Ant-Man

El viernes fui a ver Ant-Man. Se aplican las de siempre.

Ant-Man

Ant-Man

Ant-Man debe ser de los superhéroes con los poderes más estúpidos que puedan existir. El equivalente de DC Comics (Atom) se las ingeniaba para hacer algunas cosas medianamente interesantes, pero Hank Pym en Marvel siempre fue más bien una broma. Me declaro lo suficientemente viejo como para que ya no haya leído ningún cómic de Marvel con Scott Lang como Ant-Man, pero la verdad el poder de “hacerse chiquito” nunca me ha parecido muy interesante.

Dando eso como antecendente, creo que Ant-Man es tan buena como era humanamente posible esperar, en gran medida por el espectacular elenco. Paul Rudd abraza sus raíces cómicas y las explota en la mejor de las maneras en esta película interpretando a Scott Lang. Jamás me voy a tragar que Paul Rudd sea un superhéroe; pero de entrada no puedo tragar que “hacerme tan pequeño que me puede aplastar un niño” sea un superpoder, entonces está bien. La hermosísima Evangeline Lilly interpreta a la hija de Hank Pym y su esposa, Janet van Dyne, Hope, además del obvio interés romántico de Lang. Es un papel más bien pequeño, especialmente porque no hay realmente romance, pero lo maneja de manera excelente. Michael Douglas aparece rejuvenecido al inicio de la película (muy buen efecto especial, por cierto), y después como viejito cascarrabias todo el resto del tiempo. Le queda bien el papel al anciano, y se ve que se divirtió como enano. Por cierto, al inicio también aparecen John Slattery y Hayley Atwell volviéndola a hacer de Howard Stark y Peggy Carter; no es muy trascendente para el resto de la película, pero están simpáticos los cameos. Corey Stoll me gustó mucho como villano; lo he visto en dos o tres películas, y en general me está gustando como actor.

Pero el que casi se roba la película (y de hecho no lo hace nada más por falta de escenas), es Michael Peña como Luis, el antiguo compañero de celda de Lang. Es extraordinario el mexicano haciéndola de mexicano, y siendo entreñablemente simpático en su papel de patiño.

Me gustó mucho la película… y sin embargo reafirma todo lo que he venido diciendo del ocaso en el que está entrando el universo cinematográfico de Marvel. La película es de verdad tan buena como pudo haberse esperado de una premisa tan estúpida, y es el segundo estreno más pobre de Marvel después de alguna de las de Hulk (escojan ustedes; todas son terribles).

Lo que sí es que después del trailer que presentaron los de DC en la Comic Con, estoy sintiendo más optimista respecto a Batman v Superman. En una de esas y terminan recogiendo la estafeta de Marvel.

Como sea; está simpática la película, pero se centra en un héroe que casi nadie conoce fuera de los fans de cómics, que tiene un poder estúpido, y que en este universo cinematográfico está relacionado apenas con los Avengers, así que no creo que le vaya tan bien como le ha ido a las demás películas. Sí le va a ir bien (como dije antes, es una campana, no un crash), pero ya cruzamos el cénit con Marvel. Espero que haya uno para DC.

De cualquier forma, vayan y véanla; aunque honestamente no se perderán nada que no hayan visto en otras películas de Marvel si no lo hacen.

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Uncharted 2: Among Thieves

Después de obtener mi platino en inFAMOUS, fue el turno de Uncharted 2: Among Thieves.

Por cierto; siendo obsesivo como soy, resulta que sí tenía apuntado dónde compré LBP e inFAMOUS; el primero fue a través de Amazon (aunque probablemente Sergio, el hermano de Enrique, me lo trajo a México), y el segundo en GameSpot, así que me imagino lo compré cuando estuve en mi estancia del 2009. Digo por cierto, porque UC2 mis notas dicen que lo compré en Best Buy en California, con casi toda certeza en mi estancia de investigación de 2011.

No que venga mucho al caso, pero mis “notas” vienen de GC Star, una aplicación que permite manejar colecciones, y agregar notas a cada ítem en ellas. Neurótico como soy, llevé con cierto cuidado mi colección de videojuegos hasta 2012; después no sé si vaya a recordar dónde y cómo obtuve mis juegos (por suerte mis neurosis son muchas, y sólo puedo manejar un par a la vez).

Como sea, UC2.

