Y por eso no lo lavo yo

Hacía años que no lavaba mi carro. Quiero decir que lo lavara yo, con mis manos. En general siempre he tenido disponibles los 15 ó 20 pesos cada quince días que es lo que cuesta que le laven a uno el carro, y siempre me ha parecido un precio razonable por evitarme lo engorroso y tardado (para mí) de la tarea.

Como desde hace ya dos o tres meses mi lana es peligrosamente escasa, hice lo más sencillo: dejé de lavar mi carro. Durante semanas.

Hoy, dado que sigo ligeramente estresado porque aún no sé cuándo será mi examen, y porque mi carro tenía una costra de varios milímetros de polvo reseco sobre toda su superficie, me puse a lavarlo.

Me tardé dos horas porque soy bastante malo para este tipo de cosas, y porque en algún momento habré pasado sobre un charco de pintura morada que se pegó en uno de sus lados, y que me costó un huevo quitar. Lo aspiré, le limpié los vidrios; le hice limpieza completa.

Y acabé madreadísimo. Eso sí, se ve bonito.

Un comentario sobre “Y por eso no lo lavo yo

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *