Caricaturas

Cuando estoy en la compañía de adultos educados, con cierto nivel cultural y con gustos similares a los míos, suelo decir, con un aire de desinteresada elegancia, que de vez en cuando disfruto ver uno que otro animé.

Esa es la manera en la que, según yo, lidio con dignidad con el hecho de que veo caricaturas a mis 37 años.

Durante casi todo mi posgrado dejé de ver animé, no estoy seguro de por qué exactamente. Excepto, por supuesto, de las dos temporadas y la película de Haruhi Suzumiya, que fueron extraordinarias, excepto un poco el altamente arriesgado experimento de crear ocho capítulos con casi exactamente la misma historia, en el infame arco llamado (apropiadamente) ocho sin fin.

Como sea, eso fue casi todo lo que vi de animé durante mi posgrado, hasta que me quedé homeless y lidié con eso (en parte) viendo un montón de animé. Pero un montón; después le bajé y ahorita suelo estar viendo dos o tres series en paralelo.

Lo que me motivó a escribir esta entrada (y más adelante comenzar a hacer reseñas de las series de animé que he visto que más me han gustado), es el hecho de que me enteré hace unos días de que Haruhi volverá en abril a relatarnos sus delirantes aventuras. No me había dado cuenta de cuánto me importaba esto, hasta que vi la noticia y no pude evitar dar un gritito maricón de emoción.

Algo así como “¡yai!“.

Así que este año comenzaré a hacer reseñas (espero no muy elaboradas) de las series de animé que he visto, y de por qué me parece que son chidas o no.

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Selma

Ayer fui a ver Selma, porque ya no alcancé lugares en ninguna otra película que quería ver.

Se aplican las de siempre.

Selma

Selma

Para los que no lo sepan, Selma relata la historia de cómo Martin Luther King Jr. y sus colaboradores organizaron la marcha de Selma a Montgomery en Alabama para exigir el derecho de los negros a registrarse para votar, los antecedentes de la misma, y las consecuencias de dicha movilización.

La película es fabulosa; las actuaciones de todos los negros (y varios de los blancos) son espectaculares; la ambientación en los sesentas es fenomenal; la dirección (de una mujer negra; no hay muchas de esas en Jólivud, me parece) es impecable; y el guión es extraordinario, y en lo general bastante cercano a la realidad de lo que ocurrió, por lo que he leído (excepto la relación entre MLK y el presidente gringo LBJ).

No tengo realmente nada qué criticarle a la película; contrario a la película “inspiradora” de negros gringos del año pasado (The Butler), Selma no es cursi, predecible o barata. Todo lo contrario: me parece que realmente refleja muy bien las vicisitudes, valor y determinación del movimiento por los derechos civiles que tuvieron que dar los negros gringos, apoyados por varios contingentes de blancos avanzados (o al menos humanamente decentes) en ese país (principalmente eclesiásticos, por cierto).

Varias cosas que la película relata me parece que no se pueden dejar de mencionar en el contexto de la descomposición política que tenemos en México.

  • El movimiento lidereado por MLK siempre fue (contrario al de Malcolm X, por ejemplo) pacífico. Esto no quiere decir pasivo.
  • Al ser pacífico este movimiento, la única vía posible para avanzar, era la electoral (por eso la importancia de registrar negros para votar). Después de la tragedia de los 43 estudiantes asesinados el año pasado (que el gobierno federal le urge que lo “superemos”), comienzan a surgir de nuevo voces llamando a no votar; esto no nos va a llevar a ningún lado. Por enturbiados, manipulados y falibles que sean nuestros procesos electorales, o salimos a través de ellos (limpiándolos, protegiéndolos y mejorándolos), o no salimos. Y por supuesto siempre ha existido una corriente de la “izquierda” mexicana que dice que las elecciones son un engaño y que sólo la “revolución” cambiará las cosas; esto es claramente un pretexto para nunca realmente hacer nada significativo.
  • La película relata (y lo que he leído parece concordar), que MLK abortó el segundo intento de la marcha a Montgomery porque temió que resultara en un nuevo baño de sangre. Y no pude menos que recordar que, en el 2006, el Peje actuó de una manera similar durante las grandes manifestaciones post-electorales que hubieron aquí en la Ciudad. Por supuesto, no estoy comparando al pendejo del Peje con MLK; pero dentro de todas sus fallas y limitaciones, el hecho de que haya podido evitar que hubiera un enfrentamiento directo (que muchos clamaban porque se diera), es algo realmente laudable. Y lo hizo por el mismo punto de arriba: o salimos por la vía electoral, o no salimos.
  • En algún momento en la película, MLK dice que hay que maniobrar políticamente (a nivel de crear legislación) más allá de las marchas o mítines. Y esto es algo que muchos en la izquierda mexicana nunca han terminado de entender: marchas, mítines y plantones sólo pueden funcionar hasta cierto punto. Se quedan en esa dinámica y nunca se les ocurre intentar otras cosas.

