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Fight them until we can’t

Al final de la segunda temporada de Battlestar Galactica, los colonos llevan un año viviendo en un planeta horrible, pero que los esconde de los Cylons por estar dentro de una nébula. O algo así. Todos al parecer son miserables bajo la presidencia de Gaius Baltar, includo Gaius Baltar.

Entonces por supuesto aparecen los Cylons, pero esta vez no desean exterminar a la raza humana; ahora sólo quieren oprimirnos. O algo así; el punto es que básicamente ocupan el asentamiento humano en Nueva Caprica. Mientras ven desfilar a los centuriones, el Jefe Galen Tyrol le pregunta a Starbuck: What do you want to do now, Captain?

Y Starbuck responde: The same thing we always do. Fight them until we can’t.

La respuesta es la única sensata; la alternativa es cruzarse de brazos y decir “nos chingaron, pues ya ni modo”. La escena me vino a la mente la noche de las elecciones, y de nuevo cuando el TEPJF dictaminó como ya sabíamos que iba a dictaminar, desechando todas las evidencias presentadas, y negándose a dar más tiempo a presentar aún más. Sería irrisorio, si no fuera tan trágico.

El fraude que ocurrió el primero de julio fue mucho más descarado que el de hace seis años; todos vieron (si querían ver) la compra de votos como política de partido, el derroche en gastos de campaña por parte del PRI, y la total parcialidad de Televisa. Fue el PRI de mi niñez, de 1982, de 1988; como hombre maduro ahora veo repetirse las prácticas que yo soñaba mis hijos jamás tendrían que ver. Era lo único bueno que parecía haber resultado de que Fox hubiera ganado (él sí legítimamente) las elecciones de hace doce años. Y el papel de Televisa (y medios afines) es todavía peor (y más preocupante); Televisa antes hacía lo que el gobierno en turno le dijera. Ahora impone diputados, senadores, y al parecer “presidentes”.

El sexenio ilegal e ilegítimo de Felipe Calderón se gestó con un fraude y comenzó con una resistencia enorme a su imposición. El resultado fue uno de los peores sexenios de los que tengamos historia; literalmente decenas de miles de muertos, con la delincuencia organizada más fuerte que nunca (y probablemente coludida con personajes a todos los niveles del gobierno), un desempleo y pobreza galopantes, y consecuentemente una violencia que comienza a afectar incluso a la Ciudad de México, que durante estos años se convirtió en uno de los pocos lugares donde las cosas no estaban tan mal.

El sexenio de este pobre y patético títere telenovelesco, si acaso empieza, lo hará en condiciones peores y con una resistencia mucho más fuerte, mucho más organizada, y que afortunadamente ha decidido colectivamente, en general, permanecer pacífica. Yo a regañadientes me sumo a la idea de que cualquier resistencia que demos debe seguir siendo pacífica, porque la perspectiva de que mis hijos nazcan en un país donde, después de un escándalo como el de los documentos proporcionados por The Guardian, que en cualquier otro país hubiera resultado en comités de senadores para investigar y en al menos una o dos cabezas políticas rodando, aquí no pasa absolutamente nada, sí me hace cuestionarme si de verdad no será ya necesario recurrir a la violencia como medio legítimo de resistencia.

Pero al fin y al cabo comprendo que en caso de que estalle la violencia, los que más van a morir y sufrir van a ser (de nuevo, como siempre) los más jodidos. Sólo por eso también me sumo a la idea colectiva de que resistamos pacíficamente; pero voy a comprender (y no necesariamente condenar) si no todo mundo lo hace.

(A todo esto, ¿dónde están las masas alegres de gente que votó por el PRI? Se supone lo hicieron casi 20 millones, ¿no? ¿Dónde están, colmando las plazas y las calles celebrando su “triunfo”?)

El sexenio que acaba ha sido de las peores cosas que le han pasado a México; además de lo que ya comenté, la educación pública (que es la única de calidad en este país), la investigación científica, la promoción y desarrollo de cultura, y los servicios de salud se han ido todos al carajo. Las condiciones de los trabajadores en el país se han deteriorado a grados inaceptables, y sus derechos se han visto atacados y mermados en todos los frentes. Los casos de todos los mineros muertos, Luz y Fuerza y Mexicana de Aviación son sólo unos cuantos.

El sexenio que viene (si empieza) va a ser peor. Van a tratar de ir por todo; la privatización de Pemex, la venta de la CFE (que al fin y al cabo tiene el sindicato más inútil de la historia), la SEP en control absoluto de Elba Esther Gordillo, y por lo tanto un empeoramiento de la educación pública a nivel básico y medio, y el uso de las secciones charras SNTE como arma política. No lo duden que también tratarán de cortar los presupuestos de la UNAM y el resto de las universidades públicas, e incluso tal vez “sugieran” que deberían empezar a cobrar cuotas. Y por supuesto, el ataque continuo a la Ciudad de México, cortándole su presupuesto aunque siga siendo de las entidades que más dinero produce en el país.

Las cosas están muy mal en el país desde hace varios años; se pueden poner mucho peor.

¿Qué vamos a hacer nosotros? Lo mismo que hemos hecho siempre: pelear hasta que ya no podamos.

De nosotros (de todos nosotros) depende que las cosas no se pongan mucho peor. No basta ir a estudiar/trabajar y cumplir con nuestras obligaciones (aunque ciertamente, es el mínimo que se puede esperar de cualquiera); tenemos todos que integrarnos a la vida política. No se vale nada más estarse quejando de los pinches políticos y de los pinches partidos, y esperar que mágicamente esos pinches políticos y esos pinches partidos generen de forma espontánea una clase política a nuestro gusto.

Tenemos todos como ciudadanos que ponerlos a raya; salir a las calles (de forma pacífica) y mostrarles que no estamos dispuestos a aceptar ciertas cosas. Fueron marchas y manifestaciones las que consiguieron el alto al fuego unilateral contra el EZLN en 1994; fueron marchas y manifestaciones las que lograron que pudiéramos elegir nuestros gobernantes en la Ciudad de México en 1997; fueron marchas, manifestaciones, y una huelga larguísima y desgastante, las que evitaron que se impusieran las cuotas en la UNAM; fueron marchas y manifestaciones las que impidieron el desafuero del Peje.

Salir a las calles funciona. Y podemos aumentar la intensidad de la resistencia, sin tener que recurrir a la violencia; como lo hicieron este fin de semana los chavos de #YoSoy132 tomando casetas en autopistas. Se puede organizar una huelga general que involucre trabajadores de varios ramos, y estudiantes de universidades. Se pueden hacer muchas cosas.

Pero tenemos que entrarle todos. Debemos seguir peleando.

Hasta que ya no podamos.