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Las Cartas

Una de las razones por las que decidí instalar WordPress y comenzar a llevar un registro histórico de lo que me pasa por la cabeza, es por lo que ocurre con mi vida académica, que es la que yo califico como la de “adeveras”.

Muchas cosas pasan por mi mente y otras tantas me preocupan. Hay consecuencias que serán inevitables si mis planes avanzan como yo quiero, y varias de esas consecuencias me angustian a grados a veces ridículos. Otras sólo preocupan, o molestan.

Siento que tener el pensadero me ayudará a desahogar ciertos sentimientos, e incluso tal vez a entender mi situación y mis reacciones a la misma.

Lo cual suena muy bien y bonito; pero entonces ¿porqué he tardado tanto en escribir una entrada que se relacione aunque sea de lejos con toda la situación académica? Supongo que tiene mucho que ver con el hecho de que en todas las entradas que he escrito, sólo he escrito acerca de Liliana una vez, y sólo de pasada.

El hecho es que me aceptaron en la Universidad de Waterloo. El hecho es que voy a solicitar beca (otra vez) a Conacyt. Y el hecho es que, si me dan la beca y Liliana no quiere acompañarme aunque sea un tiempo, nos vamos a separar físicamente. Por mucha distancia. Si lanzo una piedra seguro no le atino.

Tal separación me afecta mucho menos a mí que ella. Yo digo que es cómo fuimos educados; ella dice que son otras razones. No lo sé; pero sí sé que le afecta mucho. Y a mí me afecta que le afecte.

Yo le digo que si fuera la situación inversa, que fuera ella la que se fuera a hacer su doctorado (seguramente a Europa, que es todavía más lejos), que igual me afectaría menos a mí que a ella. Ella no me cree, o no quiere creerme, pero es verdad. Me gustaría que la situación fuera inversa, para poder demostrárselo.

En la relación, “lo de Canadá” se ha transformado en algo que genera mucho ruido. Por supuesto no es lo único, pero casi cualquier problema que surge termina de alguna manera por sacar el tema de Canadá. Y en ese sentido sí me afecta, porque es como tener una nube negra que no puedo apartar cada vez que tenemos broncas. Siempre está ahí.

En lo que a mí respecta, como individuo independiente, el no estar bien con Liliana también me afecta obviamente. Pero además está el sentimiento de que no podemos estar bien, porque para estar bien sería condición necesaria que no fuéramos a separarnos posiblemente por quién sabe cuánto tiempo por culpa mía. Condición necesaria, no suficiente, para acabarla de amolar.

Y hay muchas cosas que me dan miedo, que me preocupan, que me angustian de todo lo relacionado con Canadá, y que no puedo compartir con la mujer que amo. No porque ella no me escuche o no me apoye, sino porque yo no me siento cómodo apoyándome en ella en un asunto que la afecta más que a mí. Que no quiere decir que no me afecte.

Liliana dice que soy ingruente. Que si realmente me preocupara cómo se siente ella respecto a que me vaya, que sencillamente yo no me iría. Y ahí me doy cuenta de qué completo inepto he sido para tratar de explicarle cómo me siento.

Tengo que irme. Me queda eso tan claro que creo que ya ni siquiera sé cómo explicarlo. Y lo peor es que mucha gente parece entenderlo también; pero no así la mujer con la que quiero tener hijos y morir en sus brazos.

Y ya es sencillamente cansado y frustante el siquiera pensar en el tema. No digamos hablarlo. Pero ahí está, como una nube negra permanentemente sobre nuestras cabezas. Al menos yo sí la siento sobre la mía.

Y están todas las pequeñas cosas relacionadas con los trámites todavía necesarios para ver si me dan la beca y entonces sí me voy. Como Las Cartas.

Los trámites a las universidades y a las becas serían varios grados de magnitud más sencillos para mí, si sólo dependieran de . Pero siempre piden cartas de recomendación.

Y no tengo ningún problema en conseguirlas. Varios de mis profesores me han dado y siempre me aseguran que cada vez que yo quiera ellos estarán más que felices por darme una (cada quién, no una entre todos). Pero no puedo explicar la terrible angustia que me causa el pedir una carta de recomendación.

Racionalizando, me parece que una parte de mí se siente mal de pedir cartas de recomendación. Especialmente si ya le he pedido una a la misma persona. Esa parte me tortura diciéndome que con la primera debió haber bastado; que pedir más es un abuso, por no decir que habla mal de mí el no haber conseguido lo que quería a la primera.

Por supuesto, eso es basura. Yo sé (y lo sé) que el ser aceptado o rechazado tiene un componente de suerte (y perseverancia) enorme. Tampoco ayuda el enviar solicitudes a universidades prestigiadísimas y que rechazan cientos (cientos) de estudiantes al año.

Y también sé que hay algo más, aunque no sepa qué. Pero sé que es algo completamente irracional.

Hoy le escribí a Benjamín, el doctor con quien mejor me llevo, para pedirle otra carta de recomendación. Mmmh. De hecho Elisa es la doctora con quien mejor me llevo; pero ella acaba de hacerse doctora. Benjamín fue el primer doctor con quien me llevé bien. Le habría escrito a Hanna, pero no tengo Internet por el momento.

Necesito muchas cartas de recomendación. Todas las que pueda conseguir. Le voy a pedir carta hasta al que limpiaba los baños en la facultad. La convocatoria de Conacyt dice que se dará privilegio a las solicitudes de Doctorado, y, en los casos excepcionales y bien justificados, a las de Maestría.

Yo voy para maestría.

Cumplo, por sobra, con todos los requisitos de Conacyt, y con casi todo lo especificado en el “perfil del solicitante”. Fallo en tres cosas del perfil:

  1. nunca he hecho investigación (que es bastante entendible; sólo he hecho la licenciatura)
  2. no llego a 600 en la parte verbal del GRE (y NUNCA voy a llegar; si el examen estuviera en español hay palabras que de cualquier forma no sabría su antónimo), y
  3. voy a maestría, no a doctorado.

No sé si yo sea un caso excepcional; pero sí puedo ser un caso muy bien justificado. Pero para ello necesito que hasta Harry (de Harry’s Café) me firme una carta de recomendación donde diga que yo fui un cliente distinguido durante mi carrera.

Me drena incluso escribir de esto. Me pone mal. Y necesito entender por qué.