan literalmente a toda la realidad en el Universo Marvel. Nada de salvar a toda la vida en existencia; o a un planeta; o a una ciudad; o ni siquiera una tiendita de la esquina: la misión es realmente simple (hay que rescatar a mamá).
Y además es un error ver a esta película como una de superhéroes; es realmente una comedia, que ocurre que aparecen superhéroes del MCU en ella. Como comedia es bastante divertida, en gran medida por Paul Rudd, que sostiene con su actuación gran parte del peso del churrito, exitosamente además. Evangeline Lily me sigue encantando y aunque le dan poco para hacer desde el punto de vista de su personaje, tiene todas las mejores dos escenas de acción del churro. Michael Douglas sigue siendo un viejito encantador cascarrabias y ahora se le unen en el club de la tercera edad Laurence Fishburne y Michelle Pfeiffer (que la cabrona se sigue viendo bellísima); y aunque sale muy poquito la Pfeiffer, al final hace sentir mejor a la hermosa villana con sus dedos, lo cual por supuesto siempre quiero ver. La hermosa villana, por cierto, es simpáticamente interpretada de forma pastelera por Hannah John-Kammen. Y por supuesto Michael Peña se roba todas las escenas donde sale, haciéndola de mexicano encantador, que le es fácil porque es básicamente un mexicano encantador.
Sinceramente no creo que valga la pena ver esta película en el cine (muy poca y nada espectacular acción), y la mayor parte de la gente debe estar de acuerdo conmigo porque no le está yendo muy bien. Pero sin duda alguna está excelente para una tarde dominguera enfrente de la tele o en algún vuelo que tomen que dure más de dos horas. Es sin duda alguna divertida y yo iré a ver la secuela en el cine, porque le soy fiel al MCU.
Pero ustedes probablemente deban esperar a que sea rentable. Tanto ésta como la secuela, que me parece sí harán.
Hoy que se cumple una semana del triunfo del Peje me gustaría escribir algunos comentarios al respecto. Pero de verdad no quiero estar escribiendo de las pendejadas que haga o deje de hacer el Peje durante su sexenio; a menos que sea algo realmente significativo (ya sea positiva o negativamente), espero obviar mis comentarios. Tengo demasiadas cosas que hacer en mi trabajo de verdad como para estar además siguiendo cada movimiento del tabasqueño.
Lo primero que noté esta semana es que qué bonito es ganar, porque de repente un montón de gente que siempre atacó al Peje ahora está de acuerdo con él y lo encomiendan y abrazan y le desean suerte y demás. Hubiera estado padre que lo hicieran hace 12 años, nos hubiéramos evitados cientos de miles de muertes en la guerra criminal de Calderón y Peña Nieto, pero supongo que es mejor tarde que nunca.
Lo segundo es lo ardido del mensaje del sub Marcos (o como sea que se haga llamar ahora, no me interesa realmente). Por supuesto los zapatistas son de los que (potencialmente) más debilitados quedarán si el Peje cumple aunque sea una fracción de lo que prometió; pero claro que ese debilitamiento comenzó cuando decidieron intentar lanzar la candidatura de Marichuy. Primero porque mostraron que (exceptuando para evitar que los maten) no pueden movilizar a un porcentaje importante de la población en el país; pero además porque varios de los que siempre los han apoyado se sintieron traicionados de que le entraran (por más sarcásticamente que fuera) al juego electoral.
Lo tercero es que el pobre Peje ni siquiera ha podido descansar unos días, y ya hay ataques por la izquierda (que cómo que elogia a Peña Nieto o que se abraza con empresarios) y de la derecha (que no va a poder cumplir nada de lo que prometió). De lo primero no sé quién se puede sentir extrañado; el Peje siempre ha sido pragmático (entre otras cosas por eso voté por él). La verdad tampoco me gusta, pero lo entiendo perfectamente. De lo segundo un montón (bueno, ni tanto; perdieron de calle las elecciones) se les olvida que aquí se cumple la regla del apocalipsis zombi: cuando los zombies comiencen a comerse a todo el mundo, para seguir sobreviviendo uno no tiene por qué ser el más rápido de los sobrevivientes. Sólo hay que ser más rápido que algún otro.
