LittleBigPlanet

Hace casi tres años que no escribo acerca de mis trofeos de platino en concreto; he escrito acerca de ellos en abstracto, pero no en qué juegos particulares los he conseguido.

Hoy quiero retomar esta serie donde la dejé, en agosto de 2012, cuando escribí de mi platino en Dead Space en abril de ese mismo año. Irónicamente, mi siguiente platino lo obtuve un mes después, en mayo de 2012.

LittleBigPlanet

LittleBigPlanet

LittleBigPlanet lo compré en 2009, supongo. La verdad no recuerdo, mi PS3 me lo regaló mi hermano en octubre de 2008, y yo estuve fuera de México durante los primeros tres meses de 2009, en mi estancia de investigación en Barcelona. Mi primer trofeo de LBP lo tengo registrado en mayo de 2009, y no puedo recordar cuándo ni cómo carajos lo conseguí. El juego, no el trofeo.

Pudiera ser que Enrique (o su hermano Sergio) me lo trajeran del gabacho; no tengo idea. Lo que sí recuerdo es que fue el primer juego (y de hecho creo que el único) que conseguimos Enrique, Juan y yo… y el cual procedimos a nunca jugar en red, aunque sí un par de veces cuando nos juntamos.

Como sea, LBP fue durante mucho tiempo uno de los juegos insignia del PS3, y mucha gente (mi amigo Juan incluido) se volvieron locos por él.

Yo… meh. No me parece un mal juego, pero sin duda alguna no es mi preferido en el PS3. Y el principal atractivo que tiene (que uno puede crear sus propios niveles, y subirlos y compartirlos), la verdad nunca me llamó mucho la atención. Hice un nivel (un trofeo lo requería), y sí lo pensé y le eché ciertas ganas, pero la verdad no lo encontré terriblemente satisfactorio.

Dicho eso, es un extraordinario juego de fiesta; dícese de juntar a un montón de personas y ponerlos a jugarlo, especialmente si no son realmente gamers. Lamentablemente, yo juego videojuegos justamente para no tener que interactuar con otros seres humanos.

LBP tardé tres años en sacarle el platino (y, casualmente, el 100% de los trofeos; los DLC los acabé antes de conseguir el platino), y casi no he vuelto a tocar el juego. Mucha gente podría discutirse que tiene un PS3 justo para jugar LBP; yo no soy uno de ellos, y tan no soy así que nunca conseguí LBP2, y probablemente no consiga LBP3 para el PS4.

No me arrepiento de haberlo comprado, de haberlo jugado, y de haber obtenido todos sus trofeos. Es sólo que es un juego demasiado infantil; lo cual no tiene nada de malo, pero a mí sí me gusta estar matando monitos.

Si algún día tengo hijos, supongo que LBP (o el equivalente en ese momento) será de las primeras cosas que juegue con ellos. Por ahora, estoy contento disparando cohetes a patrullas, o destripando monstruos míticos griegos.

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Zonas Húmedas

El fin de semana pasado (no éste que acaba, el anterior) fui a ver Feuchtgebiete. La verdad tenía más ganas de ver otra, pero sabía que ésta no iba a durar mucho en cartelera y sí se me antojaba, así que me metí a verla.

No me arrepiento en lo más mínimo; se aplican las advertencias de spoilers de siempre.

Feuchtgebiete

Feuchtgebiete

Feuchtgebiete es una película difícil de digerir. En la sala donde la fui a ver, varias personas se levantaron y se fueron a menos de 30 minutos de que iniciara la proyección.

Si me preguntaran a mí, yo diría que lo que ocurre es que los mexicanos somos, en gran medida, un pueblo muy limpio. No como muchos europeos (especialmente del norte de Europa), que a veces parece que quisieran poder identificarse mutuamente únicamente a través del sentido del olfato.

Carla Juri interpreta a Helen, una hermosa y perturbadoramente asquerosa alemanita de 18 años, que es inmensamente feliz experimentando con su sexualidad, los fluidos corporales de ella misma y otras personas, y a qué tantos microbios puede exponer a su vagina antes de que se le infecte.

Después de una sesión increíblemente intensa, si bien platónica, con un árabe que la rasura casi por completo, Helen adquiere la costumbre de rasurarse tdo; pero siendo como es, lo hace sin mucho cuidado, lo que causa que rebane su ano poblado de hemorroides mientras se rasura el mismo.