Uncharted 2: Among Thieves

Uncharted 2: Among Thieves

Los juegos de Uncharted son básicamente películas en donde uno puede controlar al protagonista principal durante ciertos segmentos de la historia. La verdad, no me queda claro que dichos segmentos sean “la mayoría”, dado que el número y duración de escenas intermedias (cutscenes) al jugar es enorme; es posible que uno se pase más tiempo viendo las animaciones que jugando.

UC2 es “más” que UC1; dura más, tiene más armas, tiene más enemigos, tiene más traiciones, tiene más nenas que coquetean con Nathan Drake (Chloe es introducida a la historia, después de que Elena desaparece al inicio del juego, sin que sepamos qué fue de ella desde la aventura anterior), y (para mí desesperación) tiene más modalidades de juego, incluyendo entre ellas un modo multijugador.

En general, “más” no necesariamente significa “mejor”. En particular, encontré más bugs mientras jugaba UC2 que los que vi en UC1; pero siendo objetivo la verdad la segunda parte sí es mejor que la primera. La historia es mucho mejor (y más satisfactoria, si bien Drake vuelve a asesinar a cientos de enemigos durante todo el juego), la acción está increíble, y varias de las numerosas escenas intermedias son espectaculares. Y tiene más romance… que no tengo idea de si continúe o no en la tercera parte, que aún no juego.

El platino fue relativamente sencillo de obtener; me tomó cinco meses en total, pero fue realmente un mes de jugarlo en las pausas mientras escribía mi tesis doctoral. El problema fueron los trofeos de los DLC, que de hecho aún no termino. Me faltan exactamente dos trofeos de UC2 para poder cienporcentearlo, y no los he obtenido porque tengo que jugar con otros seres humanos para poder hacerlo.

Detesto eso. Juego videojuegos justamente porque no quiero comunicarme con otros seres humanos.

Y de hecho todos los trofeos de los DLC de UC2 son multijugador, y muchos fueron una pinche tortura sacarlos. Contrario a GTA4, donde al final la verdad me estaba divirtiendo como enano para completar el 100%, en UC2 siempre ha sido terriblemente frustrante, por cómo funciona el lobby en UC2. Uno no puede eleguir con quién jugar… bueno, uno puede crear un equipo hasta de cinco para jugar en equipo, pero no se puede escoger al equipo contrincante; el sistema hace el apareamiento de equipos automáticamente siguiendo un conjunto de reglas que nadie entiende.

Muchas de mis sesiones terminaron siendo la mitad del tiempo esperando que el apareamiento se realizara. Y ya que esto ocurría, había que rezar para que todo saliera bien, porque todos en los dos equipos debían estar bien organizados para que todo funcionara; generalmente se le permitía a dos jugadores por ronda obtener lo que quisieran, y el resto tenía que cooperar para que esto funcionara.

Dos años me costó obtener casi todos los trofeos de los DLC, hasta que por fin obtuve el más tardado (conseguir matar 2,500 jugadores) en mi cumpleaños el año pasado. En ese periodo me quedé sin novia, sin casa, sin dinero y sin trabajo, empecé y terminé de trabajar en el IFE, regresé a dar clases a la UNAM, me doctoré, etc., etc.

Por supuesto lo frustrante del proceso colaboró en mi desidia; generalmente participaba en sesiones sábados o domingos, y obviamente no todos; entre el primer y último trofeo DLC de UC2 que obtuve, saqué otros 15 platinos. Es sólo que UC2 sí ha sido de los juegos más frustrantes en el sentido de sacar el 100% de sus trofeos.

Los últimos dos trofeos que me faltan son colaborativos, así que sólo debo conseguir otros dos buenos jugadores, y sacarlos. Pero lo he dejado pasar, porque ya sueño este juego. Y lo peor del caso es que es un buen juego, y uno de los juegos insignia del PS3.

Tengo por ahí UC3, creo que todavía envuelto en papel celofán. Me da pavor jugarlo; dependiendo de a quién se le pregunte, el modo multijugador de UC3 es mucho peor o mucho mejor desde la perspectiva de trofeos. Pero supongo que lo haré, eventualmente.

Me cae bien Nathan Drake, y sí quiero saber si se casa o no con Elena.

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Terminator: Génesis

El domingo pasado fui a ver Terminator: Genisys en preestreno. Estábamos yo y otros tres güeyes en el cine.

Se aplican las de siempre.

