El asesino murió

Pinochet murió por fin. Lo único que nos molesta a la gran mayoría en Chile y el mundo, es que no pisó la cárcel por los asesinatos y desapariciones que ocurrieron durante su dictadura.

Pero no importa; aunque la derecha histérica de Chile intentó dar la imagen de que Pinochet era un viejito tranquilo que hizo “lo necesario” para evitar que “los comunistas” se adueñaran de Chile, lo cierto es que ese cuento no se lo cree casi nadie. El dictador pasará a la historia como un asesino que encabezó un golpe de estado apoyado por los Estados Unidos y una ultraderecha retrógrada contra el gobierno legal y legítimo de Salvador Allende. Su nombre será siempre asociado con lo peor de la derecha, con asesinatos, con desapariciones y con el uso de la fuerza contra el deseo popular.

El viejo asesino pudo evitar en vida el juicio legal que sin duda lo hubiera puesto tras las rejas: pero su memoria no puede (ni podrá) evitar el juicio histórico que hará que las generaciones futuras lo recuerden con odio y con desprecio.

Un abrazo a los hermanos Chilenos. Y que viva Chile, y que viva Allende.

El primer día del taller

El primer día del taller fue algo pesado, pero bastante productivo. La gente con la que estuve trabajando fuimos capaces de dar una propuesta (algoritmo incluido) para un problema abierto (bastante nuevo), y los doctores están de acuerdo en que al menos estamos en camino para obtener una aproximación de la solución óptima. A mí y otro compañero nos suena que podemos encontrar la solución óptima si es posible realizar unas comprobaciones localmente en la gráfica; pero los doctores dicen (y tienen bastante más experiencia) que el problema tiene toda la cara de ser NP-duro.

Además, la idea inicial se me ocurrió a mí y utiliza la triangulación de Delaunay… si bien se me olvidó cómo se llamaba y nada más dije “la otra de la de Voronoi, que no tiene cosos dentro de los circulitos”.

Bastante divertido el día. Las fotos se acumulan, pero no tengo el tiempo (y paciencia) para subirlas y clasificarlas.

Dos horas de paseo

Hablé con Urrutia, quien me dijo que di una vueltesota enorme para llegar a Guanajuato. Resulta que el viaje dura cuatro horas; no seis como bien tuve a echarme yo.

Y eso que en promedio yo creo que íbamos a 120 kilómetros por hora.

Bueno; fueron dos horas de paseo. Al menos tomé fotos de San Miguel Allende.

“Push the red button”

En el hotel donde estamos quedándonos para el taller de investigación, hay red wireless.

Eso sin embargo es tal vez exagerar las cosas: hay tres Access Points, y hasta ahora sólo nos habíamos podido conectar a uno. Como queda relativamente lejos de la habitación, la entrada de las seis horas de viaje la escribí en una escalera del hotel, donde la señal sí llegaba.

Regresé a la habitación, escribí la entrada de Cuando cae la noche, y cuando regresé a las escaleras, aunque sí recibía IP, no pude conectarme. Estuve dando vueltas por varias partes del hotel, sin lograr conectarme, y mirando incómodo las cámaras de seguridad (que son sospechosamente similares a las de Splinter Cell: Chaos Theory), hasta que de reojo vi una maderita en la pared, encima de la cual estaba uno de los Access Points.

Tratando de ser stealth, verifiqué que ninguna de las cámaras podía capturar el área del Access Point o sus cercanías, y tarareando el tema de Mission: Impossible hice la maniobra técnica más utilizada por todos los geeks del mundo: desconecté el Access Point de la corriente eléctrica, conté hasta cinco y volví a conectarlo.

En otras palabras, lo reinicié. O como diría Pitr Dubovich, “I pushed the red button”.

Regresando a la habitación, vi con gusto que mi precisa maniobra había funcionado y que ahora podemos conectarnos sin necesidad de estar sentados en ninguna escalera. Lo cual está bastante chido, si se me permite decirlo.