Los únicos que de verdad ven al Peje como un mesías y que esperan que resuelva todo mágicamente, son justamente los que le van a perdonar lo que sea (o lo justificarán por “interferencias” de “la mafia del poder”). Todos los demás que votamos por él nada más esperamos una mejora (por pequeña que sea) del terrible trabajo que han hecho los últimos 3 o 4 presidentes; entonces el Peje tiene su chamba bastante sencilla: conque no sea igual o peor de tarado que Fox, Calderón y Peña Nieto, nos vamos a dar por bien servidos.
Si además consigue mejorar las cosas significativamente, el tarado va a pasar a la historia como uno de nuestros mejores presidentes, nada más porque los demás presidentes fueron increíblemente incompetentes. Vamos a ver, yo sigo cautelosamente optimista.
Nada más para cerrar y aprovechando que ya escribí del Peje; es algo pequeño, pero de las cosas que justifican que votara por él: que la UNAM regrese en masa al gabinete de gobierno. Una muestra de la incompetencia de los últimos presidentes es que dejaran (en su mayoría) fuera del gabinete a los egresados de la mejor universidad de Latinoamérica. Nueve de los miembros del gabinete (más de la mitad) son de la UNAM; y dos y dos de la UAM y Chapingo, que son universidades hermanas. Ah, y que dicho gabinete contenga tantas mujeres.
Y por supuesto el Peje es egresado de la UNAM.
Eso de entrada magnifica mi cauteloso optimismo.
Un par de semanas de obtener mi platino de Prince of Persia, obtuve el de God of War: Ascension.
Este juego no lo compré, me salió gratis con mi subscripción a PlayStation Plus, donde regalan juegos gratis cada mes, aunque dentro de poco menos de un año dejarán de hacerlo para el PS3. Me parece que es el primer juego que obtuve gratis con PS+ y del que obtuve el platino.
El segundo título de God of War en salir para el PlayStation 3, es tal vez el más intrascendente en historia o mecánica de juego; incluyendo el indudablemente fallido intento de incorporar una componente multijugador en línea a la franquicia. La historia ocurre seis meses después de que Kratos asesinara a su familia, y lo más interesante de la misma es que es de las pocas ocasiones (si no es que la única), en que Kratos se hace de un amigo al que aprecia… y que procede a matar al final del juego, porque es Kratos al fin y al cabo.
Como sea, está divertido el juego si bien consiste en como siempre estar despedazando todo lo que uno se encuentra en su camino. No me quejo; para eso jugaba uno las aventuras del sicótico Kratos (éste lo jugué antes del nuevo juego de 2018). Mecánicamente es una sutil mejora sobre GoW3, pero nada del otro mundo.
En trofeos es sencillo, como suelen ser los juegos de God of War; y tienen el buen gusto de no requerir nada del componente en línea, excepto crear un avatar y jurar lealtad a un dios del Olimpo.
De todas las entradas de God of War, ésta es la que menos impacto deja; incluso me parecen más trascendentes los portes del PSP. De cualquier forma está divertido, y dado que ya había jugado todos los juegos de Kratos hasta ese momento, no había forma de que me lo perdiera. Más aún porque el juego me salió gratis en PlayStation Plus.
Y el juego se vuelve todavía más soso si lo comparamos con el espectacular juego de la franquicia que salió este año; pero de esa entrega escribiré más adelante.
Para sorpresa de absolutamente nadie, dadas las encuestas y la increíble incompetencia de las campañas de Ricardo Anaya y José Antonio Meade, Andrés Manuel López Obrador ganó de calle las elecciones este 1° de julio. La sorpresa fue la magnitud de la victoria: yo estaba seguro de que el Peje ganaría, pero me conformaba con un 46% de los votos; esperaba 48%; y soñaba con que alcanzara el 50%.