Por último, la historia de la película explica mucho los conflictos raciales que siempre han plagado a los Estados Unidos (con varios ejemplos de violencia policiaca contra negros en particular y minorías en general el año pasado), y por qué les cuesta tanto superarlos. En algún momento en gringolandia era legal ser dueño de otro ser humano (negro, por supuesto). En algún momento era legal que un establecimiento se negara a darle servicio a ciertas personas por su raza. En algún momento era legal evitar que los negros se registraran a votar, imponiéndoles impuestos y condiciones imposibles de cumplir para poder hacerlo. Y aunque ya no lo sea, el sistema político y social que permitió que lo fuera sigue vivo hasta el presente. Disminuido y debilitado; pero no completamente derrotado.

En México nunca tuvimos ese problema. Por supuesto hay un chingo de racismo en el país, pero nunca ha sido institucional. Y obviamente no estoy diciendo que en México esté todo poca madre; todo lo contrario: estamos de la chingada, y objetivamente peor que los Estados Unidos en casi todos los aspectos que importan. Pero en particular en el del racismo, México siempre ha sido mucho más avanzado.

Vayan a ver la película. Es extraordinaria como una obra cinematográfica, pero además de eso el mensaje y la historia detrás de ella hacen que sea realmente muy disfrutable.

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El Destino de Júpiter

Ayer fui a ver Jupiter Ascending. Se aplican las advertencias de spoilers de siempre.

Jupiter Ascending

Jupiter Ascending

Jupiter Ascending fue realizada por los hermanos Wachowski, los de la triología de Matrix. Casualmente, no había visto nada que hubieran hecho antes o después; mi único marco de referencia para su trabajo era la trilogía de Neo.

Y a mí me encanta todo el universo de Matrix; no sólo las películas, sino también Animatrix, cómics, y demás medios asociados. Sé que hay gente que no les gustaron las secuelas a The Matrix; pero tiendo a ignorar sus comentarios al igual que hago con la gente que trata de insistir, sin ningún tipo de sustento, que las precuelas de las Guerras de las Galaxias son substancialmente peores que la triología original.

En ese sentido yo soy, me parece, bastante honesto: todas esas películas son igual de malas, y a mí todas me encantan. Y entiendo que hay gente que le da un peso especial a que algo sea “innovador”; a mí en lo general me vale madre. Yo, siguiendo la sabia filosofía de Cyndi Lauper, sólo quiero divertirme.

Como sea; Jupiter Ascending es la nueva película de los Wachowski. Y es bastante mala.

No hay realmente mucho margen de error al hacer esa calificación; Jupiter Ascending es, en lo general, bastante mala. La historia apenas hace sentido; los diálogos son en varias partes atroces; la ciencia (en una película, técnicamente, de ciencia ficción) brilla por su ausencia; las actuaciones son (siendo generosos) mediocres; y es, en gran medida, cursi, predecible y barata.

Y, por supuesto, a mí me encantó.

La premisa de la historia (que la Tierra, junto con incontables mundos en el universo) son “granjas” que se “cosechan” cuando su población llega a un cénit genético, para que los ricos y famosos puedan hacer jugo rejuvenecedor con su población, es tan estúpida que dan ganas de llorar. Pero creo que tal vez se hubiera pudido explicar mejor si la película lo hubiera permitido; espero que las versiones extendidas en Blu-ray así lo demuestren. Los diálogos sí son atroces; pero también dan pie a un montón de momentos que, aunque increíblemente ridículos, son genuinamente divertidos (“I love dogs!”). La ciencia creo que se puede justificar en algún momento con más exposición (de nuevo, espero las versiones extendidas en Blu-ray que obviamente compraré), en particular el desconcertante hecho de que todos los seres en el universo hablan inglés. Las actuaciones creo que sí son mediocres; pero (siendo positivamente honestos) esto es lo común en las películas de ciencia ficción y fantasía… y Eddie Redmayne sobreactuando melodramáticamente como Balem Abrasax es deliciosamente gratificante.

Y por último, sí, la película es cursi, predecible y barata, pero pues termina siendo una historia romántica entre una heredera de la realeza (de donde vengo les decimos “princesas”), y un mercenario de mala muerte que le es fiel como un perro. Literalmente.

Yo sencillamente no me puedo quejar mucho de eso.

En lo positivo tiene efectos especiales espectaculares (como todas las películas de los últimos diez años); los escenarios y vestuarios son increíbles; hay una escena (completamente gratuita e innecesaria, pero fabulosa) que hace homenaje a Brazil; la heroína y el héroe son guapos y simpáticos; y Sean Bean tiene el buen gusto de no morir, para variar.

Así que vayan a verla y diviértanse; vale la pena verla en el cine.

Sólo no esperen una buena película.

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Los juegos musicales

(Esta entrada es la novena parte de una serie que cubre un proyecto personal que realicé en el verano de 2014; pueden ver todas las partes aquí).

Hace seis meses dejé colgando mi serie acerca de mi proyecto del verano de 2014. Planeo terminarla, porque ya me falta muy poco qué contar de ella.

Como había estado relatando, utilizando un Teensy++ 2.0 y un CP2102, pude programar un circuito que me permitía emular un controlador de PS3 (y, en general, cualquier dispositivo USB HID), incluyendo las guitarras y baterías de los juegos musicales como Rock Band y Guitar Hero.

