David Romero

En 2013, un compañero del posgrado me preguntó si estaba disponible para una chamba en el entonces IFE. Como mi doctorado estaba estancado y ganaba una miseria como profesor de asignatura de la Facultad, dije que sí.

Fue así como conocí a David Romero, con quien trabajé en el IFE y luego en el INE, con el que tengo escritos dos artículos (uno a punto de ser publicado, otro recién enviado), y que fue sinodal de dos de mis tesistas titulados.

Hoy en la tarde, y por complicaciones con Covid, David falleció en su casa, bajo el cuidado de su esposa que también está infectada.

David fue un ser humano extraordinario; hace unos años pedimos un proyecto, y David me mandó su currículum para que lo subiera al sistema en línea que teníamos que utilizar. Pocas cosas me han hecho sentir tan humilde como el leer el currículum de David; decenas de publicaciones en un montón de áreas de matemáticas, ciencias de la computación y similares, además de una experiencia enorme trabajando en la industria pública y privada.

David, entre otras cosas, hacía matemáticas; pero no era realmente matemático. De origen era ingeniero y después hizo su posgrado en matemáticas aplicadas y computación, habiendo además pasado un tiempo no trivial programando cuando el concepto de “computadora personal” todavía era un sueño. Nunca pasó por la Facultad de Ciencias realmente, ni como alumno ni como profesor.

Pocas personas en este mundo he admirado y querido tanto como a David. Fue un gran amigo, mentor y figura a la que me gustaría poder aspirar a parecerme, pero que sencillamente ni siquiera me planteo, porque no creo poder nunca ni siquiera acercarme a la calidez, simpatía y humor que él tenía. Por no hablar de su demoledora inteligencia y conocimiento enciclopédico.

Hoy la humanidad perdió una de sus grandes mentes, y la UNAM a uno de sus investigadores más productivos. Yo perdí a uno de mis mejores amigos, y a uno de los mentores más importantes que he tenido en mi vida académica.

Los trenes

Conocí a mi amiga Birgit en el DocCourse de 2009 en Barcelona, durante mi primer viaje a Europa. Cerca del final del viaje, nos dijimos mutuamente que estaría padre que nos visitáramos en nuestros respectivos países, porque por qué no.

La verdad es que en general todos los miembros del DocCourse (un par de docenas al menos), dijimos eso; y siendo justo para casi todo el resto de ellos sí lo cumplieron. Por supuesto tienen la ventaja de vivir en Europa, no como yo que tengo que cruzar el charco.

Siendo justo con Birgit en particular, ella ha venido a México un montón de veces después del DocCourse; nunca a verme a mí, pero viene seguido a trabajar y generalmente nos vemos aunque sea una vez cuando esto ocurre.

Yo no pude ir a visitar a mis amigos del DocCourse, al menos no tan seguido como me hubiera gustado. En 2009 fui a San Francisco a visitar a Eddie aprovechando una estancia en California durante el verano, y en 2010 fui al examen de grado de Vincent aprovechando que estaba en una estancia en Barcelona. En el 2011 técnicamente no fui a visitar a nadie, pero me encontré a varios por distintas partes del mundo durante mi viaje demente de 6 meses hacia el final de mi beca de doctorado.

Y después tardé en de hecho doctorarme y luego obtener mi plaza en la Facultad de Ciencias. Pero en cuanto lo hice, el año pasado pasé a visitar a Eddie en Wisconsin y a Fred y Anna en Colonia.

Y por supuesto Birgit me reclamó amargamente en su última visita de por qué no le había avisado que iba a Europa para tratar de encontrarnos.

Así que en este viaje vine a mi congreso en Italia, pasé a mi cotidiana visita de investigación en Barcelona, y el jueves me trepé a un avión a Viena en Austria, para por primera vez en mi vida ir a visitar a Birgit.

Estuvo padre; Graz es un pueblo chiquito, pero bonito, y la verdad sí fue padre cumplir una promesa hecha hacía más de ocho años.

Lo que no estuvo padre es que no tenía tiempo (de por sí mi estancia en Barcelona fue corta), y que consecuentemente no pude salir de ahí en avión. Al menos en un vuelo directo de Graz y/o Vienna a Nápoles.

Así que tomé tren. Y aquí es donde se pone medio triste el asunto.

Mi experiencia con trenes nunca ha sido terriblemente satisfactoria en Europa; suelen ser más lentos y más caros que los aviones (para transportarse entre ciudades importantes al menos), y aunque todo mundo parlotea acerca de la comodidad, la verdad es que no le veo mucha ventaja sobre los aviones (excepto que no hay estúpido pase por seguridad para verificar que no tenga más de 100 mililitros de crema líquida).

Para salir de Graz tuve que tomar un tren a Knittelfeld, de ahí un tren nocturno a Boloña, y aquí estoy esperando por mi tercer tren a Nápoles (regla estúpida de estos viajes académicos; uno tiene que regresar a México por la ciudad a la que partió originalmente).

El tren a Knittelfeld estuvo bien, pero el tren nocturno fue bastante desagradable. Ya sabía que tenía que compartir mi vagón con otros individuos; pero la “cama” era bastante incómoda y además hubo un retraso de cerca de una hora antes de llegar a Boloña. Por suerte dejé un colchón bastante generoso con el siguiente tren.

