Por receta del doctor

Ayer y hoy fue la campaña de donación de sangre en mi Facultad de Ciencias. Siempre que he podido yo dono sangre, aunque según yo antes lo había hecho en campañas del IMSS, no de la Cruz Roja. Como sea, fui ayer a intentar donar, pero resultó que llegué muy tarde y entonces fui hoy de nuevo.

Como ya he comentado otras veces en mi blog, soy candidato ideal para donar sangre. Soy joven, muy sano, relativamente fuerte, sin problemas de peso ni para arriba ni para abajo, y jamás he tenido ninguna enfermedad (como hepatitis) que cause que mi sangre sea veneno para los demás. Encima de todo eso, mi tipo de sangre (O negativo) hacen de mi donador universal: en principio mi sangre puede ser usada por casi cualquiera que la necesite.

Por esas y otras razones siempre ando donando sangre. Ahorita ya llevaba un rato (más de un año) sin donar, pero me sé la rutina. Mientras esperaba que me pasaran a pinchar y comenzar a drenarme, me dio risa que dos o tres chavitas de la Facultad (bastante chulas además) pasaran a preguntar si podían donar, y que las rechazaran porque pesaban menos de cincuenta kilos… con ropa.

En general que me saquen el casi medio litro de sangre no me causa nada; pero dada mi situación actual no me sorprende que esta vez sí me haya afectado. De plano me sentí mareado, y el resto del día no pude hacer nada que requiriera esfuerzo físico (incluyendo ir a la marcha de apoyo al SME; pero por lo que oí mi presencia no era necesaria: fue todo mundo).

Todavía me siento debilitado; y eso que me tomé mi coca que me recetó la enfermera. Primera vez que tomo coca cola por recomendación médica.

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