Supurando

Ayer fue un día lleno. Me rasuré, vi a Claudia, fui al cine solo y después fui al cine con Omar y Paola.

En algún momento entre rasurarme y ver a Claudia, me hice un tatuaje.

Desde hace años quería un tatuaje. Una vez fui a Acapulco con Liliana y me hice uno de henna. La idea me gustó, así que decidí que quería un tatuaje. La idea no le gustó nadita a Liliana, así que (en parte) por eso no me lo hice.

Además está el hecho de que es algo (digan lo que digan de las tecnologías láser) que estará ahí para siempre. O sea, cuando muera la chingadera va a seguir ahí; o al menos una gran cicatriz si decido quitármelo. Que no creo.

Pero la idea me gustaba. Desde hacía tiempo estuve haciendo investigaciones en línea para ver qué debía buscar (higiene, equipo, etc.), y había buscado en la ciudad dónde hacérmelo. Sin embargo, aún con toda esa información tardé bastante en dar el paso. Sobre todo al conocer el precio.

Ayer por fin lo hice. Y estoy muy contento con mi tatuaje; aunque no habrá fotos hasta que mi piel sane y me crezca el vello de nuevo. Ayer, cuando fui con Claudia y al cine, tenía un plástico sobre el tatuaje para que éste supurara. Nadie me dijo que habría cosas supurando.

Ya sin el plástico el tatuaje no se ve mal, pero todavía me incomoda la piel (no tanto que me duela), y ciertamente se ve raro mi brazo sin vello. Y no me dolió (mucho) que me hicieran el tatuaje. Ciertamente no es una caricia, y seguro no me hago otro nunca, pero no fue una tortura.

Aunque sigo sin entender a quien se haga un tatuaje en el glande.

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