De verdad sigo sin verle el chiste a viajar por tren; prefiero (por mucho) los aviones.

Pero además de que no soy fan de los trenes, el problema con usarlos es que comencé mi viaje de regreso el viernes a las 19:00 horas (tiempo de Europa central), y lo voy a terminar en México a las 11:00 horas del domingo (4:00 horas, tiempo de México). Técnicamente es un viaje de 40 horas, sin paradas significativas para descansar en ningún punto (y sí, considero al tren nocturno un fallo en el sentido de intentar de descansar).

La cosa se ve más o menos así:

  1. Tren Graz → Kittelfeld
  2. Tren Kittelfeld → Boloña
  3. Tren Boloña → Nápoles
  4. Aerobús Nápoles → Aeropuerto de ídem
  5. Avión Nápoles → Münich
  6. Avión Münich → México
  7. Taxi aeropuerto → mi casa
  8. Caer como tapa de excusado en mi cama

Llevo ya 12 horas de viaje, y sinceramente no espero con ansias las 28 que me faltan.

Pero al menos ya vuelvo a casa. Y fue padre ver a Birgit.

Colonia

Estoy a punto de abordar mi avión de regreso a Barcelona, después de pasar alrededor de 48 horas en Colonia, Alemania. Fue mi primer visita a este país donde por omisión nadie le habla a uno en nada distinto a alemán (aunque todos fueron lo suficientemente amables en responderme en inglés cuando les hablaba en ese idioma); creo que me defendí bastante bien.

La ciudadcita está simpática (y la catedral es una obra de arte), pero como les dije a Fred y Anna el motivo del viaje era ponerme al día con ellos; todo lo demás era un bono extra. Hicimos varias cosas durante mi estancia aquí; pero todas y cada una de ellas quedaron completamente opacadas por Ida Maria Luise von Heymann, la hermosa hija de Fred y Anna a quien decidieron ponerle nombre de villana de película de James Bond. Es la niña más hermosa y feliz que he conocido de esa edad; y de hecho conviví con ella, cosa que no suelo hacer con niños chicos, probablemente porque mis amigos con hijos en México les da miedo que los vaya a romper.

Ida Maria Luisa von Heymann

Ida Maria Luisa von Heymann

Vuelvo ahora a Barcelona a hacer investigación durante una semana (y espero reponerme de tanto viaje), para finalmente regresar a México el próximo domingo. No ha sido el itinerario más demente que he seguido en mi vida (ese sería el del 2011), pero creo que sí es el segundo.

Como sea, ya no hay más zarandeos para mí; sólo mi trabajo “normal” en mi querida Barcelona.

Dejando el gabacho

Estoy a punto de abordar mi avión rumbo a España (vía Francia), y dejar gringolandia. Tengo que regresar en unos días, porque mi avión de Barcelona pasará por Atlanta una vez más en su camino hacia la CDMX.

Bromeando con Eddie le dije que venía porque era posible que, a partir del año que viene, ya no pueda entrar si gana Trump. Yo me reí mucho, pero la mayor parte de los gringos que conocí están aterrados de que si quiera exista la posibilidad de que gane.

Fue muy chido ver a Eddie y ponernos al día. Él tiene su plaza en La Crosse, Wisconsin, un soporífero pueblito que (al ser la pasada la primera semana de clases) está repleto de bellísimas chavitas de 18 años, freshwomen en la Universidad; casi todas rubias, casi todas usando shortcitos todo el día.

No me quejo.

Ahora sí vuelvo a Europa, y en particular a España y Barcelona. En unos días escribiré por qué es importante para mí, pero en verdad me alegra.

Llegué varias horas antes de que mi vuelo despegue, así que busqué un lugar de hamburguesas gringas y chafas porque ha sido una tradición para mí siempre que como en un aeropuerto gringo; sin embargo no encontré, y me tuve que “conformar” con una hamburguesa fina acompañada de una copa de Malbec sorprendentemente buena.

Tampoco me quejo.

Esta es la primera vez que paso por el gabacho sin en ningún momento cambiar dinero o sacar efectivo de un ATM. En gran medida fue porque Eddie (siguiendo la tradición que tenemos al visitarnos) insistió en pagar casi absolutamente todo; pero las pocas cosas que yo compré (como mi hamburguesa y copa de vino), sencillamente usé mi tarjeta. Así que también será la primera vez que me vaya sin dólares que me sobran y que luego no sé qué hacer con ellos.

También fue la primera vez que no tuve mi celular en modo avión, ni que compré una tarjeta SIM (para menos de 3 días se me hizo demasiado); sencillamente usé mi SIM Telcel, incluyendo el uso de datos todo el tiempo. Telcel me envió un mensaje anunciándome alegremente que podía usar mi celular con las mismas tarifas que en México; por supuesto no les creo, pero mientras no me cobren de manera irracional (más del doble de lo que normalmente pago, por ejemplo), por mí está bien. De hecho hasta diría que fue buen servicio.