Terminator: Genisys

Terminator: Genisys

Terminator, la primera película de esta saga, salió cuando yo tenía 7 años. La vi hasta que estuve en secundaria, y siempre me ha gustado mucho. No sé si considere a T2 (la segunda entrega) mejor o peor, porque hace mucho que no las veo, pero sin duda alguna a ambas las considero muy buenas películas de ciencia ficción y acción.

Lo que ocurrió después con la saga fue extraño, por decir lo menos. Terminator 3: Rise of the Machines es sin duda alguna mala, pero está suficientemente divertida como para que muchos la perdonáramos. En cambio Terminator Salvation por poco manda la serie directamente a la basura.

En medio, la serie de televisión Terminator: The Sarah Connor Chronicles fue sorprendentemente divertida, si bien trágicamente corta.

Como sea: soy fan de la serie, nada más no muy clavado. Espero que las películas de Terminator que me diviertan, no que cumplan un particular nivel de calidad. Mi reseña se basa en que yo siempre he considerado estos como los puntos más importantes de la saga:

  1. El personaje principal es Sarah Connor.
  2. La historia es, antes que nada, la historia del romance entre Sarah Connor y Kyle Reese.
  3. John Connor is a whinny little bitch.

La columna vertebral de la quinta película se basa en el hecho de que después de todo lo que ha pasado en las películas anteriores, la serie de televisión, y los cómics (y por supuesto los estoy incluyendo), las líneas temporales se han enredado tanto que ya no es posible determinar exactamente qué pasado, presente y/o futuro es seguro. Lo único de lo que se tiene certeza es de que Skynet siempre trata de matar a Sarah y John en el pasado, y siempre falla.

La película se basa mucho en la original de 1984, rehaciendo algunas escenas casi cuadro por cuadro. La diferencia es que cuando Kyle llega, el T-1000 (interpretado espectacularmente por Lee Byung-hun) lo está esperando, y es salvado por Sarah Connor y un T-800 modelo 101, que la ha protegido desde que es una niña.

No voy a entrar mucho en el desmadre de los viajes en el tiempo; sólo sí quiero dejar claro que yo no tengo ningún problema con las explicaciones ofrecidas (muchas de ellas por el gobernator en persona), y que me parecen una salida satisfactoria. No es la historia mejor contada ni mejor armada del mundo, y al igual que con todas las películas de Terminator no es terriblemente profunda; pero a mí me pareció divertida y suficientemente bien contada.

En lo que quiero entrar es en los personajes; que después de todos los desmadres que han ocurrido con las distintas líneas temporales antes mencionadas, son lo único que tenemos realmente como ancla en esta serpentina historia.

Primero que nada, Schwarzenegger a sus 478 años es encantador como el viejo, pero no obsoleto, Terminator. Resulta tan entrañable el viejito en el papel que lo llevó a la fama que es casi imposible no sentir cariño por él, y por la perseverancia de seguir interpretando un personaje que sencillamente nadie podrá interpretar mejor jamás en toda la historia del mundo mundial. Se roba la película en todas las escenas donde sale, que realmente no son tantas.

En segundo lugar, Emilia Khaleesi Clarke me encantó como Sarah Connor. He leído de mucha gente decepcionada de su actuación; mi opinión más sobria y mesurada al respecto es que están todos bien pendejos. Sí, no es Linda Hamilton en T2; pero no se supone que lo sea; aunque sí fue educada y preparada por el T-800 Pops, sigue siendo básicamente una niña, de la edad de Linda Hamilton en Terminator original. Cuando le sala la vida a Reese y abre la puerta de su camión blindado para decir Come with me if you want to live!, y después procede a disparar su pistola para rematar con Now, soldier!, yo me vine un poquito.

Me encanto la Clarke en el papel de Sarah Connor, y me pareció salvajemente hermosa; mucho más de lo que jamás me ha parecido en Game of Thrones. Será que le queda mejor ser morena.

En tercer lugar, Jai Courtney me pareció bastante bien como Kyle Reese. De nuevo, por supuesto que no es Michael Biehn; nadie podrá ser jamás Kyle Reese como lo fue Michael Biehn. Pero Courtney hace un papel más que decente, y me gustó mucho cómo interpreta el romance con una Sarah Connor que realmente no lo necesita (más que como donador de esperma), y como en esta versión es él el que tiene que estar pidiendo que, por favor, le expliquen qué rayos está pasando.