Cuando cae la noche

Hace poco más de diez años estaba en el CCH y enamorado de una chava que, en ese momento de su vida, estaba confundida acerca de si le gustaban los niños o las niñas.

Además de todo el drama que yo hacía entonces cuando una chava no me hacía caso (que era lo común, por cierto), añádanle todo el drama de que la chava en cuestión no supiera si era o no lesbiana.

Como sea, en ese estado de ánimo fue que vi la película Cuando cae la noche. En ese particular momento de mi vida, la película se me hizo maravillosa: tierna, divertida, inteligente, sensual, erótica y muy romántica. Y romántica bien, no pendejadas tipo Tom Hanks.

Hace tiempo la conseguí, y como ayer tenía que esperar a Enrique para que recogiera unas cartas de recomendación que tengo que encargarle a él porque estaré fuera de la ciudad hasta que regrese de Guanajuato, decidí verla a las dos de la mañana (lo cual es muy recomendable, por cierto, desvelarse antes de manejar seis horas en carretera).

La verdad tenía miedo de verla, porque no es raro que algo que experimentamos siendo chavos quede brillando en nuestra memoria con el resplandor de la nostalgia, y luego termine decepcionándonos (y feamente además) si lo volvemos a experimentar. Pero decidí correr el riesgo.

Puta madre. Qué maravillosa película.

No sólo no me gustó menos; me gustó creo que más. Es fabulosa. Consíganla y véanla, porque es bellísima. Y si no la han visto dejen de leer, porque voy a básicamente contarla todita.

Camille es una profesora de mitología en una Universidad Cristiana de Canadá. La profesora cristiana más sabrosa que yo jamás haya visto, por cierto; pero no sabrosa vulgar: realmente es una mujer muy bella. Tiene un novio teólogo bastante guapo (Martin) que da clases en la misma universidad, y un perro llamado Bob, y su vida transcurre sin mucha pena o gloria hasta que un día ocurre algo que desata una serie de eventos que cambiarán su vida para siempre.

Bob, su perro, aparece muerto en un callejón. Sin ninguna explicación; sólo aparece muerto.

Devastada (incluso ella misma parece sorprenderse de cuánto quería a su perro), Camille hace lo que cualquier persona sensata haría en su caso: mete al cadáver de Bob en el refri de su casa. Y después va a lavar su ropa y llorar desconsoladamente.

En la lavandería llama la atención de Petra, un muchacha negra guapísima que también lavaba su ropa, que le pregunta si está bien, y Camille le cuenta de su perro. En un arranque de sinceridad, le confiesa a Petra que se daba cuenta de que quería más a Bob que a nada (o nadie) en el mundo.

Petra, aprovechando el estado de Camille, cambia sus cargas de ropa y se despide, después de consolarla.

Camille se da cuenta del cambio de ropa, y en un arranque travieso se pone una de las prendas de Petra. Camille (como buena profesora de una universidad cristiana) en general viste de forma bastante conservadora, y la prenda de Petra (que le queda fabulosa, por cierto) es todo menos conservadora.

Camille va con su novio a ver al “reverendo” (parecido a un rector), y éste les ofrece el puesto de capellanes a ambos; pero les deja claro que si aceptaran el puesto, no podría permitirse que se sospechara que tienen relaciones sexuales si no están casados: en otras palabras, que tienen que casarse para obtener el puesto.

Consecuentemente, Martin le propone matrimonio a Camille.

Con todo esto sobre su cabeza, Camille va a recoger su ropa que tiene Petra (quien dejó una tarjeta en su ropa para que pudiera localizarla). Resulta que Petra trabaja en un circo, rodeada de un montón de gente maravillosa (si bien algo excéntrica). Después de tomarse unas copas, Petra le confiesa a Camille que cambió la ropa a propósito, y le hace una insinuación bastante agresiva, ante la cual Camille se retira bastante afectada y (al menos así lo expresa) ofendida.