Detesto cuando eso ocurre.

Como suele ocurrir en este tipo de circunstancias, Helen termina en el hospital, donde procede a coquetear con y sacar muchísimo de onda a el guapo enfermero que le toca cuidarla.

No hay mucha más trama que esto; Helen relata su historia familiar mientras está internada (sus padres están divorciados y ella quiere que vuelvan a juntarse), y varios episodios de sus experimentaciones sexuales, con drogas, y en general con no ser muy higiénica que digamos.

Varias partes de la película son estridentes en su asquerosidad; hay semen en pizza, tampones hechos en casa, incontinencia anal, baños públicos con siglos sin ser limpiados, desgarres anales, etc., etc., etc. No es exactamente escatológica la película (de hecho poco gira alrededor de la mierda); es más bien una larga colección de episodios diseñados a ver cuál causa más shock al espectador.

Extraordinariamente, la película funciona por dos razones; al final hay una muy satisfactoria resolución a varios de los traumas de Helen (resulta que su mamá trató de suicidarse y matar al mismo tiempo a su hermanito menor cuando era un bebé con el gas del horno, y Helen fue la que la descubrió y evitó que ocurriera), y por la encantadora, natural, desenfrenada y maravillosa actuación de Carla Juri, que no puedo creer que una muchacha tan asquerosa consiguiera que me medio enamorara de ella.

La película me parece buena, y ciertamente un muy interesante experimento con una protagonista que se aleja de la obsesión que muchas muchachas (en mi experiencia) tienen con renegar de tan siquiera mencionar varios de sus fluidos corporales (también exagera y se va al otro extremo, creo yo); pero de verdad creo que muchísima gente no tendrá el estómago para soportarla completa. A mí me costo, y me considero bastante tolerante, especialmente con casi todo lo que está relacionado con la sexualidad.

De cualquier manera la recomiendo. Sólo sí prepárense a lidiar con varias escenas que uno no acostumbra a ver en ningún lado. Ni siquiera, paradójicamente, en lo más extremo de la pornografía alemana.

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Sword Art Online

Como comentaba hace unas semanas, comenzaré a escribir del animé que he estado viendo desde hace unos dos años, que volví a interesarme en el mismo. Lo haré en orden más o menos cronológico respecto a cuándo vi las series, pero hay varias que tengo atoradas porque no he tenido tiempo (y/o interés) en terminarlas.

Antes de empezar debo aclarar que, para motivos prácticos, todos los animés que reseñaré aquí son, de alguna manera, románticos. En algunas ocasiones no será descaradamente el caso, pero incluso entonces ocurrirá que el romance juega un papel muy importante en la trama. Y de hecho casi todas las series que no he terminado de ver, es justamente porque no tienen un componente romántico importante.

La primera serie de la que quiero escribir es Sword Art Online, que de alguna manera fue la que me regresó el hábito de ver animé.

Sword Art Online

Sword Art Online

Sword Art Online tiene una premisa interesante: en el futuro, se desarrolla tecnología de realidad virtual tan avanzada, que los usuarios realmente se sienten dentro de otro mundo. Un montón de juegos son lanzados que utilizan dicha tecnología, pero uno de los más esperados y famosos (el titular Sword Art Online) causa que miles de usuarios se conecten al mismo el día de su estreno.

El único problema es que al final de dicho día de lanzamiento, en el mundo virtual, aparece el creador del juego para avisarles a los jugadores que no podrán desconectarse del juego, o morirán. Y si sus avatares mueren dentro del juego, entonces ellos también morirán. Y que esto continuará hasta que alguien “gane” el juego.

Kirito, un gamer bastante clavado, se lanza a la tarea de tratar de ganar el juego y escapar con vida del mismo.

Básicamente esa es la premisa principal de la mitad de la primera temporada (unos 12 capítulos); no sólo la mecánica, historia y reglas del juego, sino también las consecuencias sociales, emocionales y sicológicas que sufren los jugadores atrapados dentro del mismo. Cómo se organizan, cómo se alían, cómo se pelean e incluso asesinan dentro del juego que termina siendo de vida o muerte.

