La vida misma

El fin de semana fui a ver Life Itself.

Se aplican ya saben.

Life Itself

Life Itself

Life Itself es la película más ridícula y melodramática que he visto en varios años; me encantó como no tienen idea.

La película está muy bien hecha, con un elenco espectacular que dan excelentes actuaciones (además de que todos están muy bonitos), una historia bien hilada (aunque sin duda alguna imposible), en Nueva York y Andalucía mostradas de manera casi idílica y con una música más que pasable. Lo único malo que tiene la película (y que probablemente sea determinante en el 13% que tiene en Rotten Tomatoes), es que la historia es pendejísima, ridícula y melodramática.

Además (que va junto con pegado a que sea ridícula y melodramática), la historia está contada con la sutileza de un tanque T-34: si una escena debe generar una emoción, no sólo la escenografía, música y actuación de los personajes nos lo harán saber, sino que el diálogo entre los personajes lo mencionará y para rematar con casi toda certeza la narración que ocurre durante cuatro quintas partes de la película nos lo confirme una vez más. No exagero, por cierto.

La historia es altamente no lineal, pero en resumidas cuentas podríamos decir que comienza con los papás de Abby, que tienen un romance idílico hasta que mueren en un accidente automovilístico, el papá de Abby es decápitado y la niña queda encerrada con el cadáver durante una hora antes de que la rescaten. Abby queda a cargo de un tío, que por supuesto abusa sexualmente de ella hasta que le dispara en la rodilla a los 16 años. En la universidad Abby va al loquero y supera todos sus traumas; conoce a Will, se enamoran, compran un perro y se embarazan y son muy felices hasta que Abby (embarazada a punto de parir) es atropellada por un autobús. La hija de Abby y Will, Dylan (Bob Dylan era el ídolo de Abby) sobrevive.

Will no puede soportar la muerte de Abby, así que tiene un ataque sicótico, se inventa una realidad donde Abby lo abandonó para no tener que enfrentar el hecho de que está muerta, y por fin se suicida cuando su sicóloga lo hace confrontar la realidad de que su esposa está muerta.

Dylan crece con el hecho de que su cumpleaños es el aniversario de la muerte de su madre, con los papás de Will cuidándola. Se muere el perro que heredó de sus padres (que era su mejor amigo), se muere su abuela (que era lo más cercano que tuvo a una madre) y por fin se queda sólo con su abuelo, que hace un esfuerzo sobre humano para mantenerse vivo y no abandonar a su pobre nieta, que por supuesto crece en una mujer joven que, en palabras de la narradora de la historia, “scares the livin’ shit of everyone”. Lo que se traduce en que bebe alcohol, fuma mota, se niega a ir a la universidad y se viste de negro.

Una noche en su espiral de dolor porque todo mundo que quiere muere, Dylan conoce a Rodrigo, que es la otra mitad de la historia. Rodrigo es hijo de Isabel (una imposiblemente hermosa Laia Costa) y Javier, dos españoles que viven en una hacienda en Andalucía propiedad de Vincent. Inicialmente felices, Javier deja a Isabel porque no puede ofrecerle lo mismo que su jefe, que se hace dolorosamente evidente cuando es necesario que Rodrigo reciba terapia porque un día siendo niño que sus papás lo llevaron a Nueva York de vacaciones, es testigo (y técnicamente el culpable) del accidente que le quita la vida a Abby.

Por supuesto Rodrigo y Dylan se enamoran y son felices como lombrices, engendrando a Elena, que es la narradora de esta ridícula historia, que me parece califica como ciencia ficción, porque Abby muere en el presente lo que resulta en que casi todo el resto de la historia de hecho ocurra en el futuro. Ah, en algún momento de la historia Isabel le da cáncer y muere, porque no podemos tener un culebrón de esta envergadura si no hay una madre mueriendo de cáncer en algún punto.

La película me encantó porque siempre me han encantado las historias ridículas y melodramáticas. Pero además es genuinamente divertida; la mitad del tiempo porque lo intenta; la otra mitad porque ante tanto drama idiota no hay de otra sino echarse a reír a carcajadas. En particular, antes de que conozca a Dylan, Rodrigo se hace novio de Shari (una insoportablemente encantadora Isabel Durant), que él describe a su madre como “la ruidosa”; la güera boba aparece como cinco minutos en la pantalla, pero se roba todas sus escenas haciéndola de güera boba insoportable y ruidosa.

Pero si no les gusta el melodrama y las historias ridículas, es muy probable que se quieran sacar los ojos al ver esta película. Independientemente, además, sin duda esperen a verla en streaming; definitivamente no vale la pena verla en cine. Yo no me arrepiento; me divertí horrores y chillé como niña chiquita, que son básicamente dos de las razones por las que voy al cine.

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