Lo que sigue a partir de este momento son dos partes de una historia; la primera de cómo Petra seduce a Camille (que realmente no le cuesta tanto: Camille se siente terriblemente atraída hacia Petra); y la segunda de cómo Camille sencillamente elige mandar por un caño su vida de profesora de mitología cristiana y seguir a Petra cuando se da cuenta de lo enamorada que está de ella.

Pero todo en esta historia es bellísimo, divertido, romántico, tierno, erótico. La primera vez que Camille besa a Petra, y después agarra y se va sin decir una palabra, escandálizada de su comportamiento. La primera vez que hacen el amor, intercalado todo con escenas de una coreografía en trapecio maravillosa.

La escena donde Martin descubre que su de facto prometida se está acostando con otra mujer, y va y confronta a Petra. Y su frustación de que no puede golpearla (que sería lo que aplicaría si no fuera porque es mujer), que desquita golpeando su camper. La escena donde Camille le confiesa al reverendo todo, y éste le pide que oren juntos, a lo cual Camille responde retirándose hartada. Como Martin le da la oportunidad a Camille de no confesarle nada, para que él pueda seguir amándola como si nada hubiera pasado.

Y por último el final, donde Camille entierra a Bob en la nieve, y se emborracha y termina al borde de la muerte con hipotermia, de la cual la salva Petra acostándose desnuda con ella (el mejor modo para curar una hipotermia, por cierto; está demostrado). Al final Camille decide seguir a Petra a donde ella tenga que ir (su circo se va a San Francisco a una especie de convención de cirqueros).

No sé por qué dejé que pasaran tantos años para volver a ver esta película. Tal vez tenga que ver que la relacionaba con esta chava del CCH a quien sinceramente amé con ese amor idiota adolescente; o tal vez sencillamente no se me había presentado la oportunidad de volver a verla.

No lo sé: pero no importa. La película es maravillosa, y sería un crimen que se la perdieran.

Seis horas de carretera

Hoy al medio día partí, junto con Marco y Armando, a Guanajuato a nuestro taller de investigación.

Tomamos todo periférico hasta alcanzar los letreros que decían “Querétaro”, y al llegar a ídem nos detuvimos a descansar y comer. Después seguimos los letreros que decían “San Miguel Allende”, donde tomamos fotos (no las voy a mostrar ahora; las dejaré al final del viaje), y depués seguimos los letreros que decían “Celaya”, hasta encontrar letreros que decían “Guanajuato”, los cuales seguimos hasta llegar a nuetro destino.

En total fueron seis horas de viaje en carretera, y una más de tráfico en la ciudad (y se quejan del D.F.) El hotel está simpático, tiene red wireless y mañana empezamos a trabajar.

No sé si nuestro método de viaje sea el más efectivo (en retrospectiva, el siquiera mirar un mapa tal vez hubiera estado chido), pero llegamos sin ningún problema y no manejé en carretera de noche, que era lo que quería evitar.

Mañana empezamos lo chido. Por ahora parece que aprovecharemos para pasear por la ciudad.

“Byte-by-byte”

Federico Mena escribe de cosas chidas que están pasando en GNOME. Uno de los puntos que menciona:

Callum is working on gathering statistics of the desktop’s memory consumption. GNOME and KDE seem to be pretty close, to within a few MB. We should riot in the streets and demand a byte-by-byte recount, or just get the damn bugs fixed so that we can get unquestionable numbers ;)

Por supuesto, Federico es mexicano. ¿Me pregunto cuánta gente en el mundo (Planet GNOME es leído por personas de decenas de países) habrá entendido el chiste?

Children of Men

El miércoles fui con Enrique a ver Children of Men. Por todo el desmadre de mi viaje no había escrito al respecto, pero aquí va. Se aplican las advertencias de spoilers normales.

Children of Men

Children of Men

El único problema que tiene esta película es básicamente la premisa: nunca explican (ni siquiera lo intentan) porqué de repente todas las mujeres del mundo se volvieron estériles. Además de que queda implícito que algunas (si no es que muchas) que habían tenido hijos de repente ya no pueden.

