Mi siguiente animé fue Genjitsu Shugi Yuusha no Oukoku Saikenki [1], conocida en inglés como How A Realist Hero Rebuilt the Kingdom.
OK, ésta sí es original. No necesariamente buena, pero sin duda alguna original.
A Kazuya Souma, un joven de 19 años aspirante a ser servidor civil, se le muere su abuelo y con él se va lo único que le quedaba de familia. Poco después lo raptan al reino de Elfrieden en un mundo de fantasía, donde le salen con el chiste de que es ahora el “héroe” que debe ser ofrecido para combatir al rey demonio, que es lo único que puede ofrecer el maltratado reino.
Debo enfatizar que aunque esperaban un guerrero, o líder militar, lo que Kazuya decide hacer para ayudar al reino es ser un burócrata que balancee las finanzas del gobierno y termine con la corrupción y el desperdicio e ineficiencia.
Lo cual me parece muy cagado, por cierto.
Como a los quince minutos de que comienza a hacer eso, el rey de Elfrieden abdica y lo declara como nuevo rey, además ofreciéndole a su hija, Liscia, como prometida. Más adelante en la historia se explica más a detalle por qué ocurre esto y, sorpresivamente, hasta tiene sentido.
Es la fantasía de poder más pendeja que he visto en mucho tiempo; el sueño húmedo de un burócrata de verse un día de buenas a primeras con poder plenipotenciario para poder implementar todas las políticas que por supuesto únicamente los burócratas pueden determinar son las correctas.
Es la apología del fascismo (o monarquía totalitaria, como quieran) más cagada que he visto en mucho tiempo; ¿eso de preguntarle a la gente qué le gustaría para gobernarse? Nah, esas son mamadas; dejen a los tenócratas determinar qué debe hacerse. Va a ser más “eficiente”.
A mí me pareció increíblemente divertida la serie, porque Kazuya de verdad quiere ayudar a la gente de su reino, y hay cosas que hace que obviamente son de sentido común, como comenzar a limpiar las zonas más pobres de una ciudad literalmente limpiándolas, para evitar enfermedades y plagas.
Pero toda la premisa de que un reino (o estado) nada más necesita un buen tecnócrata que sepa qué debe hacerse y el poder unilateral y absoluto para hacerlo, literalmente sólo una sociedad tan estúpida como para tener todavía un emperador podría pensar que es buena idea.
Quitando eso es muy divertida; y tiene un romance bastante padre entre Kazuya y la princesa Liscia; que después se les une la princesa Aisha de los elfos oscuros como segunda prometida; y después Juna, una tercera prometida, porque por qué no. También tiene el intento fallido de un trío más patético y cagado que he visto en mucho tiempo, cuando Liscia y Aisha tratan de levantarle el ánimo a Kazuya por toda la preocupación que le genera el estar resolviendo los problemas del reino.
En buena consciencia no se puede calificar a esta serie como buena; pero está divertida, ciertamente es original, y si se apagan las neuronas para creerse la muy estúpida premisa, es bastante disfrutable. Además las chicas del harén (la unidad familiar básica del animé) están lindas.
Yo sí la recomiendo. Ciertamente me divertí viéndola; y si hay más temporadas sin duda alguna también las veré.
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