La historia es interesante (si bien a veces le falta humor por tomarse demasiado en serio) y tiene bastantes personajes entrañables, aunque la verdad Kirito no es uno de ellos. No es que me caiga mal; sólo es medio aburrido, y además después de un rato termina siendo algo cansado que todas las muchachas que lo conocen terminan enamorándose de él.

La serie cuenta con el romance entre Kirito y Asuna (la muchacha que aparece en la imagen de arriba), pero se vuelve rápidamente aburrido porque se casan dentro del juego, y básicamente ya no hay más progresión en ese frente.

De cualquier manera, como gamer, como computólogo, y como fan de la ciencia ficción, la serie me gustó bastante; especialmente la mitad de la primera temporada. La otra mitad es más aburrida, porque es básicamente cómo Kirito libera a Asuna de un friquitín que la secuestra en otro mundo virtual. Y la segunda temporada la vi por disciplinado que soy, pero para la misma ya no están nunca en peligro de muerte los jugadores, y el romance entre Kirito y Asuna se ha vuelto absolutamente de hueva en el sentido de que no progresa a ningún lado.

Aún así vería una tercera temporada, si es que aparece, y la recomiendo (especialmente el primer arco), porque sí plantea preguntas muy interesantes acerca de tecnología, videojuegos, relaciones humanas y cosas por el estilo. Ah, y la animación es efectiva, si bien nada del otro mundo; aunque tiene varias secuencias de acción que son espectaculares.

Así que véanla si pueden, en particular el primer arco.

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Cenicienta

El fin de semana anterior fui a ver Cinderella. Se aplican las de siempre.

Cinderella

Cinderella

No me esperaba mucho de esta película (no fue realmente mi idea ir a verla). Salí inesperada y agradablemente sorprendido; de hecho lo más malo que tiene la película (además de que volverá a inspirar a millones de niñas a tener ideas pendejas en sus cabezas), es que la vi en español, y el doblaje es más que pasable, siendo honesto.

Lo mejor de la película, sin duda alguna, es Cate Blanchett; es espectacular interpretando a la madrastra malvada. Lo segundo mejor es la Helena Bonham Carter, que me parece nació para interpretar al hada madrina. Lo tercero es Richard Madden, a.k.a. Robb Stark, porque puta madre qué guapo muchacho. La pobre niña que la hace de la Cenicienta la verdad no me llamó demasiado la atención; a lo mejor en inglés es más interesante. Eso sí, su cintura es casi perturbadoramente delgada.

Además del elenco, la historia pendeja de Cenicienta ha sido moderadamente actualizada. Nada revolucionario; de hecho sigue siendo igual de misógina que antes, sólo un poco menos descarada en su desprecio por el genéro femenino.

Pero en el contexto de los cuentos de hadas (que suelen ser asquerosos), está simpática la película. En particular, me gustó bastante el estúpido vestido, lo cual me sorprendió; generalmente lo único que me interesa de un vestido es qué tan corto es, y qué tan fácil es de quitar. El vestido azul de Cenicienta no califica muy alto en ninguno de esos dos puntos, pero se ve divino cuando baila con el estúpidamente guapo príncipe.

OK, necesito cambiar mi tampón, probablemente.

Está entretenida la película, aunque el mensaje siga siendo la misma estupidez que al final termina causándoles innumerables problemas emocionales a muchas niñas (junto con sus sufridos novios) que se tragan que así debe ser la vida. Yo sí la recomiendo.

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El olor más caro del mundo

El ganar bien tiene básicamente una consecuencia que sobrepasa a casi cualquier otra: uno puede comprar cosas.

He mencionado aquí varias de las cosas que he comprado (mi celular, por ejemplo, o mi AVR), pero a la mayoría no le he visto realmente la necesidad de escribir acerca de ellas. Dudo que a nadie le interese mi nuevo refrigerador, por ejemplo.

Lo que estrené hoy en cambio sí creo que merece ser mencionado. Es casi seguro que deje de ganar bien más rápido de lo que yo creía, y entonces sopesando las posibilidades de cómo seguir tratando de reactivar yo solito la economía mexicana, rápidamente llegué a la conclusión de que, después de más de diez años, era hora de jubilar a mi viejo, fiel y querido tsurito.

