Estaba en el laboratorio de cómputo del Instituto de Matemáticas, y mi teléfono comienza a sonar:
Isabel, sueño de mis sueños
Quiéreme Isabel, como yo te quiero
Quiéreme Isabel
Quiéreme Isabel, quiéreme…
Después de que terminé mi llamada, todo mundo se me quedó mirando. “Me pareció el tono apropiado”, les dije.
