Las vueltas

Voy a hacer un ejercicio que casi nunca hago:

  1. Salí de mi casa más o menos a las 17:30 horas del viernes (tiempo de México) para llegar a las 18:00 horas (más o menos) al Benito Juárez.
  2. Esperé el inevitable par de horas antes de abordar mi avión a las 20:15.
  3. El avión hizo aproximadamente 10 horas a Frankfurt, de las cuales pasé unas 7 horas (más o menos) viendo cuatro churros infumables, y el resto tratando de dormir.
  4. Aterricé en Frankfurt a las 14:05 del sábado (más o menos, tiempo europeo) y esperé unas dos horas y media a subir a mi transferencia a Nápoles.
  5. Aterricé en Nápoles a las 18:20 (más o menos) y tardé unos quince minutos en a la estación del transbordador que va a la estación central de trenes y en esperar que el transbordador saliera.
  6. Hice unos veinte minutos en llegar a la Stazione di Napoli Centrale, y unos quince en viriguar dónde y cómo comprar un boleto para el “circumvesuviana”, que terminó partiendo a las 19:41 horas.
  7. El trenecito tomó poco más de una hora en llegar a Sorrento, poco después de las 21:00 horas.
  8. Caminé unos veinte minutos el poco menos de un kilómetro de la estación de trenes al hotel del congreso (está de subida, tengo mi maleta intercontinental, y estuve viajando todo el día).

Contando todas las vueltas y el cambio de zona horaria, es como si hubiera estado viajando todo el sábado, con unas cuantas horas de sueño ahí aventadas.

No me quejo, así es la venida al viejo continente (se desquita uno en el regreso, donde perseguimos al atardecer). Como sea, estoy molido y muero de hambre, así que me daré un regaderazo (tengo el aroma de tres distintos países y dos continentes) y saldré a buscar un lugar donde cenar. Por suerte los italianos son civilizados y tienen restaurantes que sirven comida hasta la media noche.

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