El Peje ganó las elecciones con más del 53% de los votos contabilizados (según el análisis estadístico del INE, es imposible que baje de eso), lo cual lo convertirá en el presidente más legítimo y con un mandato más claro de los últimos 30 años; si todos los mexicanos que votaron por alguien distinto al Peje o que anularon su voto hubieran votado por un contrincante único, AMLO hubiera ganado de cualquier manera. La última vez que algo remotamente similar ocurrió se supone fue con Salinas, que también “ganó” con más de 50% de los votos, pero el análisis histórico hace muy dudable que haya sido limpiamente. Encima de todo lo anterior, la coalición que lidera Morena consiguió una mayoría absoluta en el Congreso de la Unión. Sumen a eso que con casi toda certeza el PRI y el PRD se van a desfondar y muchos de sus diputados votarán con la coalición lidereada por el presidente electo, y entonces tenemos una situación donde impulsar reformas constitucionales es de hecho posible.
Todo indica que hubo fraude en todo el país para tratar de minimizar la victoria del Peje (compra y supresión de voto, principalmente); no me extrañaría que en una elección más limpia su victoria hubiera sido más amplia. Pero incluso con todas sus imperfecciones, hay que reconocerle al INE el haber realizado una segunda elección que vaya a resultar en cambio de régimen, esperemos real en esta ocasión. Estas elecciones servirán para que el Instituto recupere mucho de la legitimidad perdida después del fraude de 2006 y de la compra masiva de votos en el 2012, pero de cualquier manera se debe seguir trabajando para que no se viole la ley electoral en ninguna parte del país de ninguna manera. Por muy pocos que sean los votos que puedan resultar de fraude, siempre se debe buscar que sean cero.
Después del 2012, la verdad yo no le tenía mucha fe a la izquierda mexicana; y de hecho voté por el PT ese año, porque ya me tenía hasta la madre el PRD. Cuando el Peje anunció que crearía su propio “movimiento”, yo supuse que su carrera política estaba terminada y que era posible que no me tocara ver a la izquierda ganando unas elecciones presidenciales en el país. No podría haber estado más equivocado.
Después de las elecciones del 2015 (y de que un montón de conocidos estuvieran jode y jode con que me uniera a Morena), comencé a darle el beneficio de la duda. Pero fue en noviembre de 2016 que vi que el Peje sí tenía una oportunidad real de ganar este año. Al otro día de que Trump ganó las elecciones presidenciales gringas, de inmediato me quedó claro que Andrés Manuel iba a llegar a la campaña con una situación nacional básicamente ideal para que ganara.
Y en cuanto se definieron los candidatos de las demás coaliciones fue que empecé a decirle a todo el que me preguntaba que el Peje iba a ganar, pero que no le dijeran a nadie. Literalmente como niño chiquito no quería que la cosa se chispeara y cuando me preguntaban yo respondía que el Peje iba a ganar, pero que no le dijeran a nadie. Por esa razón también tardé tanto en comenzar a volver a escribir de política en el blog; y cuando empecé de hecho fue con cosas muy generales, relativamente alejadas de la elección.
La situación que parecía ideal justo después de que Trump ganara por el mecanismo demente de Colegio Electoral que usan los gringos, y que mejoró más cuando quedaron claros que los tarados de Anaya y Meade serían los contrincantes del Peje, sólo fue mejorando y mejorando para Andrés Manuel y Morena. Si uno ve casi todas las encuestas, la preferencia a favor del Peje fue en aumento casi permanente. Hay que reconocerle su ritmo demencial de trabajo visitando todo el país y la labor impecable que realizó Tatiana Clouthier como Coordinadora de campaña.
¿Y ahora qué?