Así que me dispongo a dejar los Estados Unidos; como decía arriba, regresaré el mismo día que llegue a México, pero sólo estaré en Atlanta un par de horas hasta que salga mi vuelo a México.

Espero que ahí sí encuentre un Carl’s Jr.

De regreso a México

Ahora estoy en el aeropuerto de Boston, esperando abordar mi vuelo a Houston, Texas, de donde por fin volaré a la Majestuosa. Comentaba ayer con Omar y Paola que es la primera vez que hago un viaje fuera de México con el propósito exclusivo de pasear, sin ningún compromiso académico antes, durante o después del paseo.

Estuvo bastante padre; Chicago es impresionante, y Cambridge/Boston están simpáticas… aunque por supuesto, hizo un frío endemoniado los dos días que de hecho paseé ahí, y hoy que ya me voy por fin se le ocurre salir al sol. Traigo una tos espantosa desde Chicago, y voy a llegar a mi casa a tomar cantidades industriales de té a ver si así se me quita.

(Por cierto, debo especificar que “un frío endemoniado“, para mí, siendo mariquita de la Ciudad de México, es alrededor de 10 grados centígrados; realmente no es nada del otro mundo, pero no es algo que yo esperaba ver en junio).

Además de conocer nueva ciudades, estuvo padre andarme paseando con mi mamá en Chicago (nunca habíamos viajado juntos fuera del país), y ver de nuevo a Omar, Paola y Lalo, y chismear con ellos. También conocí Hardvard y el Emaití, que estaban casi vacíos por ser ya técnicamente vacaciones, pero que de cualquier manera están interesantes. Ah, y fui por primera vez a ver stand up comedy; estuvo bastante divertido (aunque sí hubo un par de comediantes francamente bizarros).

Ahora sólo quiero llegar a mi casa, terminar de calificar lo que me falta de mis cursos, y descansar propiamente durante varias semanas.

La boda de Erick y Yazmín

El sábado dos de mis mejores amigos, Erick y Yazmín, se casaron.

Erick y Yazmín

Erick y Yazmín

No había escrito al respecto por la cantidad enorme de trabajo que traigo encima, que además por supuesto se acumuló porque salí el fin de semana a la boda de Erick y Yazmín.

Erick y Yazmín llevaban doce años de novios, y poco más de dos y medio de estar viviendo juntos. Comenzaron a andar durante un viaje que hicimos mis amigos de la carrera y yo a La Paz, y yo creo que la verdad la mayoría de nosotros ya no pensábamos que se fueran a casar nunca. Pero de buenas a primeras, por abril, nos mandaron un correo donde decían que siempre sí se casaban.

Y dicho y hecho.

Mina, Erick, Yazmín y yo

Mina, Erick, Yazmín y yo

Yo me corté el pelo por primera vez en más o menos veinte años, a sugerencia de Mina, lo que causó que Erick (y todos los demás) tardaran un par de segundos en reconocerme cuando me veían.

Creo que nunca había ido a una boda donde los novios disfrutaran tanto la ceremonia. No la fiesta después; la ceremonia: yo nada más veía como Erick y Yazmín se botaban de la risa con casi todo lo que el padre les decía, que ciertamente fue muy ameno casi todo el tiempo.

También fue una oportunidad para ver a varios de mis compañeros de la carrera que no había visto desde que dejaron de ir a la facultad hace varios años… y que probablemente nunca vuelva a ver en la vida.

Mina y yo

Mina y yo

Y por supuesto, fue también ocasión de que nos reuniéramos los cuates de la carrera.

Rafa, Erick, Gustavo y yo

Rafa, Erick, Gustavo y yo

Yo me la pasé muy bien, aunque hizo un frío del carajo la mayor parte del tiempo. Erick y Yazmín son de los amigos que más quiero (aunque no los veo tanto como quisiera), y aunque sé que no cambia mucho la dinámica de su relación, me dio mucho gusto que se casaran.

Lo único es que comienza a quedarme claro que de mi (no muy numeroso) grupo de amigos cercanos, yo soy de los pocos que siguen solteros. Somos una especie en extinción. Tan sólo en los últimos dos años cinco de ellos se han casado (y dos el mismo día este sábado).

A este paso, a ver si no termino siendo el último en casarse.

La boda de Juan y Érika

Uno de mis mejores amigos, Juan, se casó el sábado. No había escrito al respecto por razones.

En 2005 Omar tuvo a bien casarse con Paola; tuvieron que pasar casi ocho años para que el segundo de nuestro pequeño grupo de cuatro (Omar, Enrique, Juan y yo) se volviera a casar. A este paso, Enrique se va a casar en 2021, y yo en 2029; no se ven buenas las probabilidades de que pueda cargar a mi esposa para entrar a nuestro hogar por primera vez como casados.

Yo estuve presente el día en que Érika y Juan se conocieron, en gran medida porque fui parte de la conspiración que varios amigos hicimos para que esto ocurriera, a pesar de la férrea resistencia de Juan. Resistencia no a conocer a Érika, sino a salir de su casa; para que no tuviera de otra tuvimos que hacer una reunión en su casa y llevarle ahí a Érika para que por fin la conociera. Y luego todavía tuvo el descaro de reclamarnos que por qué no se la presentamos antes.

