Una de mis múltiples tías (tengo más o menos doce tías) será operada, y necesitaba donaciones de sangre. Dado que soy joven, sano, no he tenido hepatitis y además mi vida sexual es mucho más aburrida de lo que me gusta admitir, me mandaron a mí a que fuera a donar medio litro de sangre fresca.
No es la primera vez que he donado sangre; hace dos años doné en las campañas que se hacen en la UNAM (hace un año no podía: no se puede donar sangre durante un año después de hacerse un tatuaje).
Había bastante gente, pero una de las enfermeras comentó que eran muchos más en las mañanas (yo llegué como a las 11:30). Después de cerca de dos horas de estar sentado esperando (y un ligeramente perturbador cuestionario), por fin me sentaron y me sacaron medio litro de sangre. Fresca.
Y he aquí la cosa: le tengo pánico a las agujas. Es ridículo; realmente no duele, y yo estoy más que consciente de eso. Pero nada más veo a la enfermera acercarse con la aguja (que además esa aguja se ve descomunalmente gruesa), y me entra pánico. Tengo que mirar a otro lado cuando me pican, porque si no no creo poder controlarme.
Después me dieron mi almuerzo (sandwich, huevo duro, dos juguitos Pascual, una gelatina y una manzana), y me dijeron que le llegara. Si ya han pasado 45 días, supongo que donaré en las campañas de la UNAM de nuevo; eventualmente tengo que superar mi pánico a las agujas.

No eres al único que le dan miedo las agujas ;)
Aunque según mi madre cuando yo era bebé no les tenía miedo. Ja.
Comparto el miedo, el mío no es gratúito, recuerdo bien de donde lo saqué y es una de las pocas cosas que reprocho de una de mis tías jajajaja.