Hoy (bueno, ayer viernes) fui a donar sangre.
De nuevo.
Esto comienza a ser ridículo: todo mundo me está agarrando de fábrica de plaquetas móvil. Por supuesto, tienen razón: soy joven, sano, razonablemente fuerte y no he tenido hepatitis ni nada que se le parezca. Y para rematar, soy donador universal.
Esta vez le tocó el turno al ISSSTE: ya había donado en la UNAM (que creo que son del ISSSTE también), en el IMSS, y en un sitio privado. Como peor sigue quedando el sitio privado, y después la UNAM (que no es culpa de los que me atendieron; sencillamente es un poco incómodo estar recostado en una camilla en el pasillo de la facultad mientras te desangran). Del ISSSTE y del IMSS, pues por ahí se van; pero sin duda han sido los lugares donde mejor me han tratado. Y donde más tiempo he hecho cola, también sin duda.
Ahora sí no me importó y me monté en la camilla con un libro (Cien Años de Soledad, para los curiosos… debe ser mi trigésima lectura de la novela cumbre de Gabo, por cierto), y estuve leyendo mientras la sangre abandonaba alegremente mi cuerpo. Creo que de tanto donar sangre últimamente (tres veces en unos siete meses), le estoy perdiendo miedo a las agujas; aunque sí apreté los dientes mientras me picaban las dos veces (una para la muestra, otra para la desangrada), no me dieron ganas de hacerme bolita y tirarme al piso, como generalmente ocurre.
La sangre es para un tío, que van a operar. Ahora sólo espero que ningún otro familiar necesite de mi sangre en los próximos cuarenta y cinco días.

Litros?
Tienes razón, es mililitros. Si fueran litros ya estaría muerto. Varias veces.
Corregido, gracias.
Hola Canek, estoy esperando un correo tuyo para ponernos de acuerdo y vernos canijo.
Por otra parte también te corrijo, son cuatrocientos, no cuatroscientos ;)
Corregido, gracias.