(Escrito el lunes 11 de Julio, con Xochitl aún muerta.)
Fui a cenar con una amiga cerca de las doce de la noche, y al salir decidí que quería comprar agua (el agua de llave de Barcelona siempre me ha parecido que sabe horrible). Dado que me estoy quedando en Molins de Rei, un pueblito cerca de Barcelona, absolutamente nada estaba abierto, excepto una farmacia de 24 horas.
Llegué y le hablé a la niña que atendía a través de un cuadrito abierto que tenía la puerta metálica:
Yo: Hola, ¿cuál es la botella más grande de agua que tienes?
Ella: De litro y medio, pero no puedo vendértela.
Yo: ¿Por qué?
Ella: Porque como son pasadas las once, sólo puedo venderte con receta.
Yo: Necesitas receta.
Ella: Sí.
Yo: Para una botella de agua.
Ella: Sí.
Yo: ¿Y si te juro que no me voy a drogar con ella?

(Con miedo a sonar ignorante). ¿Neta? ¿Qué clase de “españolada” es esa?
Me lo trataron de explicar, pero tampoco le encuentro mucho sentido. Si uno está de verdad en una emergencia, entonces no va a una farmacia: y me contaron que de hecho tienes que ir con un guardia (o no sé qué chingados) para que pueda dar fe de que de verdad es emergencia.