La historia de Juan y Érika es larga y tortuosa como suelen ser todas las grandes historias de amor, y no la voy a relatar aquí en primer lugar porque es una historia que les tocará a ellos contarles a sus hijos, y en segundo lugar porque qué hueva. Lo que voy a relatar es el día de la boda, donde me tocó cumplir el papel de chofer, dado que Juan me pidió que lo llevara a él de su departamento al salón de la boda, y al final de la misma que lo llevara a él y a su nueva esposa al mismo departamento, convertido ahora en el hogar donde comenzarán a vivir su vida como pareja casada.

Pero antes un paréntesis: una muestra de que Enrique, Omar y yo de verdad queremos a Juan, es que accedimos los tres a vestir traje para el día de la boda, cuando en general nunca lo hacemos. Así que yo comencé el día bañándome y poniéndome mi traje, que tuve que comprar porque el que me regaló mi hermano después de titularme de la maestría ya no me queda. Me aprieta de la cintura, lo cual no es de extrañar; lo que es de extrañar es que me aprieta aún más de los hombros. O cada vez estoy más ancho de espaldas, o la grasa se me acumula en los hombros.

Como sea, Juan me pidió que llegara a las 3:00, y no queriendo hacer un Enrique traté de llegar antes. Lo conseguí, pero por muy poco: llegué al diez para las tres. Juan se disfrazó de pingüino, se puso saliva en las patillas, y nos fuimos de ahí a la casa de Érika para recoger varias cosas que ella iba a necesitar en la noche. Ya todo empacado, nos fuimos al salón, que resultó estar dentro del deportivo al que mi mamá lleva casi quince años yendo a hacer ejercicio.

A las cinco de la tarde llegó Érika, y al mirar a Juan disfrazado de pingüino, de inmediato se puso a llorar. Yo le hice ver que todavía estaba a tiempo de arrepentirse, que no tenía porqué echarse a llorar, pero eso sólo la hizo llorar todavía más. Así que le dije que mejor lo reservara para cuando Juan le pegara, pero eso, al parecer, también la hizo llorar aún más, por lo que mejor me callé. Ya que las lágrimas se detuvieron un poco (se la pasó llorando toda la boda), vino la sesión de fotos.

Juan y Érika

Juan y Érika

Yo no tomé las fotos oficiales; yo sólo iba de advenedizo.

Una hora de fotos después, llegaron los papás de Juan y su hermana menor, Mina. Otro paréntesis: yo la última (y única vez) que había visto a Mina había sido diez años atrás, cuando ella era una niña preparatoriana de 17 años que había venido la Ciudad de México a visitar a su hermano mayor. Nada en el mundo me podría haber preparado para la impresión que me causó ver al despampanante mujerón en el que la niña preparatoriana de 17 años se había convertido en tan sólo una década.

Por supuesto, ella no me reconoció al verme.

Después llegaron Fede, el hermano menor de Juan, junto con su esposa, y poco a poco fueron llegando más familiares del novio y de la novia, mientras los fotógrafos oficiales hacían su trabajo, y yo me colaba para robar fotos con mi camarita.

Los novios y sus familias

Los novios y sus familias

A las siete tenía que llegar el juez de lo civil (Juan y Érika tuvieron el buen gusto de casarse únicamente por lo civil, igual que Omar y Paola), y era importante realizar la ceremonia rápido porque el tipo tenía otra boda a las ocho, así que nos pasaron a todos a un salón, y nada más llegó el juez comenzó la ceremonia. Yo seguí robando fotos en todo momento.

La ceremonia

La ceremonia

El juez no era buen orador, pero le echaba ganas. Le imbuía drama a cada una de sus frases, acompañándolas de gesticulaciones con las manos, mientras explicaba la importancia de matrimoniarse para poder… algo, no sé. La verdad yo estaba bastante emocionado de por sí, dado que Érika continuaba llorando todo el tiempo; el performance del juez sólo lo acentuaba.

Después vino la firma de documentos, que como todo el mundo sabe es la parte más romántica de cualquier boda.

Érika firmando

Érika firmando

Juan firmando

Juan firmando

Y entonces los novios leyeron sus votos. Es necesario que explique lo siguiente antes de continuar; Juan es uno de mis mejores amigos: para mí él (junto con Enrique y Omar) es un hermano. Lo conozco desde que teníamos 19 años, y sé lo difícil que le es expresar lo que siente, mucho más aún con palabras. Así que oír decirle a Érika sus votos, mientras se le quebraba la voz, sí estuvo a punto de hacerme llorar a mí también. Claro que la hermana mayor de Érika también jugó sucio; contrató un cuarteto de cuerdas que se pusieran a tocar la aria Aire de Bach mientras leían sus votos. Así es trampa.

Después de que todos lloramos, el juez hizo que se pusieran los anillos (que Juan se las ingenió para hacerlo mal… dos veces), y por fin los declaró matrimoniados.