Ahora; yo no sé de carros, y esto es en gran medida porque no me interesa saber de carros (digo, puedo cambiar una llanta o pasar corriente, pero doy por hecho que todo mundo más o menos sabe hacer eso). Así que no me iba a poner a investigar de carros; decidí que me compraría un carro que yo supiera fuera bueno, o que fuera suficientemente bueno según vox populi como para no tener que hacer yo mi tarea.

La primera opción básicamente me dejaba nada más otro Tsuru… y sinceramente lo consideré como una muy probable elección. Yo estoy encantado con mi viejo Tsuru; casi nunca me dio problemas, y cuando me los dio fue muy sencillo resolverlos. Fue un carro casi intachable en todos sus años de servicio. Pero una vocecita en mi cabeza (probablemente el diablo) me dijo: “Es tu primer carro nuevo. Ya eres doctor. Tienes un buen trabajo. Te mereces algo mucho mejor que un Tsuru.”

Así que consideré otros carros que según las masas fueran lo suficientemente buenos como para que yo no tuviera que perder mi tiempo investigando cosas como aditamentos de seguridad o innovaciones tecnológicas. Y (y esto es importante) que yo considerara atractivo.

Ahora, además de que no sé de carros, mis gustos suelen ser poco comunes. No me gustan los carros grandes (y no sólo eso; una camioneta, aún la más pequeña, no cabe en mi cajón de estacionamiento, así que de hecho entre más pequeño mejor); no me gustan las compañías automotrices gringas (descartados Ford, Chrysler, etc.); no me interesa mucho la velocidad; y ciertamente no me interesan cosas como carros deportivos. Me gustan los carros japoneses y europeos (entre más chiquitos mejor), y que me lleven de A a B sin que yo me tenga que preocupar de nada más que la gasolina, los baches, niños jugando futbol, y los tarados que lo quieren chocar a uno en la Ciudad de México.

(Técnicamente tampoco me interesa cómo se maneje en carretera, pero probablemente mi uso de las mismas crezca en los próximos años).

Tomando todo esto en cuenta, había varias opciones, pero realmente sólo una que todo mundo está de acuerdo en que es un carro excelente. El único problema es que era probablemente la opción más cara que realmente me llamara la atención (y que estuviera en mi rango de precio: el Nissan Leaf suena increíble, y yo creo que los carros eléctricos van a dominar en unos años, pero no me alcanzaba ni de chiste). Y entonces la vocecita en mi cabeza de nuevo habló (el diablo, les digo) y dijo: puedes. Ándale. Te va a gustar.”

Y pues le hice caso. Así que aquí les presento a mi nuevo carro:

Mini Cooper

Mini Cooper

Y es rojinegro. Obviamente.

Siempre me han gustado los Mini Coopers, así decidí hacerle caso al diablo y comprarlo. No me arrepiento en lo más mínimo: es tan bonito, que creo que voy a seguir soltero varios años más, porque mis hipotéticas novias se pondrían celosas de él. Se maneja increíble; lo pedí de transmisión manual (obviamente), y es la cosa más maravillosa del mundo volver a manejar con palanca. Y el motor de hecho acelera cuando piso el acelerador; mi pobre tsurito solía hacer nada más unos ruiditos lastimosos que sonaban como si estuviera diciendo que ahí iba, que le diera chance.

Es también más inteligente que yo, al parecer; en el tablero me va diciendo cuándo debo de cambiar la velocidad. Lo cual me preocupa; de regreso hoy a mi departamento, rápidamente llegué a quinta, y el tablero me sugirió cambiar a sexta. Oí una vez más la voz en mi cabeza: Vamos. Mete la sexta. Acelera. Sabes que quieres. Sabes que te va a gustar.”

Lo cual me convenció no sólo de que la vocecita es del diablo, sino que el diablo está en mi nuevo carro, y que me estaba llamando desde que decidí cambiar de automóvil. Ciertamente tiene los colores.

Por suerte ya no tengo veinticinco años como para hacerle caso; lo regresé a neutral y dejé que se deslizara con su propia inercia antes de volver a meter cuarta. Ya lo sacaré a carretera y veré cómo se siente en sexta.

Podría registrar al carro en el Estado de México para no pagar tenencia; conozco a quien lo ha hecho. Pero me parece desleal con mi Ciudad; y además, sé que es un carro de lujo. Yo no necesito un Mini; otro Tsuru hubiera sido más que suficiente. Creo que es realtivamente justo que pague más por dicho lujo (y sólo serán tres años antes de que la depreciación lo saque del rango de carros que pagan tenencia).

