Universidad Nacional Autónoma de México
Hace diez años la Policía Federal Preventiva entró ilegal y violentamente a Ciudad Universitaria, terminando una huelga que se había extendido innecesariamente por 9 nueve meses.
Yo estaba en el auditorio Che Guevara, en la sesión del Comité General de Huelga, confiado de que al siguiente día habría un nuevo llamado de la rectoría para reanudar el diálogo. Casi todos los ahí presentes estábamos confiados de que eso ocurriría, porque inicialmente se había soltado el rumor de que si entraba la PFP, sería a las dos de la mañana. Y ciertamente a las dos de la mañana el Che estaba casi vacío; nada más pasó la hora fatídica, el auditorio comenzó a llenarse de nuevo. Yo, junto con mis compañeros más cercanos, nunca lo dejamos durante esa noche.
Un día antes fui a mi casa, a bañarme, ponerme ropa limpia, y decirle a mi mamá que la PFP entraría a Ciudad Universitaria; para ese momento (después de que rectoría había abandonado unilateralmente la mesa de diálogo) yo lo daba por hecho. También daba por hecho que, dado mi involucramiento con el CEM y la banda de Higinio, y si era verdad que había 500 órdenes de aprehensión para participantes de la huelga, por simples cuentas a mí me tocaría una de ellas. También le dije eso a mi madre, diciéndole que se preparara; recuerdo claramente que me preguntó que, si yo estaba tan seguro de que la PFP entraría a CU y de que además yo en particular acabaría en el bote, que por qué iba a la sesión del CGH.
No fue fácil explicar eso hace diez años; sigue siendo difícil ahora.
Ha pasado una década, y mucho se ha dicho acerca de la huelga que en una famosa portada la revista Proceso calificó de “Interminable”. La misma, así como mi estadía durante unos días en la cárcel, y el proceso de sacar a los compañeros presos inmediatamente después, me marcó profundamente; no es exagerado decir que el hombre que soy ahora en gran medida es resultado de las decisiones que tomé y las experiencias que pasé por todo lo relacionado con la huelga.
Lo más sucinto que yo puedo decir de la misma, hoy que se cumplen diez años de que la PFP entró a Ciudad Universitaria, se puede resumir en dos palabras.
Teníamos razón.
Teníamos razón entonces, y la seguimos teniendo; la gratuidad de la universidad era indispensable que se defendiera, al costo que fuera necesario.
¿Que cometimos errores los huelguistas? Por supuesto que los cometimos; es más, probablemente cometimos todos los posibles errores que se pudieran cometer; y algunos otros que hasta difícil era que se cometieran. También es cierto que el movimiento estuvo infiltradísimo, desde el principio hasta el final, por casi cualquier grupo político que tuviera presencia en la Universidad (que son, básicamente, todos), y por varios que de hecho no la tenían. Y también es cierto que el costo para la Universidad, y para muchos de sus estudiantes en particular, fue inhumanamente alto.
Pero teníamos la razón; y a pesar de todos los errores que cometimos, los principales responsables del estancamiento de la huelga fueron los funcionarios de rectoría (encabezados por el animal de Francisco Barnés), y el gobierno de Ernesto Zedillo. Que debimos haber sabido cómo responder a su deseo de extender la huelga y debilitar con ello el movimiento, eso también es cierto; pero la alternativa de levantar la huelga (como muchos inocentemente querían) sin haber conseguido detener las cuotas hubiera significado la derrota de la Universidad pública y gratuita.
Debe eso quedar claro: la Universidad Nacional Autónoma de México sigue siendo (para motivos prácticos) gratuita gracias a nosotros. Y además yo (y muchos más) estamos convencidos de que la Universidad es lo que es, la mejor de Iberoamérica, en gran medida por ser gratuita; por permitirle el alcanzar una educación superior a miles de personas que no podrían hacerlo si se cobraran cuotas; por “razonables” que éstas fueran.
Hace unos años, cuando estaba la terna de posibles rectores que reemplazarían a Juan Ramón de la Fuente, todos y cada uno de ellos dejaron claro que la Universidad seguiría siendo gratuita si eran elegidos rectores. De nuevo eso fue gracias a nosotros. Y mi rector, José Narro, dijo lo siguiente cuando recibió el premio Príncipe de Asturias a nombre de la Universidad:
Sin ciencia propia, sin un sistema de educación superior vigoroso y de calidad, una sociedad se condena a la maquila o a la medianía en el desarrollo[…]
La educación es vía de superación humana, de la individual y de la colectiva. Concebirla como un derecho fundamental es uno de los mayores avances éticos de la historia.
De nuevo; que esa sea la postura consensuada en la Universidad es gracias a nosotros. Actualmente nadie cuestiona la gratuidad de la Universidad; ni siquiera de broma. Y eso fue un triunfo indiscutible de nosotros.
Así que, con todos los errores y todas las cosas que se pudieron haber hecho de forma distinta hace diez años, yo sigo estando profundamente orgulloso de haber participado en la huelga. Han pasado diez años, y yo he cambiado mucho en ese periodo de tiempo; he crecido en muchas cosas, y he madurado en otras más.
Y con todo lo que he aprendido en el camino, y sabiendo todo lo que ocurriría después, incluyendo mi estadía en la cárcel, mi decisión es absoluta e inmediata: volvería a hacerlo todo de nuevo. Una y mil veces más lo haría, de ser necesario.
Porque sin la raza, ¿cómo va hablar el espíritu?
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