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Los discos duros

He andado actualizando mis equipos de cómputo, porque por qué no, y entonces decidí actualizar mi media center. Después de pasarme a un sistema con GPU de Intel integrado para mi escritorio [1], y concluir que ya no vale la pena comprar tarjetas de video Nvidia, hice un experimento: tomé la placa madre de mi Atom (que ya no es Atom, es Celeron), y lo puse en un gabinete especial chiquito chiquito que compré para mi nuevo media center, para determinar si un procesador lento Intel con GPU integrado estaba a la altura.

Los resultados fueron más que exitosos; para reproducción de video, el Celeron con GPU integrado funciona mejor que Nvidia. No tengo idea por qué; pero tampoco me importa: la placa madre (una ASUS J1800I-A [2]) es diminuta, no tiene ventilador integrado (por lo que es muy silenciosa), no gasta casi electricidad, no genera tanto calor, y una larga lista de etcéteras que me hicieron decidirme a usar una segunda para mi media center.

Para el gabinete compré un Cooler Master Mini 110 [3], que no es particularmente bonito, pero sí chiquito, y le cabe un disco duro de 3.5″ (en lugar de 2.5″, como de laptop). Esto era importante para mí, porque quería utilizar el disco duro de 2TB que tenía mi viejo media center. Hago énfasis en que quería.

Hacer el experimento fue un pinche desmadre. La placa madre ASUS es UEFI, y mi viejo media center era BIOS; tuve que convertir el disco duro de MBR a GPT, cosa que ya he hecho antes, pero no por ello resulta sencilla. La conversión además tenía que ser in-situ, porque no tengo 2 terabytes de espacio libre en ningún lado, y tampoco tengo la paciencia de reconstruir mi obscenamente amplia biblioteca de pornografía.

Al inicio estaba usando mi fiel cable SATA → USB, pero por alguna razón cuando lo conectaba a SATA la maldita computadora no detectaba la tabla de particiones GPT, así que terminé conectando el disco duro a mi máquina de escritorio vía SATA, y corriendo TestDisk [4] para reconstruir la tabla de particiones. Mientras hacía esto, comenzó a fallar el disco duro de 512GB que tengo para Linux en mi máquina de escritorio.

Es el fallo más chistoso que he tenido en un disco duro; si lo pongo vertical, el disco funciona, pero si lo acuesto (como va generalmente dentro de la computadora), entonces falla. Como sea, y dado que necesitaba otra ASUS J1800I-A y memoria (para poder reconstruir Atom, ya que usé su placa madre y memoria para el nuevo media center), decidí ir por otro disco duro.

Y aquí es donde esto se pone divertido: mi máquina de escritorio tenía no dos, ni tres, ni cuatro, sino cinco discos duros atiborrados dentro de ella. Un disco duro de 512GB para Windows que casi nunca uso, otro 512GB para mis datos en Linux (el que empezó a fallar), otros dos discos de 160GB con más datos de Linux, y un SSD para mi sistema Linux propiamente.

Esos eran 1.42 GB aproximadamente, repartidos en demasiados discos duros que cada uno gasta electricidad y genera ruido y calor, así que decidí comprar un discote para Linux y reemplazar todos los discos superfluos que tenía. Pero entonces pensé (espero que vean que es peligroso cada vez que lo hago) que mejor compraba un mega disco duro, lo ponía en mi media center, y movía los 2TB del media center a mi máquina de escritorio.

Así que eso hice: compré (además de la placa madre para Atom y memoria) un disco duro de 3TB, moví la información del media center ahí, y después la de los discos duros que tenía en mi máquina de escritorio al disco duro de 2TB que antes estaba en el media center, comenzando con el de 512GB que estaba comenzando a fallar.

Y entonces comenzó a fallar el otro disco duro de 512GB, el que uso para Windows.

Técnicamente no empezó a fallar: hace casi dos años contaba que había revivido un disco duro de 512GB usando un convertidor USB → serial, un desarmador torx, y minicom en Linux [5]. Pues bueno, el mismo problema regresó, como yo sabía que lo haría, porque nunca actualicé el firmware del disco duro; el contador del firmware volvió a tener una sobrecarga, y mi Seagate 7200.11 se atoró de nuevo en el estado ocupado (“BSY STATE”).

Por eso puse Windows en ese disco duro; nunca lo uso, y no me importa mucho si pierdo la información en él. Pero bueno; reviví el disco duro de nuevo (¡doble Lázaro!), y dejé mi computadora de escritorio en un mucho mejor estado que antes: ahora tiene un disco duro de 512GB para Windows (que volverá a fallar a menos que le actualice su firmware), 2TB para datos en Linux (que espero no se me acaben nunca), y el SSD para el sistema Linux (de 120GB, pero que jala rapidísimo).

Además, reconstruí Atom, y dejé mi media center en condiciones decentes… bueno, le falta su control remoto, que a Omar se le olvidó traerme del gabacho, un DVD slim interno, que ya pedí en MercadoLibre, y un adaptador USB 3.0 a USB 2.0 [6], porque mi nuevo gabinete Mini 110 tiene USB 3.0 frontales, pero la plaquita madre ASUS no tiene el adaptador moderno para ellos.

Como sea: el punto de toda esta entrada, es que esta no es la primera vez que hago un movimiento de discos duros de este estilo: lo he venido haciendo desde hace años con computadoras mías y de conocidos que me piden que arregle/actualice, con laptops, e incluso con mi PlayStation 3. Y el resultado de todos estos años de estar malabareando discos duros es el siguiente:

Discos duros [7]

Discos duros

No tengo idea de cuántos de esos discos duros funcionan o no; algún día tendré que sentarme a averiguarlo. Y tampoco sé qué voy a hacer con los que funcionen. ¿Los regalo? ¿Los tiro? ¿Creo arte moderno?

De verdad no sé qué hacer con tanto disco duro; lo que sí, es que espero no volver a comprar discos en mucho tiempo. Al menos para mí.