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Al maestro con cariño

La semana pasada califiqué y cerré los grupos que impartí el semestre anterior. Que un grupo se “cierre” quiere decir que, después de poner las calificaciones, el profesor decide que ya no hará modificaciones y que el listado puede irse a la Dirección General de Administración Escolar (DGAE); la semana que entra firmaré (electrónicamente) las actas de ambos grupos, y una vez hecho eso definitivamente ya no habrá forma de que afecte a ninguno de los que fueron mis alumnos (a menos que vuelvan a inscribirse conmigo en otro curso, claro está).

Sin embargo en los hechos jamás he modificado una calificación después de cerrar un grupo y antes de firmar las actas, así que consideraré que en este instante no tengo relación académica formal con ningún estudiante, porque me siento más cómodo escribiendo de lo que quiero escribir si así es el caso, y he esperado literalmente años para poder hacerlo. Mañana empieza el propedéutico de la carrera de Ciencias de la Computación, y en dos semanas empiezan los cursos propiamente, y entonces tendría que esperar otros seis meses (en enero) a estar en una situación similar.

Como menciono arriba, he esperado años para escribir de esto, porque el hecho específico que me motivó a hacerlo ocurrió hace años, y justo quería dejar que transcurriera un tiempo significativo antes de plasmarlo en el blog (para evitar que ni siquiera se pudiera intuir a qué estudiantes me estaba refiriendo). Entonces sí quiero dejar claro que lo que me inspiró para escribir esta entrada no tiene necesariamente nada que ver con ningún ex-estudiante mío del semestre pasado, ni el anterior a ese, ni el anterior al anterior, etcétera por varios años. Dicho sea eso, mucho de lo que voy a relatar se repite casi sin falla en la mayor parte de los semestres, y probablemente continúe repitiéndose hasta que deje de dar clases en el ocaso de mi vida.

Desde que empecé a impartir clases como profesor en 2005, en casi todos los cursos que me han tocado, existe una muchacha en el grupo que se enamora de mí. A veces más de una (y a veces también muchachos, por supuesto, pero la verdad eso nunca ha sido problema para mí).

Me encantaría poder decir que esto ocurre porque soy guapo, inteligente, simpático y en pocas palabras irresistible… pero no puedo porque sencillamente es falso. Quiero decir, no soy Quasimodo ni retrasado mental (aunque sí soy bastante insoportable); pero estas muchachas que se enamoran de mí, realmente no se enamoran de ; yo como ser humano no tengo casi nada que ver en el asunto.

Se enamoran del profesor. Y (desafortunadamente para mi ego) la diferencia sí importa.

Me parece que esto le ocurre básicamente a todos los profesores universitarios en el mundo, hombres y mujeres; aunque por razones culturales es más pronunciado que sea una muchacha la que se enamore de un profesor. La inversión de géneros sin duda alguna también ocurre (oh, yo lo sé muy bien), pero sí es una situación más atenuada. Las estudiantes de por sí ven al profesor como una figura de autoridad, alguien a quien admirar, y que estos sentimientos de admiración crezcan o se transformen en algo más profundo es perfectamente natural.

Ahora, siendo profesor nunca he andado con una alumna mía, ni lo haré: en lo personal me parece éticamente cuestionable (aunque hay un montón de profesores que no tienen ningún problema en coquetear y andar con sus alumnas). Entonces trato de mantener mi distancia con mis estudiantes, al grado de a veces parecer excesivamente seco, y creo que me ha funcionado bastante bien; pero la verdad es que en la mayor parte de los casos es bastante sencillo. La enorme mayoría de las muchachas que se llegan a enamorar de mí mientras les doy clases no hacen nada al respecto, excepto tal vez echarme ojitos pizpiretos y de vez en cuando suspirar profundamente. Con estas muchachas no tengo nada de qué preocuparme normalmente.

De vez en cuando aparece una estudiante que sí intenta hacer algo más para llamar mi atención, pero hago énfasis en que suelo impartir cursos en el primer año de la carrera; entonces estamos hablando de muchachas menores a veinte años. Para mi fortuna, a esa edad casi todos los seres humanos son increíblemente torpes para coquetear (y para casi todo lo demás), entonces tampoco me preocupo demasiado.

