10331, Zelzah Avenue

Por fin conseguimos departamento, y ayer nos “mudamos”. Pongo “mudamos” entre comillas porque básicamente consistió en tomar nuestras maletas (más o menos como llegaron del vuelo), y un par de colchones inflables y cobijas que Bernardo y Silvia nos prestaron, y llevarlas al departamento.

No hay luz todavía (o al menos no había en la mañana que salimos), y el gas llegó ayer por la noche. Compramos un puñado de cubiertos y “vajilla” (de plástico), cereal, leche y algunas cosas obvias (papel de baño, jabón), y nos dormimos a oscuras después de casi desmayarnos inflando los colchones.

El departamento es (a mi parecer) ridículamente caro, pero no mucho más que casi cualquier otra cosa que vimos (y vimos bastante). Y eso que no estoy contando gas y luz, que va aparte.

La ventaja principal es que está, literalmente, a diez metros de la universidad. Lamentablemente, queda lejos del edificio donde estamos: pueden verlo en Google Maps, también para que se den una idea de la ruta que generalmente tomamos.

Si hacen todo el zoom posible, verán la alberca. Que no es ningún lujo, por cierto; un montón de sitios aquí tienen alberca. Hay un Seven Eleven al lado, y un súper a dos cuadras (pero las cuadras son cuadras en serio, no bromas).

Dado que desembolsamos prácticamente una pequeña fortuna en el primer mes y el depósito, nos quedamos apenas para sobrevivir hasta que nos depositen el siguiente mes. Lo cual no es tan grave; tenemos refrigerador y estufa en el departamento, y creo que nos las ingeniaremos para gastar poco en comida los días que siguen.

Mark, el administrador del complejo de departamentos, fue el primer “gringo” que vimos de cerca (quiero decir; no latino, negro, asiático o armenio). Se estaba muriendo de la risa cuando le dijimos, e incluso nos llevó con su esposa para que le dijeramos eso. Muy amable (considerando que nos estaba vendiendo algo), y me cayó bastante bien hasta que nos quiso convertir al mormonismo. Después me siguió cayendo bien, nada más ya no tanto.

Aunque viéndolo por el lado positivo, tengo dos copias de “The Book of Mormon”; una en inglés, y otra en español.

Aunque aún estamos medio en shock por la cantidad de dinero que desembolsamos, estamos bastante contentos. En primero lugar dejamos ya de incomodar a Bernardo y Silvia (que todo el tiempo se han portado más allá de generosos, además de ayudarnos a llevar las cosas al departamento), y ya podemos concentrarnos en lo que venimos a hacer aquí: escribir nuestras tesis. Ya nos pusieron a leer artículos, y comenzamos formalmente a trabajar.

Ahora sólo que nos conecten la electricidad, y nuestro departamento será más habitable. Sin mesas, sillas, o camas de verdad, pero sí habitable.

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