Vero en Jalapa

Verónica me contestó el correo que le envié hace más o menos seis meses. Dos líneas:

¿Todavía respiras?
Besos jalapeños

Le contesté tratando de explicarle cómo me sentía, lo que no salió muy bien dado que yo no termino de entender cómo me siento. Me contestó pasándome su número de teléfono en Jalapa, y pidiéndome que le llamara.

No lo he hecho.

Quiero muchísimo a Vero, pero de una muy jija de la chingada manera, siento que la he perdido. Primero fue el novio, que nunca me cayó bien. Votó por Fox, así que no había muchas posibilidades de que eso pasara. Luego se embarazó y casó. Y luego, nada más por no dejar, se embarazó de nuevo. Y por último se fue a Jalapa.

Lo que sea en que consistiera nuestra amistad para motivos prácticos ha desaparecido. Yo me hice amigo de una activista estudiantil que peleó a brazo partido por sacarnos de la cárcel a mí y a otra bola de güeyes que caímos el fatídico 6 de febrero de 2000. Ahora es un ama de casa con marido y dos hijos.

En provincia. “Soccer mom!”

La realidad es que también me siento intimidado por ella. Siempre me he sentido intimidado por ella; es una mujer especial. ¿Por qué siempre los seres humanos más impresionantes que conozco son mujeres? Debe ser el gen Y. ¿Es el Y el que tienen las chavas, no? No, Wikipedia dice que no, así que debe ser el doble gen X.

Siendo una mujer fuerte y decidida, Vero me intimidaba. Ahora con hijos, marido y viviendo en provincia, de algún modo me intimida más. ¿Qué le voy a decir? ¿En qué la puedo ayudar? ¿Qué le puedo decir que no haya pensado ya?

Supongo que sólo puedo quererla. Pero es muy difícil querer a distancia, y menos cuando el ser querido tiene poca tendencia a los métodos modernos de comunicación electrónica.

Y apesto en el teléfono.

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