Lo difícil, y que por suerte ocurre muy raramente, es cuando una muchacha de 18 años bonita, simpática e inteligente se enamora de mí, y además resulta que es bastante hábil para coquetear (que fue el hecho que me inspiró a escribir esto). No porque yo vaya a “caer” en la tentación; confío plenamente en mi capacidad de, en el peor de los casos, ponerme firme y rechazarla de manera tajante.

Pero que sea capaz de hacerlo no quiere decir que sea fácil, ni que una parte de mi cerebro no se diga “maldita sea, ¿por qué no tengo quince años menos?”

Las primeras veces que una estudiante se enamoró de mí sí me sacó mucho de onda; a estas alturas ya es parte de la rutina de dar clases. Es simpático y algo tierno, y de hecho puedo utilizarlo para motivarme a dar mejores cursos y ser mejor profesor. Pero cuando es una muchacha con la que, si no fuera mi estudiante y yo fuera al menos diez años menor, sí pudiera visualizarme andando con ella, es cuando se pone difícil la situación.

Por suerte, repito, ocurre muy raramente. Pero cuando ocurre, generalmente lo noto a la tercera o cuarta semana de clases; entro al salón, comienzo mi clase, y está enfrente mío una muchacha, arreglada primorosamente, y mirándome fija y lascivamente.

Y yo sólo puedo suspirar dentro de mi cabeza y decirme “rayos, va a ser uno de esos semestres”.

10 Comments (Open | Close)

10 Comments To "Al maestro con cariño"

#1 Comment By Linda Santini On julio 29, 2016 @ 4:47 PM

[1]

Cuando lo vi entrar a mi salón
cuando lo vi entrar a mi salón
supe que lo amaba rompió mi corazón.

Estamos locas por el profesor
estamos locas por el profesor
no le falta nada nos quita la razón.

De noche sueño contigo profesor
de día sueño contigo profesor
haz realidad mi sueño profesor.

Ya no me importa pasar o reprobar
ya no me importa pasar o reprobar
cuando esté con él lo voy a conquistar.

#2 Comment By Don Galleto On julio 31, 2016 @ 8:59 AM

Jaaa ósea que te declaras vegetariano.

#3 Comment By Canek On julio 31, 2016 @ 10:49 AM

No sé a qué te refieras, pero creo que no.

#4 Comment By Andrea On agosto 3, 2016 @ 6:18 AM

Tu entrada básicamente es: No digo que sea irresistible; pero sí, lo soy.

#5 Comment By Canek On agosto 3, 2016 @ 7:46 AM

No realmente. Como digo en la entrada, yo no tengo mucho que ver con que algunas alumnas se enamoren de mí. Se enamoran del profesor; que el profesor sea yo es básicamente un accidente.

#6 Comment By V On agosto 12, 2016 @ 2:13 AM

Me dio mucha risa tu post, porque *siempre* has sido mi crush y no sólo por ser profesor.
De hecho, hoy llegué aquí después de meses, porque me acordé que escribes y amo tu blog.
Por cierto, desde el principio de tu curso vi que ponías esa barrera, así que me dio un poco de hueva siquiera intentar algo, pero eso no quita que tenga un crush contigo :p

(Cabe señalar que ya tenía más de 20 cuando tomé clase contigo, porque era mi segunda carrera, así que no es tan awkward, jaja)

#7 Comment By Canek On agosto 13, 2016 @ 12:26 PM

Me alegraste la década con tu comentario ;-)

#8 Comment By V On agosto 14, 2016 @ 12:05 PM

Jaja! Qué gusto, esa era la idea ;)

#9 Comment By Alberto González On octubre 5, 2016 @ 4:42 PM

Me han contado que tu mayor sex-appeal es que seas mamón (justificado claro), no tus tatuajes, no tu melena, no tus músculos (bueno ya :P ); así que puedes estar tránquilo que tu intelecto sirve también para conquistar morritas xD

#10 Comment By Canek On octubre 5, 2016 @ 7:51 PM

Esta debe ser la respuesta más perturbadora que he visto a una de mis entradas.