Por último, se me hizo fabuloso Jason Clarke como John whinny little bitch Connor, y me pareció una idea muy original que Skynet llegue a la conclusión de que no puede matarlo, y que entonces debe reclutarlo.

Me gustaron mucho los personajes, y la escena donde por primera vez en la historia aparecen Sarah, Kyle y John juntos me pareció por mucho de las mejores y más divertidas no sólo de esta película, sino de toda la saga.

Agréguenle a esto que la acción es espectacular y muy bien hecha, y yo salí encantado del cine. De hecho, y creo que es la mejor alabanza que puedo darle a la película, salí como cuando tenía unos doce años y por fin vi Terminator en una cinta VHS con casi toda certeza pirata.

Y entonces llegué a mi casa para leer a un montón de gente que se queja de la película.

Ni siquiera voy a tratar de argumentar porque sinceramente creo que toda esa gente sencillamente está equivocada; sólo vayan y vean Terminator: Genisys. No es tan buena como Terminator o T2, pero me parece que sí es mejor que la tercera, y sin duda alguna mucho mejor que la cuarta. Vayan y véanla; denle una oportunidad a los nuevos actores jóvenes, y por encima de todo disfrútenla por el sincero cariño que le tiene a las raíces de la serie.

Creo que con eso podrán encontrarla mucho más que satisfactoria.

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Porque aún estás aquí

Todavía no era hora de levantarse.

Eduardo giró a su izquierda y abrazó el cálido cuerpo de Amanda. Hundió la nariz en su cabello y aspiró el aroma que tanta paz le brindaba, mientras sentía como los dos cuerpos se acomodaban plácidamente para dormir.


“Te digo que es perfectamente legal”, le dijo Roberto, mientras Eduardo giraba la llave del cubículo y lo seguía en el pasillo. “Los estudiantes tienen prohibido consumir alcohol en el campus, pero los profesores no.”

“Eso no tendría sentido, ¿entonces los profesores podemos emborracharnos en nuestros cubículos así nada más?”

“No estoy diciendo que esté bien, estoy diciendo que es legal.”

Eduardo se detuvo a la mitad del pasillo. Algo estaba mal; éste era el departamento de Historia, no el de Letras. Su cubículo no estaba aquí; ¿cómo podía haber cerrado un cubículo de Historia?

Regresó el corto camino que había cubierto, y notó que el cubículo que había cerrado había desaparecido. ¿Estaba seguro de haber cerrado alguna puerta? Tardó en notar al estudiante detrás de él, hablándole.

“Profesor…”

Eduardo giró y se le helaron las entrañas. El muchacho extendía su brazo hacia él, pero en lugar de una mano, era un muñón ensangrentado, con un pedazo de hueso incongruentemente blanco que salía de la herida por varios centímetros, y decenas de moscas volando alrededor del mismo. Moscas negras, grandes, zumbantes, que se lanzaron al unísono a la cara de Eduardo.

Eduardo despertó de golpe, sintiendo su corazón palpitar, un grito atorado en su garganta. Miró el reloj en su buró.

Era hora de levantarse.


“Sigo teniendo pesadillas” le dijo Eduardo al terapeuta. “Todavía relacionadas con insectos.”

El terapeuta levantó una ceja, como invitándolo a continuar.

“Estaba en la universidad, con un compañero, y de repente un estudiante me llamó. Tenía la mano amputada brutalmente, como si acabara de haber sufrido un accidente; pero la herida era revoloteada por muchas moscas, que se lanzaron a mi cara en cuanto las noté. ¿Qué cree que signifique?”

Una ligera inclinación de cabeza fue la única respuesta del terapeuta. Como si le regresara la pregunta.

“No sé” continuó Eduardo. “¿Me preocupan los estudiantes?”


Amanda y Eduardo estaban sentados frente a la televisión, abrazándose. Sin percatarse de que lo estaba haciendo, Amanda se quitó los calcetines y los metió entre los cojines del sofá. Eduardo detestaba que hiciera eso, pero al ver sus piecitos sintió un oleada de cariño por ella tan abrumadora, que sólo la abrazó más fuerte y la besó en la cabeza.


Eduardo bajó la velocidad de su carro frente al semáforo en rojo. Varios peatones comenzaron a cruzar su campo de visión, y por el rabillo del ojo alcanzó a ver en el retrovisor un carro a su izquierda que no parecía que quisiera (o pudiera) frenar.