Yo estoy cautelosamente optimista de la situación. Ciertamente estoy convencido de que nos irá mejor con el Peje que como nos hubiera ido con Anaya o Meade; pero incluso creo que pueden mejorar algunas cosas. Ya no soy adolescente para creer que todo se va a resolver mágicamente, pero sí creo que en ciertas cosas (educación, salud, energía, seguridad, corrupción) en seis años es posible que el balance sea positivo. Posible, no seguro.
(Y más le vale al tarado del Peje tratar de legalizar la mariguana lo más pronto posible; es de las cosas más sencillas que podría hacer que son populares, que le quitan poder al narco y que me parece el mundo está llegando al consenso de que es lo más sensato.)
También me da mucho gusto que toda una nueva generación de mexicanos jóvenes, sus primeras elecciones presidenciales hayan resultado en un cambio verdadero; con casi toda certeza esto resultará en que sigan participando en la vida política nacional. Esperemos también que este cambio sea positivo; pero como digo arriba, sí lo creo posible. Soy inherentemente optimista, pues soy de izquierda.
Y aunque no siento una euforia como estoy seguro hubiera sentido en el 2006, sí estoy contento. No es una izquierda terriblemente progresiva la que llega al poder; pero sí es izquierda (más rosada que roja, pero izquierda). Más importante todavía, el triunfo de Morena y el Peje es el resultado de una movilización izquierdista que comenzó antes de que yo naciera; la izquierda es la que realmente consiguió la apertura política a nuevos partidos; la izquierda es la que consiguió que se instituyera el IFE (ahora INE); la izquierda fue la que ha gobernado a la CDMX desde hace más de 20 años con un balance generalmente positivo. No estoy minimizando el trabajo que el Peje y su equipo hicieron estos últimos seis años; pero sí se cuelga de un trabajo que comenzó realmente con las movilizaciones estudiantiles de 1968 y 1971 (si no es que antes).
Eso vale la pena celebrarlo.
Hacia el futuro nos esperan las responsabilidades que nos tocan a todos como mexicanos, pero que convenientemente muchas veces olvidamos. Debemos ser vigilantes del Peje cuando haga tarugadas (y sin duda alguna hará tarugadas); pero esa responsabilidad es todavía más fuerte para los que votamos por él. Cuando haga una estupidez, debemos ser los primeros en criticarlo.
Pero también entiendan los que no votaron por el Peje que no vamos a criticarlo por cosas que nosotros queremos que haga. Si logra echar para atrás las “reformas estructurales” o la reforma educativa, yo no voy a criticar al Peje; todo lo contrario, lo voy a aplaudir. Por eso voté por él, entre otras cosas.
Vamos a ver qué es lo que pasa; como les digo, me mantengo cautelosamente optimista. Pero hoy, hoy yo voy a celebrar que por fin ganó la izquierda una elección presidencial y que mis padres, luchadores de izquierda de toda la vida, pudieron vivir para verlo.
(Creé una página para agrupar todas las entradas de esta serie; la pueden ver aquí.)
Hace 21 años, en 1997, salí a votar por primera vez. Desde esa vez, cada 3 años, he participado en todas las elecciones que me han tocado; excepto hace 3 años que estaba en Grecia y me acordé estando allá que habían elecciones esa semana.
El poder votar (en el caso de la Ciudad de México) nos costó sangre, sudor y lágrimas; el que nuestros votos de hecho sirvieran de algo nos costó todavía más. El no aprovechar este derecho y cumplir con esta obligación no sólo es una monumental estupidez dado que afecta todos los aspectos de nuestras vidas; es una falta de respeto a todos los mexicanos que literalmente dieron su vida luchando, por definición dentro de la vía pacífica, para que fuera posible.
Así que salgan y voten. Por la opción menos mala, si ese es su punto de vista; al fin y al cabo una de esas opciones es la que va a quedar y determinará (en gran medida) cómo se distribuyen los recursos que al pagar impuestos generamos.