Recién casados

Recién casados

Después siguió lo que sigue en todas las bodas; se comió, se partió un pastel, la novia aventó un ramo, y el novio manoseó a la novia y después aventó la liga. Y hubo baile todo el tiempo; que por cierto (otro paréntesis), después de quedarme sin novia, sin casa, sin dinero y sin trabajo pensé que al menos una ventaja sería que no tendría que bailar. Hasta que llegó a sacarme a bailar la mamá de Juan, que por supuesto no había forma de que le dijera que no, así que pues ya qué.

Ah, y tomé una foto de Juan bailando, que creí nunca lo vería:

Juan y Érika bailando

Juan y Érika bailando

Yo me la pasé increíblemente bien en la boda de Juan y Érika. Pude platicar con Omar, que él sí se negó a bailar (habrá que esperar si conseguimos arrastrarlo cuando Enrique o yo nos casemos), y era tan intensa, sincera y contagiosa la felicidad de las dos familias de los novios, que era medio imposible no sentirse uno mismo abrumado y capturado por tanta y tan bien intencionada alegría. Cuando Fede, el hermano de Juan, tomó el micrófono ligeramente embriagado para dirigirle unas palabras a los novios, y a él también se le quebró la voz por la emoción y los tres galones de alcohol que había ingerido, yo sí ya pensé que era conspiración para hacerlo llorar a uno.

Yo no pude beber casi, porque era el chofer de los novios, y me tuve que esperar a que salieran los últimos para agarrar a los recién casados y llevarlos a su hogar. Eso, y ayudar a cargar las cosas de Érika que seguían en mi carro.

Yo conocí a Érika el mismo día que Juan lo hizo, en septiembre de 2006, hace casi siete años. Podría decir mucho acerca de sus cualidades, de su sentido del humor, y de su belleza. Pero creo que todo eso es superfluo, y queda desmedidamente encogido, comparado con lo más halagador que puedo decir de ella: que cambió a mi amigo, y que lo hizo para bien. El muchacho solitario, callado, antisocial e increíblemente tímido que siempre proyectaba un aura de que quería romperle su madre a alguien, Érika lo convirtió en alguien alegre, fuerte, seguro de sí mismo, y mucho más responsable con su vida académica y profesional de lo que probablemente nadie de los que lo conocíamos hubiera podido imaginar. Obviamente Érika no fue la única causa; pero que nadie me diga que no fue la principal.

Nada más por eso yo le estoy infinitamente agradecido, y sería suficiente para que tuviera mi lealtad y cariño incondicional de aquí a que cuelgue los tenis. Pero además en estos años he tenido la oportunidad (aunque ciertamente menos de lo que me hubiera gustado) de conocerla y convivir con ella, y me ha dado una muestra de la increíble persona que es, y pude entender cómo conquistó de forma inexorable a mi amigo, que también es una de las personas más extraordinarias que yo conozco. Y es por ello que quiero decir algo que es completamente innecesario además de altamente ridículo. Pero es que si no lo hiciera así, no sería yo.

Bienvenida a la familia, Érika.

Geeks + Érika

Geeks + Érika

Los tacos de pastor

Pasé en la mañana a casa de Jorge por Birgit y Oswin para llevarlos a pasear al Centro Histórico. La siguiente conversación tuvo lugar entre Jorge y yo:

Jorge: ¿A dónde los vas a llevar a comer?
Yo: Al Cardenal, o tal vez a Los Girasoles.
Jorge: Creo que convendría más a Los Girasoles.
Yo: Sí, es más tradicional.

Birgit en el Zócalo

Birgit en el Zócalo

Ya en el Zócalo, la siguiente conversación tuvo lugar entre Birgit y yo (hago notar que hoy fue su cumpleaños):

Yo: Cuando tengan hambre me avisan; tengo un par de lugares pensados como opciones.
Birgit: Quiero comer en la calle comida divertida.
Yo: Eso siempre lo podemos hacer, pero hay por aquí varias opciones que…
Birgit: Quiero comer en la calle comida divertida.
Yo: OK.

Terminamos comiendo tacos de pastor en la calle (literalmente en la calle, sosteniendo un único plato de unicel mientras caminábamos los tres rumbo al metro Pino Suárez). Ya de regreso en el carro:

Yo: Jorge me va a regañar.
Birgit: ¿Por qué?
Yo: Porque no los llevé a un restaurante decente.
Birgit: No tiene por qué enterarse.
Yo: Es lo primero que me va a preguntar.

Y por último en casa de Jorge:

Jorge (nada más entramos): ¿A dónde los llevaste a comer?
Yo (a Birgit): ¿Qué te dije?

Y así fue como la Doctora Vogtenhuber se salió con la suya de comer tacos en la calle.

Donde el águila paró…

Mi amiga Birgit y su asesor, Oswin, llegaron hoy a México para participar en dos talleres. Yo fui a recogerlos al aeropuerto y la siguiente conversación tuvo lugar entre Birgit y yo cuando manejaba mi carro, y justo después de que cambié de carril.

Birgit: ¿Qué significan las líneas paralelas entre carriles?
Yo: Que no puedes hacer esto (y vuelvo a cambiar de carril).
Birgit (cagándose de la risa): Nada más quería saber si significaba lo mismo que en Austria.
Yo: Bienvenida a México.