Pero también es comprensible esto: si uno sencillamente toma como artículo de fe esta premisa, la película es fabulosa. No sólo por las actuaciones de Clive Owen, Julianne Moore y Michael Caine (encantador en su papel de hippie viejito), y de la “nueva madre esperanza de la humanidad” Claire-Hope Ashitey; la dirección de Cuarón realmente quita el aliento.

Tiene dos escenas larguísimas la película, una por la mitad y otra cerca del final, donde es una sola toma. Y no son escenas donde los personajes están sentados mirando al infinito; en una de ellas están dentro de un carro pasándose pelotas de golf con la boca (vean la película para entender) y de repente comienzan los putazos. La escena nunca se corta, y es una coordinación de actuaciones y efectos especiales impresionante.

La segunda escena es todavía más compleja, porque es en una zona de guerra, con explosiones, disparos, gritos, y gotas de “sangre” que manchan la cámara y permanecen ahí hasta que termina la escena.

A mí me encantó la película, además de ser muy emotiva en varias partes. Una parte de mí hubiera preferido alguna explicación para la causa de la esterilidad; pero realmente es una imperfección diminuta si se le compara con todo el resto. Vayan a verla; sólo sí advierto que tiene algunas escenas muy fuertes de guerra. A mí eso no me afecta en nada, pero conozco gente que sí, entonces se los dejo saber.

El TOEFL de Puerto Vallarta

Antes que nada, perdón por no tener nada nuevo en varios días y por no haber aprobado o contestado comentarios. No fue por ninguna razón rara; sólo no estuve conectado todo este tiempo.

Acabo de pasar un fin de semana bastante sui generis, por decir lo menos. Resulta que tenía que hacer el TOEFL para mis solicitudes a las universidades donde quiero hacer el doctorado: ya estoy en eso… de nuevo.

El TOEFL que tenía expiró en febrero de este año, y me vine a enterar la semana pasada. Por suerte el GRE dura 5 años, si no también tendría que haberlo hecho; pero el TOEFL era imposible que no lo hiciera. Y para acabarla de amolar, ya no había lugares para hacerlo antes del 15 de diciembre (fecha límite para varias de mis solicitudes) en el DF.

Ni en Querétaro, ni Puebla, ni Guanajuato, ni Morelia, ni en ningún lado relativamente cercano. El único lugar donde todavía podía hacerlo, era Puerto Vallarta. Así que con todo el dolor de mi corazón, tuve que sacrificarme y pedirlo ahí.

Ahora, mucha gente que no me conoce probablemente crea que estoy siendo sarcástico cuando digo que me tuve que sacrificar. No lo estoy siendo; a mí no me gusta la playa. No me gusta el sol, no me gusta la arena, y menos me gusta el agua salada. La combinación me gusta aún menos.

Pero tenía que hacer el TOEFL, y además de Puerto Vallarta sólo había lugares como Mexicalli o Yucatán… Vallarta era la opción menos lejana.

Primero intenté solicitar el TOEFL en línea usando la página del ETS. Por supuesto, el sistema se murió cuando estaba enviando la información de la tarjeta de crédito… dos veces, así que al otro día (el miércoles) hablé por teléfono. Después de cinco minutos de dar mis datos en inglés y explicar que el sistema de la página me había fallado, la señorita que me contestó la llamada me preguntó si quería que continuáramos mejor hablando en español, lo cual yo agradecí infinitamente y terminé de solicitar el TOEFL sin broncas. El jueves fui por los boletos de camión y algunas cosas para el viaje, y el viernes me fui.

Sólo que con la banda habíamos quedado de reunirnos aprovechando que Edgar está en México, así que en mi camino a la terminal pasé a darle un abrazo a Edgar.

Óscar, Yo, Erick y Edgar

Óscar, Yo, Erick y Edgar

Después de un trago con los cuates, ahora sí fui a la Terminal del Norte, donde tomé el camión que hizo doce horas a Puerto Vallarta.