Después comencé a relatar mi historia de cómo empecé a coleccionar los trofeos de todos mis juegos, y que rápidamente llegué a la conclusión de que podía obtenerlos todos… excepto por los juegos musicales.

No me malentiendan; juego Rock Band razonablemente bien en la modalidad difícil, y si no me equivoco debo de pasar el 80% de las canciones en modo experto (es posible que más). Con mucha práctica, podría pasar el 100% de las canciones; con muchísima más práctica podría sacar casi todos los trofeos en Rock Band 2, The Beatles: Rock Band, y Guitar Hero Metallica.

Sólo no quiero estar practicando 16 horas al día durante meses para lograrlo. Además de que están los trofeos en equipo y similares, donde no importa qué tan bueno sea yo, en varios se necesita una banda de 4 personas tocando en modo experto.

Traté de sacar los trofeos yo solo, y la consecuencia fue que durante dos años no saqué trofeos de Rock Band 2 ni de Guitar Hero Metallica. Y podría haber sacado de The Beatles: Rock Band, pero consideraba que era suficiente estar practicando Panic Attack en bajo y Enter Sandman en guitarra como para echarme más al hombro.

Durante dos años, si toqué mi guitarra de plástico (que, siendo honesto no fueron tantas veces), fue para prácticar esas dos rolas. Y estuve cerca de sacar los trofeos; la primera sólo tenía que sobrevivir (pero nunca pude sobrevivir la parte entre el “odd rift” y el “organ solo 2”), y la segunda tenía que alcanzar cierta puntuación (me quedaba corto por unos cuantos miles de puntos, porque perdía mi combo en el solo).

Si no tuviera nada qué hacer durante varios meses (unos seis, digamos), y nada más me dedicara a practicar, a lo mejor podría hacerlo. Pero nunca tengo nada qué hacer; siempre tengo que buscar casa porque me quedé homeless, o escribir una tesis, o preparar clase, o doctorarme, o ir a Guadalajara porque decidí conseguir novia en provincia, o preparar una clase, o hacer algo de mi otro trabajo, o qué sé yo.

E incluso si no tuviera nada qué hacer, me interesan más cosas que practicar rolas de Rock Band y Guitar Hero Metallica. Hay películas y series que ver, novelas y cómics que leer, restaurantes a los que hay que ir a probar la comida. Juego videojuegos para pasármela bien; no como segundo tercer trabajo.

(Debo hacer la aclaración de que, en algunos juegos, podría considerarse que tengo que trabajar para conseguir los trofeos; pero en general esto lo disfruto, y además de hecho puedo ver que me estoy acercando a obtener esos trofeos).

Así que decidí utilizar mi habilidad como programador y mis conocimientos técnicos para escribir un robot que tocara las rolas más difíciles por mí. En el caso de The Beatles: Rock Band, de hecho perfectamente (hay detales técnicos por los cuales no es trivial hacerlo perfecto para todas las rolas de los juegos).

En el caso de los juegos de Rock Band esto fue muy fácil porque toda la información de las notas está en archivos MIDI. En el caso de Guitar Hero, el formato es distinto (QB, le dicen), pero la idea es la misma. Me llevó algunas semanas estar cazando con una lanza la documentación en la red para averiguar cómo descifrar los formatos, y unos días más escribir una serie de programas (la mayor parte de ellos en Vala) que me permitían tocar las rolas casi automáticamente (tengo que iniciarlo manualmente; pero en el próximo verano espero poder programar el robot que haga todo solito).

Con esto pude conseguir los platinos de Rock Band 2 y The Beatles: Rock Band. Guitar Hero Metallica fue más difícil, porque nunca pude hacer que mi circuito programado emulara la fuerza con que uno golpea los tambores de la batería; alguna parte del protocolo nunca pude descifrarla, y cuando empecé a ganar bien me harté y sencillamente compré una batería para Guitar Hero World Tour y obtuve el único trofeo que me faltaba (irónicamente, uno de los más sencillos de obtener: pasar todos los tutoriales de los cuatro instrumentos).

Ahora tengo estos tres trofeos de platino, y en algún momento mi porcentaje de trofeos llegó a estar en 99.13%. Ahorita está en 97.26%, porque comencé Zone of the Enders: The 2nd Runner, y aunque está divertido y fácil he estado demasiado ocupado como para poder terminarlo, pero ahora que sí voy a llegar a 100% en algún momento de mi vida. Sólo no tengo mucha prisa en hacerlo.

El aspecto técnico del proyecto se me hizo fabuloso, y de alguna manera mucho más divertido que de hecho jugar en mi PlayStation 3. Estar diseñando los algoritmos y estudiando las secuencias de bytes que tenía que estar leyendo y escribiendo para poder lograr lo que quería fue satisfactorio por sí mismo, incluso descontando los trofeos. Espero en verano regresar al proyecto y poder mejorarlo (y hacerlo funcionar con otros juegos musicales, obviamente).

El aspecto ético del asunto también me parece interesante, y es acerca de lo que escribiré cuando termine esta serie en su décima entrada, como lo había planeado originalmente.

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