Mi Xperia Play es divertido, pero hay niveles

Platicando con Juanjo:

Yo: Ayer vi un PS3 nuevo, pero con la caja abierta, en 224 CAD. Pensé seriamente en comprarlo.
Juan: Pero el nuevo (con la caja cerrada) cuesta $250, ¿no?
Yo: Ajá. $249, de hecho. Eso es 10% de descuento.
Juan: Si es un lugar confiable, pues te ahorras esos $25, pero si no, yo preferiría comprarlo nuevo nuevo.
Yo: Pues es Best Buy.
Juan: Ah.
Yo: Como sea, 250 CAD (o USD) están de no manches.
Juan: La cosa es que ya tienes uno, ¿no?
Yo: La cosa es que está en México.

Toronto

Llegué a Toronto el martes, pero de inmediato al otro día comenzó el Canadian Conference on Computational Geometry 2011, y ya no tuve tiempo de escribir aquí. Mi presentación fue el primer día, y la verdad no estoy tan contento con ella. Ser el primero entre otras cosas implicó que más de la mitad de los espectadores fueron entrando a la plática después de que ya la había empezado, y eso me sacó de onda. De cualquier forma quedó bien, me parece.

Ahora voy a empezar a trabajar en el Instituto Fields durante las próximas semanas. Espero también llegar a conocer mejor esta ciudad, dado que sólo pude estar en ella menos de 48 horas el año pasado, cuando vine a visitar a Omar (que ahora está en Boston). En el congreso estuvieron varios amigos míos, y algunos se van a quedar aquí más tiempo, lo cual me dará la oportunidad de convivir con ellos.

Y, mucho más importante que todo lo anterior, mi novia está aquí. Es bueno verla después de casi dos meses de estar separados.

El lunes me presento en el Instituto Fields, pero este fin de semana sencillamente voy a descansar: llevo para motivos prácticos del tingo al tango durante las últimas seis semanas.

And that’s how you save money

Con Fred y Eddie en Amsterdam, comiendo comida tibetana (la comida holandesa de verdad no vale la pena):

Yo: Hey, can I pay the meal with my card and you guys give me your part in cash? I don’t have cash anymore.
Fred: Don’t worry man, you are our guest.
Yo: Oh, thank you.
Fred: Don’t mention it.
Yo: Of course it would have been better to know it, you know, before my last day here.
Eddie: But this way is cheaper.
Fred: Yeah.
Eddie: And we still get to look like nice guys.

Amsterdam, y Rotterdam, y Den Haag y Delft

Estoy a punto de tomar mi avión rumbo a Madrid, donde pasaré una noche y al otro día volaré a Toronto, vía Washington.

Esta semana fue de las más intensas que he tenido, hablando acerca de trabajo. Mi amigo Fred y yo demostramos básicamente lo que queríamos demostrar, y además fue interesante trabajar con él porque él está acostumbrado a hacer demostraciones de forma radicalmente distinta a como yo estoy acostumbrado: yo suelo usar argumentos geométricos, Fred suele escribir todo como ecuaciones y demostrar lo que sea que haya que demostrar resolviendo dichas ecuaciones.

Esto causó que, por primera vez en años, volviera a hacer una demostración donde tuve que probar un límite. Mi cálculo estaba bastante oxidado, pero todo salió bien. Y mi entrenamiento en geometría computacional de hecho sirvió, porque en una parte de lo que queríamos demostrar nos atoramos, y yo di un argumento geométrico que nos permitió poder conseguir la prueba.

La semana fue muy pesada, trabajando diario con Fred, y luego yo quedándome en las tardes en la universidad (TUDelft) escribiendo mi presentación para el CCCG: doy la primera plática el primer día en la primera sala, así que no puedo llegar al congreso sin mi plática preparada. También tengo que acabar un artículo en las próximas dos semanas, así que sí estaba bastante ocupado.

Como sea, un día cené con Fred en Rotterdam, aunque realmente no conocí la ciudad, el sábado fuimos a La Haya (Den Haag) a cenar comida coreana varios cuates, y el domingo Fred y Eddie me acompañaron a Amsterdam a conocer la ciudad y a visitar el museo Van Gogh. Sí, fui a las vitrinas. Y sí, es ligeramente decepcionante. Delft lo conocí un poco más, pero es tan chiquito que realmente no era muy difícil.

(De hecho todas las ciudades en los Países Bajos son muy chiquitas, pero no voy a meterme a esa discusión.)

También conocí a una banda muy buena onda en la universidad, y por encima de todo tuve la oportunidad de convivir con dos de mis amigos más queridos en Europa. Eddie se va en septiembre a una posición (potencialmente permanente) en Corea, así que no tengo idea de cuándo pueda volver a verlo, y Fred seguirá en los Países Bajos otro par de años, pero conmigo sin saber si podré viajar o no cuando acabe mi doctorado tampoco sé cuándo lo volveré a ver. Va a ocurrir que los vuelva a ver, por supuesto: sólo no sé cuándo.

No escribí en el blog porque de verdad estuvo muy intenso el trabajo, y además el poco tiempo que tuve de verdad lo utilicé para convivir con mis amigos… eso y ayudar a Fred a mudarse de Delft a Rotterdam el domingo pasado. Que fue divertido, por cierto.

