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El escritorio

Casi toda mi vida antes de ser adulto la viví en la colonia Ramos Millán, en la delegación Iztacalco. Nací en el hospital López Mateos en Churubusco, no sé por qué, pero todas mis primeras memorias transcurren en la Ramos Millán; y aunque siempre he dicho (y sostengo) que tuve una niñez feliz, la verdad no extraño absolutamente nada de esa casa y ese rumbo. Tal vez la barbacoa que mi mamá compraba los domingos, pero ni siquiera estoy del todo seguro; en estos días, es muy frecuente que coma muy buena barbacoa.

Nos mudamos a la colonia Jardines del Sur en Xochimilco en diciembre de 1993, cuando yo estaba terminando el primer semestre del CCH Sur y a unos meses de cumplir 17 años. Antes de eso, toda mi vida compartí recámara con mi hermano; pero en Xochimilco por fin tuvimos cada quien su cuarto.

No recuerdo si fue por eso, pero mi mamá nos compró escritorios idénticos a mi hermano y a mí. De madera no particularmente fina, pero tampoco corrientísima, pintados de color caoba; o mejor dicho manchados de color caoba (como le dicen los gringos, stained), porque se podía ver el grano de la madera.

El escritorio, además de los clavos, no tenía absolutamente nada de metal; los cajones son ortoedros [1] de madera, hay soportes de madera que los sostienen, y entonces todo funciona de manera bastante primitiva con los cajones arrastrándose sobre los soportes: nada de las viejas correderas de metal con rueditas de plástico.

Correderas de metal con rueditas de plástico [2]

Correderas de metal con rueditas de plástico

Mucho menos los modernos rieles de metal con rodamientos de bola que suelen usarse hoy en día.

Rieles de metal con rodamientos de bola [3]

Rieles de metal con rodamientos de bola

La verdad nunca usé mi escritorio para escribir, de mi puño y letra, porque es algo que nunca he hecho regularmente; pero en cuanto me compraron mi primera computadora mía de mí en la universidad, la misma terminó en mi escritorio porque ¿dónde más la iba a poner?

De las primeras fotos de mi galería en línea son justo de alguna de mis computadoras en ese viejo escritorio.

Escritorio [4]

Escritorio

Cuando me mudé a mi primer departamento me llevé el escritorio, porque no tenía de otra; necesitaba un lugar dónde poder trabajar en mi computadora. Años después, en el proceso de mudarme con alguna novia, me pasó por la cabeza el deshacerme del escritorio, porque es pesado y voluminoso y ya para ese entonces comenzaba a verse bastante maltratado: los gabinetes, monitores, teclados y ratones habían rayado bastante la madera a lo largo de los años.

Dicha novia me hizo notar que estaba pero si bien pendejo si me deshacía de él; ese escritorio (me dijo ella) era por mucho el mejor mueble en mi posesión. Como ella sin duda alguna sabía mucho más que yo acerca de la buena calidad en las cosas materiales en la vida, me lo llevé. Y luego lo regresé a mi departamento cuando tronamos.

Poco antes de la pandemia, ya siendo yo profesor de tiempo completo, compré un escritorio en Ikea; y si soy preciso armé yo un escritorio con piezas de Ikea, comprando de forma separada un tablero (Tommaryd color carbón de 130cm×70cm) y cuatro patas (Adils, negras). No es que le hubiera pasado algo al famoso escritorio de madrea; nada más yo ya estaba hasta la madre de no poder estirar las piernas cómodamente debajo del mismo: como se ve en la foto arriba, tiene cajones a ambos lados y toda la parte trasera está tapada.

Mi nuevo escritorio (que sigo usando) es literalmente un tablero y cuatro patas: puedo estirar las piernas tanto como se me dé la regalada gana. El tablero es básicamente de las mismas dimensiones que el viejo escritorio de madera (difieren por un par de centímetros), porque a lo largo de los años me acostumbré a esa área de trabajo.

Como sea, el viejo escritorio de madera no lo tiré; lo seguí usando como espacio de almacenamiento (los cajones ortoedros son bastante espaciosos) y además puse ahí mi gabinete (no quería ponerlo encima del nuevo escritorio ni en el piso). También puse ahí mi escáner.

Ahora que me mudé a mi nuevo departamento, me traje una vez más el viejo escritorio de madera. Me parece que ya no es el mejor mueble en mi posesión; pero sin duda alguna es bueno (digo, tengo más de treinta años con él). Mi nueva oficina en mi departamento es más grande que la que tenía antes, así que hice un reacomodo y decidí que el viejo escritorio de madera seguiría con su papel como espacio de almacenamiento, pero ahora pondría encima mi impresora 3D y varios chunches relacionados con eso.

En el proceso de ordenar todas mis posesiones en el nuevo departamento, procedí a darle una buena limpiada al viejo escritorio de madera, lo que me hizo percatarme de lo madreado que lo tenía: sí reflejaba los treinta años que llevo usándolo.

El escritorio antes [5]

El escritorio antes

Entre las cosas que compré cuando me mudé fue una lijadora eléctrica de mano, que principalmente he usado para lijar paredes (larga historia [6]); y entonces comencé a juguetear con la idea de lijar el escritorio (o al menos la parte de arriba) y volverla a manchar, encerar y pulir. Lo único que me detuvo fue que esa pinche lijadora genera una cantidad apocalíptica de polvo de yeso cuando lijo paredes; no quiero ni imaginarme la cantidad apocalíptica de aserrín que generaría si lijara mi escritorio.

Estaba entonces ponderando si me animaba o no a lijar mi escritorio y generar una cantidad apocalíptica de aserrín, cuando vi un video en YouTube. Me encanta ver videos en YouTube donde restauran cosas; no importa particularmente qué, sólo el proceso de restauración en sí mismo es suficiente. Carros, muebles, juguetes, electrónicos, maquinaria, herramientas; cualquier cosa que alguien con mucho más talento que yo transforme de casi basura a una pieza que bien podría pasar por nueva, es como pornografía para mí. Entonces pues el algoritmo me recomienda cosas relacionadas con restauraciones de vez en cuando; y así fue como terminé viendo un video donde restauraban un mueble de madera [7] sospechosamente similar a mi escritorio.

Siendo preciso, no “restauran” el mueble; básicamente sólo lo manchan de nuevo, pero con un químico impío que aplican con fibra de metal muy fina, y que al menos en el video hace que parezca magia. Así que decidí que trataría eso en lugar de generar una cantidad apocalíptica de aserrín con mi lijadora eléctrica de mano.

La chingadera de verdad funciona como magia; especialmente con rayaduras superficiales. Pero incluso con rayaduras profundas las oculta bastante bien. Luego enceré el escritorio con cera de abeja para madera y lo pulí sin echarle muchas ganas, porque ya me había cansado para ese momento. Me costó más o menos quinientos pesos y medio día de mi vida, pero la verdad me gustó mucho cómo quedó el viejo escritorio de madera.

El escritorio después [8]

El escritorio después

Le habría podido parar ahí; básicamente había restaurado mi escritorio a un estado similar al que tenía hace veinte años, de los treinta que lleva conmigo. Sin embargo, le hice todavía una modificación de la que hablaré más tarde.

Este viejo escritorio de madera creo que se me pasó la oportunidad que tuve de deshacerme de él; lo voy a andar cargando conmigo el resto de mi vida, me parece. Me alegra haberle dado esta manita de gato; y creo que ya no abusaré tanto de él, entonces espero que no sea necesario volverlo a restaurar dentro de treinta años.

Y sí, estoy suponiendo que voy a llegar a mis ochentas, porque soy optimista.

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