Dado que eran doce horas de ida, y doce de regreso, decidí que era idiota el regresarme el mismo sábado, así que renté una habitación de hotel para regresarme el domingo por la noche a la ciudad. Fue chistoso, en la agencia de viajes en la terminal de Puerto Vallarta les pedí la habitación más económica que tuvieran, y resultó que era una con vista al mar.

Vista de la habitación

Vista de la habitación

Me bañé y descansé un poco del viaje de doce horas, y después fui a comer a un restaurante cerca de mi hotel, también con vista a la playa.

Vista del restaurante

Vista del restaurante

Mi examen era a las 6:00 de la tarde, con órdenes de presentarme a las 5:30, así que estuve baboseando un rato por Puerto Vallarta, y después tomé un taxi al lugar del examen (la “American School of Puerto Vallarta”… o algo similar).

El examen fue mucho más largo de lo que recordaba. Y ahora además piden hablar, y lo graban a uno con un micrófono; esa parte fue nueva para mí, y me puse algo nervioso, pero creo que contesté todo de manera coherente y con una pronunciación entendible. El resto del examen creo que me fue bien; pero ya no le ponen a uno los resultados objetivos. Antes, al final del examen le ponían a uno en pantalla cuánto iba a sacar en las partes que la computadora puede calificar (el ensayo y la otra pregunta de redacción evidentemente no las puede revisar la computadora); pero ahora no. Pero de cualquier forma creo que me irá bien; aunque claro no puedo saberlo a ciencia cierta hasta que salgan los resultados.

Después me regresé al hotel y dormí bien por primera vez en muchas horas, y al otro día fui a pasear por el Malecón, que me lo habían recomendado ampliamente.

Yo en el Caballito de Mar

Yo en el Caballito de Mar

Aunque ciertamente está simpático, sí prefiero más el de Acapulco.

Dado que hacía años que no me remojaba en agua de mar, decidí que era medio absurdo que estando en Puerto Vallarta no lo hiciera, y procedí a meterme al mar.

Yo en la playa

Yo en la playa

Después de unas cuantas horas, refrendé mi posición de toda la vida: no me gusta el mar. La arena se mete por todos lados, la sal se me pega en los pelos del cuerpo (que tengo muchos), y el sol pega constantemente.

Pero estuvo divertido, y satisfice mis requerimientos de agua de mar de aquí a los próximos cinco años. Si puedo evitar la playa en todo ese tiempo, no voy a quejarme.

Me metí a la alberca del hotel para quitarme cualquier resto de sal que la regadera no hubiera eliminado, y me fui de nuevo al Malecón a buscar dónde comer. Comí en la Bodeguita del Medio, donde pude tomar algunas fotos bastante padres de la puesta de sol.

Puesta de sol desde la Bodeguita del Medio

Puesta de sol desde la Bodeguita del Medio

Y donde comí un Camarón dos quesos que estaba delicioso, y me tomé un mojito igualmente rico.

Camarón dos quesos

Camarón dos quesos

Muy chido lugar; nunca había ido. Voy a ir a uno de los dos que están en la Ciudad de México, a ver si están tan padres.

Mi autobús salía a las nueve, así que recogí mis maletas del hotel, y me fui a la terminal de autobuses donde pude fotografiar a una chava bastante guapa. Lástima que por querer ser discreto le quité el flash, y entonces la foto no salió muy bien que digamos.

Guapa en la terminal

Guapa en la terminal

Y me regresé a la ciudad, haciendo de nuevo doce horas. Por supuesto cuando llegué y vi mi correo, resultaba que tenía que terminar un texto de forma inmediata, que fue lo que estuve haciendo ayer y por lo cual esta entrada la escribí hasta ahora.

En total estuve más o menos 60 horas fuera de la ciudad, 24 de ellas en un autobús viendo películas malas o tratando de dormir incómodamente. No lo recomiendo a nadie si pueden evitar algo del estilo.

Y bueno, esta semana tengo que seguir viendo lo de mis solicitudes (tres de ellas; otras dos las voy a enviar en enero o febrero), y preparar mi viaje a Guanajuato porque me voy ahí a un taller de investigación la próxima semana.