Como sea, hay un par de entradas que planeo hacer, mientras espero abordar mi vuelo Amsterdam – Madrid. A ver si me da tiempo, porque creo que ya sólo tengo 10 minutos.

Los Países Bajos

El sábado llegué a Amsterdam a las 9:00 AM, después de pasar una noche increíblemente bizarra tratando de ver cómo disfrutar mi último día en Barcelona y a la vez poder llegar a las 4:25 AM al aeropuerto para poder documentar mi maleta.

Me reuní con Eddie y con Fred, dos de mis amigos más queridos que viven en Europa (Eddie desde hace casi un año, habiéndose mudado de los Estados Unidos para acá), y ya en Delft también vi a Anna, la novia de Fred y también amiga mía muy querida. Eso fue una muy agradable sorpresa, porque no sabía que ella estaría por aquí, y me alegro mucho haberla podido ver. Después de unos tragos el domingo me despedí de ella, porque regresa a Zürich donde estudia, y no tengo idea cuándo (ni dónde) la vuelva a ver.

Tengo sólo una semana aquí, porque vuelo el lunes 8 de Amsterdam para Madrid, y un día después de Madrid para Toronto vía Washington. En esta semana tengo que terminar mi presentación para el CCCG en Toronto (doy mi plática 19 horas después de aterrizar en Canadá, así que debo tenerla terminada antes de abordar el avión, supongo), tengo que escribir la última parte de un artículo que debería estar enviado a revista para el 17 de agosto, y tengo que trabajar con Fred en un problema que básicamente no hemos tocado en dos años y medio. Además, me gustaría pasar un par de días en Amsterdam, porque por bonito que esté Delft la verdad es ridículamente pequeño, y me parece que en los dos días que llevo aquí ya vi básicamente todo lo que hay que ver.

Holanda ya me gustó porque está el cielo permanentemente nublado, y está fresquito (algunos incluso dirían frío) todo el tiempo, lo cual es un agradable cambio de España. La comida apesta, sin embargo.

Es mi primera vez en Holanda, y espero aprovechar al completo esta semana: en trabajo, y en pasarla bien con mis amigos. Y ya: ese es el plan para mi última semana en Europa, y después continuará mi viaje de trabajo por Canadá y Estados Unidos.

Adéu, Barcelona

(Escrito en la madrugada del 30 de julio, a punto de abordar mi avión a Holanda, y sin Internet ni tiempo suficiente para crackear una red inalámbrica).

Me voy de Barcelona y de España, a pasar una semana en Holanda trabajando con mis amigos Fred y Eddie, en el Technische Universiteit Delft.

Voy a volver a Barcelona: es probablemente la ciudad de España más querida para mí, y siempre guardará un lugar especial en mi memoria. Siempre que tenga la oportunidad de viajar a Europa trataré de pasar por aquí aunque sea un par de días.

Voy a volver a Barcelona: el único problema es que no tengo idea de cuándo será ni bajo qué circunstancias. Es posible (aunque obviamente espero que no) que pasen años antes de que pueda regresar. Pero regresaré.

Mientras tanto, no me queda más que decir que: adéu, Barcelona.

Work hard, play hard

Generalmente cuando estoy de estancia en Europa o Estados Unidos es cuando más trabajo y menos pierdo el tiempo. Tiene todo el sentido del mundo, ya que no tengo las distracciones que en la Ciudad están disponibles (PlayStation, cine, cuates, familia, novia).

Lo que también es cierto es que suelo salir mucho más de noche, y suelo beber mucho más cuando salgo. Lo primero es por los amigos que he ido acumulando durante mis previos viajes, y que como sé sólo puedo verlos una o dos veces al año (viviendo ellos a un océano de distancia de mí), esto causa que quiera aprovechar al máximo el poco tiempo que tengo para convivir con ellos. Lo segundo es una combinación de que el vino aquí es tan bueno y (relativamente) barato que se justifica de hecho beber mucho, y que no manejo aquí y generalmente llego caminando a donde sea que me esté quedando, lo que hace que de hecho pueda emborracharme sin tener que preocuparme de cómo llegaré a mi camita.

El miércoles fue la cena del congreso, y salimos del hotel donde se efectuó pasada la media noche buscando dónde continuar la fiesta. Terminamos en un lugar de vinos, y pasadas las tres y media de la madrugada regresé tambaleándome a mi piso: Marco trajo un tequila Don Julio Reposado que compartimos con los colegas españoles, y eso combinado con más copas de vino de las que me interesa recordar sí causó que me emborrachará como en general sólo suelo hacer en Europa.

Después de lavarme los dientes e ir al baño (y tomar dos litros de agua: uno aprende algunos trucos después de un tiempo), me acosté pasadas las cuatro de la madrugada.

Tres horas después, a las siete de la mañana, me levanté para bañarme y desayunar, y a las nueve en punto estábamos en la universidad, escuchando el inicio de la primera plática del último día del congreso. Estuvo buena, por cierto; un reporte de resultados empíricos de correr versiones modificadas de algunos algoritmos en CUDA aprovechando la alta paralelización que ofrecen.