Y sí es un lujo. Pero claro que lo valgo.

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Insurgente

El fin de semana pasado fui a ver Insurgent.

Se apli… ¿saben qué? Realmente no importa; lean aunque no la hayan visto.

Insurgent

Insurgent

Insurgent es una película técnicamente bien hecha, pero con la historia más idiota del universo.

La primera parte no la fui a ver al cine; fue el año en que se estrenaron muchas películas basadas en novelas que los gringos denominan como YA, porque están dirigidas para young adults, jóvenes adultos. Me parece que el resto del mundo tiene un mejor término para este tipo de novelas.

Les decimos malas. Aunque sería divertido que alguien tratara de clasificar a las “novelas” de Carlos Cuauhtémoc Sánchez como “para jóvenes adultos”.

Los gringos producen una cantidad impresionante de literatura; literalmente (je) decenas de miles de libros al año. Por supuesto, la enorme mayoría son completa y absoluta basura; antes yo era de la idea de que al menos la gente estaba leyendo. Ahora no sé si prefiero menos autores, pero realmente buenos, a muchos mierderos.

Ciertamente del montón de literatura en inglés que he leído en los últimos años, casi nadie se acerca a Gabo, a Saramago, o a Carlos Fuentes. Tolkien (obviamente) es el único que está al nivel; pero yo ni siquiera pondría a C.S. Lewis en la misma categoría; lo mismo la Rowling. Son buenos; nada más no realmente extraordinarios.

(Y ni me hablen de George R. R. Martin; el tipo en lo personal me cae bien, pero sus libros me parecen aburridísimos, lo cual es paradójico porque la historia que cuenta de hecho es fascinante… sólo para realmente disfrutarla uno tiene que deshacerse de tres cuartas partes de los personajes y contarla de forma menos fastidiosa, como en el programa de televisión, que ese sí me parece fabuloso).

Del resto, y esto debo admitirlo, que no sean buenos no quiere decir que no sean entretenidos. Todo lo contrario: The Hunger Games la disfruté bastante, pero no tengo el menor deseo de volver a leerla jamás en mi vida. De la misma manera estoy ahorita en una fase de Stephen King (quién lo hubiera dicho, a mi edad), pero aunque me entretiene no lo clasificaría como realmente bueno.

Como sea; leí las novelas de vampiros maricones de la Meyer (y la única de ciencia ficción que hizo, que de hecho me gustó más); y leí la triología de The Hunger Games. No pude con más, y al ver lo infames que eran las películas que salían de esas madres, mejor tiré la toalla y decidí nada más ver las que me parecieran interesantes de ver los avances.

Divergent no me pareció interesante, y cuando la vi en Blu-ray decidí que había tomado la decisión correcta. Pero terminé yendo al cine a ver la secuela porque no había nada que quisiera ver el fin de semana pasado.

Insurgent es una película muy bien hecha; con un elenco espectacular; con dos protagonistas jóvenes, guapos, y con una excelente química; y todo eso se tira al caño porque la historia es pendejísima, cuando hace sentido. Que además, no hace sentido la mayor parte del tiempo.

Las acciones de los personajes no tienen sentido; la tecnología que utilizan no tiene sentido; el sine qua non de esta “sociedad distópica futurista” no tiene sentido. Son sólo una serie desconectada de escenas, salpicadas varias de ellas con muy buena acción gracias a Marx, y un par con sexo censurado para que sea apropiado para todo público, que llevan a esta historia sin sentido de un punto a otro sin que en ningún momento nada esté realmente explicado.

Ni siquiera me queda claro que, como sea que se llame la autora de los libros sobre los que se basa la película, tenga el corazón en el lugar correcto, como la de The Hunger Games. Son sólo las fantasías pendejas (y los sueños húmedos) de una adolescente ídem que de verdad quisiera poder patear gente, y tener un novio “tenebroso” que pudiera patear todavía más gente. Porque no me importa qué edad tenga esa mujer; es una adolescente.

Dicho todo eso, probablemente vea las dos últimas partes; Shailene Woodley tiene una belleza muy poco fuera de lo común que me resulta muy atractiva y (para qué me hago pendejo) Theo James es arrebatadoramente guapo.

Sólo no creo ir a verlas al cine.

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