El asesino

Mi madre y yo estábamos en la sala, cuando oímos un chillido seguido del sonido que hace la ventana cada vez que Tigger entra. El gato atravesó la sala alegremente, y se metió a la cocina.

Llevaba una rata medio muerta en la boca.

Durante la siguiente media hora, nada más oímos los chillidos cada vez más débiles de la rata mientras Tigger le hacía… pues lo que los gatos le hacen a las ratas que agarran.

A mi mamá jamás le gustaron realmente los gatos, pero como en mi casa siempre ha habido (literalmente) cientos de libros, además de pilas de periódicos que se van acumulando, el tener un gato es más bien medio obligatorio (libros ⇒ mucho papel ⇒ nidos de rata, por más limpio que se mantenga todo).

Así que siempre hemos tenido gato. Cuando nos mudamos a Xochimilco, dejamos al gato que teníamos en la Ramós Millán, y tardamos en buscar otro. Mis padres decían que se oían los pajaritos en la mañana.

Y así era, hasta que conseguimos gato. A veces en lugar de ratas agarran pajaritos.

Mi madre estaba asqueadísima cuando vio a Tigger pasar con una rata en la boca. Yo no estaba encantado con la imagen… y menos sabiendo que probablemente sea yo el que tenga que disponer del cadáver (Tigger come bien, y mucho, todos los días; las ratas y pajaritos son pura diversión para él); pero pues es su trabajo, y hasta cierto punto debo recompensarlo por hacerlo y hacerlo bien.

Y ahora, debo buscar los pedacitos de rata que han de haber quedado regados por toda la cocina.

7 comentarios sobre “El asesino

  1. Yucckkkk!!!!! Una vez regresé de vacaciones (había dejado a mi gato sólo con mucha comida y agua) y lo que me encontré, además del gato, claro, fue una cola de 20 centímetros de largo y algo que parecía un hígado, riñón, o algo parecido de las entrañas de una rata.

    puaj.

  2. ¡Jajajajaja! ¡QUÉ BUENA ENTRADA!

    Cuando el MOCHUELO estaba en casa (en paz descanse), el canijo no dejaba nada de la rata, y éso que lo teníamos bien alimentado con croquetas, trozos de WHISKAS -no recuerdo si así se escribe-, y con comida que nosotros mismos consumíamos para que no le aburriera el menú; eso sí, parecía disfrutar mucho de la cacería porque ratón que veía, ratón que se metía bajo el sillón sólo para ser amedrentado por el MOCHUELO, que lo seguía y no tardaba en lanzarlo por el aire, de un lado a otro, incluso, muerto el ratón, el muy méndigo lo seguía aventando, otra vez, de un lado a otro hasta que se aburría y pensaba que ya era hora de comer. ¡AAAAGGGGG!, y pensar que con esa boca nos hacía cariñitos.

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