El carro se detuvo en seco justo enfrente de un peatón, que le dio un golpe en el cofre. Eduardo frunció el ceño. Algo estaba mal; ¿de dónde venía ese zumbido?

El enjambre de abejas dentro del carro creció exponencialmente. Las podía sentir en sus brazos, en su cuello, en su cara. Podía sentir cómo se metían en su cabello, en sus orejas y en su nariz, y cuando abrió la boca para gritar horrorizado, pudo sentir como volaban dentro de su garganta.

Eduardo despertó tosiendo, sintiendo todavía que se ahogaba. Miró el reloj en su buró.

Era hora de levantarse.


“Ahora un enjambre de abejas me sofocó dentro de mi carro”, le relató Eduardo al terapeuta, que procedió a reclinarse en su asiento juntando las puntas de los dedos, como invitándolo a elaborar.

“Siempre son insectos. Siempre me despierto de un sobresalto. Siempre es justo a la hora en que tengo que levantarme.”

El terapeuta lo miró fijamente a los ojos, sin decir nada.

“¿No debería decirme algo además de escucharme?”

El terapeuta asintió lentamente.


Amanda estaba lavando los trastes. Tenía puestos unos pants holgados que solía utilizar de piyama. Eduardo se acercó por detrás y comenzó a besarle la espalda y el cuello. Se fue inclinando mientras le besaba la espalda, hasta que estuvo de rodillas detrás de ella y le empezó a bajar el pants y los diminutos calzoncillos.

Eduardo hizo que Amanda se diera la media vuelta y comenzó a lamerla, dejando que el olor y el sabor de ella envolvieran todos sus sentidos. Amanda empezó a reír entre los gemidos.


Eduardo le estaba dando la espalda al terapeuta. Se sentía realmente molesto.

“¿Sabe qué, doc?” le preguntó, “no me gusta cómo está funcionando esto. No me está ayudando para nada a resolver mi problema de no poder dormir.”

“Eduardo, tu problema no es que no puedas dormir”, dijo el terapeuta con una voz imposiblemente seductora.

Eduardo sintió que los vellos detrás del cuello se le ponían de punta. Algo estaba mal; el terapeuta nunca hablaba.

Dio la media vuelta muy despacio, sintiendo un hueco en el estómago que crecía hasta cubrir todo su ser. El terapeuta tenía la sonrisa más encantadora que pudiera existir, y lo miraba con los ojos compuestos de una mosca, de color rojo brillante. Su postura era relajada, su sonrisa irresistible. Pero sus ojos le helaron la sangre a Eduardo. Vio maldad en ellos, peligro. Sintió el peso de la realidad inescapable de que algun día moriría.

“Eso sólo es un síntoma del problema real” continuó el terapeuta.

Eduardo despertó, sintiendo el sudor frío que cubría su cuerpo. Miró el reloj en su buró.

Era hora de levantarse.


Eduardo abrió los ojos y miró el techo. Estaba cubierto de cientos de mosquitos, de miles. Cerró los ojos con fuerzas. Estoy en un sueño, pensó.

Al abrir los ojos de nuevo, los moscos habían desaparecido. Sintió sus músculos relajarse, y oyó un suspiro de alivió de Amanda a su lado.

“Eran muchísimos moscos”, dijo ella.

“Lo sé”, contestó él.

“¿Qué es eso?”

Eduardo siguión con su mirada la de ella. Un mosco del tamaño de su puño estaba en la pared. Su cuerpo tenía una joya verde brillante que ocupaba casi todo su torso. No se movía, no hacía ningún sonido, pero Eduardo sintió el peligro al verlo.

“No sé, pero si nos movemos bruscamente volará hacia nosotros.”

“¿Qué hacemos?”

“Creo que si me muevo muy despacio a lo mejor puedo ir a la cocina por un vaso para atraparlo”.

Eduardo miró de nuevo a Amanda, y sintió como el alma se le caía a los pies.

“Esto es un sueño”, le dijo.

“¿Cómo sabes?”, le preguntó ella.

“Porque aún estás aquí”.

Eduardo abrió los ojos, y miró el otro lado de la cama, vacío como siempre desde aquel fatídico día. Como había ocurrido casi diario desde que Amanda ya no estaba, Eduardo empezó a llorar sin poder evitarlo, sintiendo de nuevo como si fuera la primera vez el dolor, la soledad, la desesperanza, el miedo.

Como todos los días, su reloj comenzó a sonar.

Era hora de levantarse.

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