Poco después de la una terminó el congreso, y después de arrastrarme a comer algo con unos amigos (y de despedirme antes de otros), me desplomé en mi piso donde básicamente perdí la consciencia durante la mayor parte del resto del día.

Que es la otra cosa que me ocurre cuando estoy de estancia: fiesteo muchísimo más que en México, pero también soy mucho más responsable, cumpliendo a veces de forma casi religiosa todas mis obligaciones académicas, aún cuando muchas veces no es realmente necesario.

Se acabaron los Encuentros de este año, y viajo en tren a Sevilla el sábado. Mañana dependiendo de cómo me sienta a lo mejor iré a Madrid durante el día, o turistearé Alcalá.

Y el próximo lunes, a las nueve de la mañana en punto, otra vez a trabajar.

Akiyama sensei

Los Encuentros en Alcalá han sido una maravillosa sorpresa desde que nos registramos el domingo. No sólo está una multitud de colegas que acudieron para festejar los sesenta años de Ferran Hurtado; también (sin que yo tuviera idea de que así sería) están un montón de mis amigos europeos. Además de Birgit y Vincent, que ya sabía estarían aquí, está Eddie, está Aaron, están María y Arnau, está Víctor, y varios más que conocí fuera del DocCourse en Barcelona en 2009.

Además de eso, acabo de tener el placer de por primera vez en mi vida asistir a una plática de Jin Akiyama, de la Universidad de Tokai en Japón. El tipo es espectacular, y lo único que lamento es que mi novia no hubiera podido verla: a Isabel le hubiera encantado ver cómo Akiyama adoquinaba el espacio con poliedros.

Akiyama sensei

Akiyama sensei

Hasta ahora ha sido un muy buen congreso; y eso que apenas es lunes.

La boda de Rafa y Cindy

Esto lo debería haber escrito hace días, pero la combinación de chamba acumulada por ir a pasar una semana a Ixtapa, y que me cortaran el Internet (que no pagué por ir a pasar una semana a Ixtapa) hicieron que lo retrasara.

Pero en pocas palabras, Rafa y Cindy se casaron, después de como doce millones de años de noviazgo.

La banda en la boda

La banda en la boda

(La foto no es mía, es de Edgar, porque en un error garrafal de mi parte dejé mi cámara en la Ciudad… que además tengo cientos de fotos que no he subido a mi álbum en meses: nada más pensar en la tarea me angustia.)

A casi diez años de que (casi) todos nos titulamos, sólo dos de nosotros se han casado. Lo cual me parece bastante inteligente, por cierto.

Es divertido pensar que este año se cumplirán quince años de que entramos a la carrera, y acordarnos la bola de pendejadas que hemos vivido juntos a lo largo de esos años. Me alegro mucho por Rafa y Cindy, que estaban más felices de lo que yo jamás recuerde haberlos visto, y fue muy padre que nos volviéramos a juntar y ponernos al día de nuestras vidas.

La triste realidad es que no me junto muy seguido con mis amigos de la carrera; a lo más dos o tres veces al año, cuando bien me va. Pero es muy chido el comprobar que el cariño y la camaradería ahí siguen, y que nos seguimos divirtiendo igual que antes. Tal vez menos desmadrosamente, eso sí.

Mis más sinceras felicitaciones a Rafa y Cindy, y que les vaya tan bien casados como les ha ido hasta ahora.

De regreso a la normalidad

Después de dos semanas ligeramente intensas, regresé el viernes en la madrugada a la Ciudad de México. El taller de Mérida no siento que haya sido muy productivo para mí; estaba muy cansado, y el clima de la ciudad yucateca no ayudaba.

En cambio el congreso en Winnipeg estuvo muy padre; todo mundo me felicitó por mi plática y creo que me salió bastante bien. También conocí un montón de gente nueva, y volví a encontrarme con varios amigos.

Además fui a visitar a Omar en Toronto, lo cual estuvo bastante bien, porque si sólo hubiera ido a Winnipeg habría sido muy triste: es un pinche rancho. Toronto en cambio es una ciudad muy padre, y me la pasé muy bien ahí las menos de 48 horas que estuve.

Ahora creo que por fin regreso a la normalidad, y ya no saldré a nada más el resto del año… con la posible excepción de un taller en Morelia después de la semana que viene.

Es bueno estar en casa; como he dicho antes, de las mejores cosas que tiene salir de la Ciudad, es regresar a ella.

Uno bien peludo

Total que mi novia se encuentra en Seattle para un congreso. Varios de mis cuates de Europa están allá, y de hecho ya conoció a Eddie cuando vino a inicios de esta semana. Pero yo no sabía que Benjamin, un amigo mío alemán, también estaría ahí.

Y entonces resulta que en una cena, Benjamin le tocó estar al lado de mi novia y le preguntó que de dónde era; ella le dijo que de México, y él de inmediato le dijo que no conocía universidades aquí, pero sí a un mexicano: yo.

Cuando ella le dijo que era mi novia, él sencillamente no le creyó, argumentando que aquí en México debía haber muchos Caneks; así que para quitar dudas, le dijo a mi novia que yo en particular era uno muy peludo.